Lanvin eleva a la mujer
Alber Elbaz se confirma como ¨¢rbitro de lo exquisito en la semana de Par¨ªs
"Quiero ayudar a las mujeres, hacer que su vida sea mejor", afirmaba plet¨®rico Alber Elbaz tras su desfile de ayer para Lanvin. A juzgar por los extasiados rostros de las damas que lo rodeaban (fueran actrices como Juliette Binoche o curtidas periodistas), puede dar por cumplida la misi¨®n. Lo cierto es que resultaba dif¨ªcil contener la excitaci¨®n que causaba su colecci¨®n para el pr¨®ximo oto?o-invierno. Un placer est¨¦tico tan primario que, en su sucesi¨®n final de vestidos metalizados con asombrosos brillantes bordados, provocaba algo parecido al s¨ªndrome de Stendhal.
Elbaz no es un revolucionario, sino un ¨¢rbitro de lo exquisito, que tras varias temporadas de estudio sobre el drapeado emple¨® su talento en la estructura. Dibuj¨® una silueta m¨¢s austera y de hombros poderosos (sin una sola hombrera, siempre con vol¨²menes), pero en sus golosas y glotonas manos hasta lo arquitect¨®nico se vuelve d¨²ctil y sensual. Esta vez, gracias al singular uso del tejido el¨¢stico. "Cuando te concentras en la estructura parece que vayas a construir un edificio", apuntaba. "Y yo no quiero que mis mujeres lleven una casa encima, sino una segunda piel".
El dise?ador israel¨ª viaj¨® a ?frica con su imaginaci¨®n, "desde el sof¨¢ y con muchas patatas fritas". Un periplo que evolucion¨® hacia lo tribal y, paulatinamente, deriv¨® en un estudio sobre las formas primarias. El recorrido apenas dej¨® un rastro fino como el polvo sobre vestidos asim¨¦tricos de voluptuosos contornos. Como todo el mundo estos d¨ªas, Elbaz se encontr¨® meditando sobre lo que es verdaderamente necesario y c¨®mo responder a las necesidades cotidianas de las mujeres. "Se habla mucho de volver a las ra¨ªces", admit¨ªa. "Pero hay que hacer propuestas relevantes para la vida contempor¨¢nea. No se puede ser demasiado retro. El caballo de batalla hoy es la ropa de d¨ªa, conseguir que sea algo m¨¢s interesante que un cardigan y una falda". Ataviadas con id¨¦nticas pelucas negras para enfatizar el absurdo que acecha a una sociedad cl¨®nica, las modelos recorr¨ªan la pasarela y luego ascend¨ªan por una gigantesca escalera de caracol que se perd¨ªa en la oscuridad. La idea inicial era que descendieran por ella, como en los antiguos salones de alta costura, pero en el ¨²ltimo momento a Elbaz eso le pareci¨®, precisamente, antiguo. "Prefiero ver a las mujeres subir, elevarse", confesaba p¨ªcaro.
Su discurso contrast¨® con la evasi¨®n rom¨¢ntica en la que coincidieron los desfiles de Nina Ricci y Christian Dior. El gran so?ador que es John Galliano encontr¨® en una poes¨ªa de John Wilmot la coartada perfecta para dar continuidad a la aventura fr¨ªvola que inici¨® en enero, con su ¨²ltima colecci¨®n de alta costura para Dior. Referencias a la equitaci¨®n, tweeds, gruesos jers¨¦is de punto surcados por lazos y vestidos de muselina inspirados en las pinturas de Delacroix poblaron su caprichoso paseo por el siglo XVIII. Un pintoresco retablo por el que circulaban los pantalones de montar de los mozos de cuadras y los descocados camisones de las libertinas audaces. Inyecci¨®n de perversi¨®n a la tendencia corsetera que domin¨® la temporada precedente (es decir, esta primavera) en la que tambi¨¦n incidi¨® Peter Copping en su segunda colecci¨®n para Nina Ricci. Menos c¨¢ndido y m¨¢s dram¨¢tico, Copping citaba a la Belle ?poque y a Pina Bausch como referencias. De ah¨ª que, adem¨¢s de los dulces tonos pastel de su debut, en su jard¨ªn de invierno aparecieran el negro, el iris o el fucsia. Pero cabe preguntarse si (aunque sean del mal) son flores lo que una mujer le pide a la moda hoy.
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