El final de la reforma financiera
Esta es la situaci¨®n. Hemos atravesado la segunda peor crisis financiera de la historia mundial y apenas hemos empezado a recuperarnos: 29 millones de estadounidenses no pueden encontrar trabajo, al menos no a tiempo completo. Sin embargo, el impulso de llevar a cabo una reforma bancaria seria se ha perdido. Ahora la pregunta, por lo visto, es si conseguiremos un proyecto de ley aguado o ninguno en absoluto. Y odio decir esto, pero la segunda opci¨®n empieza a parecer preferible.
El problema radica en el Senado, lo cual no es demasiado sorprendente, y principalmente, aunque no por entero, en los republicanos. La C¨¢mara de Representantes ya ha aprobado un proyecto de reforma bastante dr¨¢stico, m¨¢s o menos en l¨ªnea con lo propuesto por la Administraci¨®n de Obama, y el Senado probablemente podr¨ªa hacer lo mismo si funcionase seg¨²n el principio de gobierno de la mayor¨ªa. Pero no es as¨ª, y cuando la oposici¨®n casi universal de los republicanos a una reforma seria se suma a la indecisi¨®n de algunos dem¨®cratas, el panorama es sombr¨ªo.
Es mejor que no haya reforma que una reforma cosm¨¦tica que encubra la falta de actuaci¨®n
?C¨®mo hemos llegado a este punto? ?Y deber¨ªan los defensores de la reforma aceptar las concesiones que todav¨ªa podr¨ªan desembocar en alg¨²n tipo de proyecto de ley?
Muchos de los que se oponen a la versi¨®n de la reforma bancaria de la C¨¢mara presentan su postura como una cuesti¨®n de principios. Los republicanos de la C¨¢mara, cuando presentaron su propuesta alternativa, afirmaban que terminar¨ªan con los excesos bancarios introduciendo una "disciplina de mercado" (b¨¢sicamente, prometiendo no rescatar a los bancos en el futuro).
Pero eso son imaginaciones. Por una parte, a la hora de la verdad, los Gobiernos siempre terminan rescatando a las instituciones financieras clave durante una crisis. Y de forma m¨¢s general, depender de la magia del mercado para mantener los bancos a salvo siempre ha sido un camino hacia el desastre. Hasta Adam Smith lo sab¨ªa: puede que haya sido el padre de la econom¨ªa de libre mercado, pero sosten¨ªa que la regulaci¨®n bancaria era tan necesaria como los protocolos antiincendios en los edificios urbanos, y defend¨ªa una prohibici¨®n de los pr¨¦stamos de alto riesgo y alto inter¨¦s, la versi¨®n del siglo XVIII de las hipotecas subprime. Y la lecci¨®n se ha visto confirmada una y otra vez, desde el p¨¢nico de 1873 hasta la Islandia actual.
Sospecho que hasta los republicanos, en el fondo, comprenden la necesidad de una reforma real. Pero su estrategia de oponerse a todo lo que proponga la Administraci¨®n de Obama, unida al atractivo de los d¨®lares del sector financiero -all¨¢ por diciembre, destacados dirigentes republicanos hicieron pi?a con los grupos de presi¨®n de los bancos para coordinar sus campa?as antirreforma-, se ha impuesto sobre todos los dem¨¢s argumentos.
Dicho esto, algunos republicanos podr¨ªan, s¨®lo hipot¨¦ticamente, verse persuadidos para apoyar una versi¨®n muy debilitada de la reforma; en concreto, una que elimina un punto clave de las propuestas de la Administraci¨®n de Obama: la creaci¨®n de un organismo fuerte e independiente que proteja a los consumidores. ?Deber¨ªan los dem¨®cratas aceptar semejante reforma aguada?
Yo opino que no. Hay ocasiones en que hasta una reforma enormemente imperfecta es mucho mejor que nada; ¨¦ste es claramente el caso de la asistencia sanitaria. Pero la reforma financiera es diferente. Un proyecto de ley de asistencia sanitaria imperfecto puede revisarse a la luz de la experiencia, y si los dem¨®cratas consiguen que se apruebe el plan actual, habr¨¢ una presi¨®n constante para mejorarlo. Por el contrario, una reforma financiera d¨¦bil no se ver¨ªa puesta a prueba hasta la siguiente gran crisis. Todo lo que har¨ªa es generar una falsa sensaci¨®n de seguridad y proporcionar una hoja de parra a los pol¨ªticos que se oponen a cualquier medida seria; luego llegar¨ªa el batacazo.
Es mejor, por tanto, declararse a favor y poner a los enemigos de la reforma en evidencia. Y, faltar¨ªa m¨¢s, hagamos hincapi¨¦ en la pol¨¦mica que ha despertado la propuesta de un organismo de protecci¨®n financiera de los consumidores.
No cabe duda de que los consumidores necesitan una protecci¨®n mucho mejor. El fallecido Edward Gramlich -un funcionario de la Reserva Federal que trat¨® en vano de lograr que Alan Greenspan tomase medidas contra los pr¨¦stamos nocivos- resum¨ªa perfectamente el razonamiento all¨¢ por 2007: "?Por qu¨¦ los productos crediticios m¨¢s arriesgados se venden a los prestatarios menos sofisticados? La pregunta se responde por s¨ª misma: los prestatarios menos sofisticados probablemente son embaucados para que acepten estos productos".
?Es importante que esta protecci¨®n la proporcione un organismo independiente? Debe de serlo, o los grupos de presi¨®n no estar¨ªan haciendo campa?a con tanta insistencia para evitar la creaci¨®n de dicho organismo.
Y no es dif¨ªcil ver por qu¨¦. Algunos han sostenido que el trabajo de proteger a los consumidores puede y debe hacerlo la Reserva Federal, o bien -como se propone en una soluci¨®n que en estos momentos parece improbable- una unidad integrada en el Departamento del Tesoro. Pero recuerden que, hace no mucho, Greenspan era el presidente de la Reserva Federal y John Snow era el secretario del Tesoro (ministro de Hacienda). Caso cerrado. El ¨²nico modo de que los consumidores est¨¦n protegidos bajo los futuros Gobiernos antirregulaci¨®n -y, cr¨¦anme, dado el poder de los grupos de presi¨®n financieros, esos Gobiernos llegar¨¢n- es que haya un organismo cuya ¨²nica raz¨®n de existir sea controlar los abusos bancarios.
En resumen, por tanto, es hora de decir "hasta aqu¨ª hemos llegado". Es mejor que no haya reforma, y que ello vaya unido a una campa?a para nombrar y avergonzar a los culpables, que una reforma cosm¨¦tica que simplemente encubra la falta de actuaci¨®n.
Paul Krugman es profesor de Econom¨ªa en Princeton y premio Nobel de Econom¨ªa 2008. ? 2009 New York Times News Service. Traducci¨®n de News Clips.
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