Ajedrez a vida o muerte
El escritor rumano de origen h¨²ngaro Gy?rgy Dragom¨¢n retrata una sociedad corrompida y deshumanizada por d¨¦cadas de dictadura con una singular po¨¦tica de la rudeza
Yata tiene once a?os cuando unos hombres en gabardina se llevan a su padre cient¨ªfico en una furgoneta. De esto hace ya meses, y en el colegio los chicos le dicen que nunca m¨¢s lo volver¨¢ a ver porque est¨¢ en el Canal del Danubio. El nombre de la obra fara¨®nica nunca terminada de Ceausescu es sin¨®nimo de terror en la Rumania de los a?os ochenta -donde se ubica esta turbadora, contundente novela- pues se asocia al trabajo forzado y la muerte segura. Yata se niega a creer a sus compa?eros, pero desde que desapareci¨® su padre la vida se ha convertido en un infierno para ¨¦l y su madre. "La zorra jud¨ªa", seg¨²n su abuelo -el "camarada secretario de partido"-, tiene la culpa de la desgracia familiar, pues sigue empe?ada en ignorar "qu¨¦ buen pa¨ªs" les ha tocado vivir.
El rey blanco Gy?rgy Dragom¨¢n
Gy?rgy Dragom¨¢n
Traducci¨®n de Jos¨¦ Miguel Gonz¨¢lez Trevejo
Barcelona. RBA, 2010
256 p¨¢ginas. 19 euros
Este pa¨ªs, que en El rey blanco ni se nombra ni se define, y que, sin embargo, se concretiza de forma escalofriante a trav¨¦s de la nada inocente mirada del protagonista juvenil, es un pa¨ªs en el que los ni?os tienen tanto miedo de la escuela que prefieren saltar a una zanja de cuatro metros y romperse el tobillo antes de volver a clase. Es un pa¨ªs donde cualquier adulto les puede arrear un bofet¨®n que los hace rodar por el suelo y donde el director del colegio amenaza con arrancarles la piel a tiras si en las celebraciones del 1 de mayo no est¨¦n todos cantando.
La infancia de Yata, este chico educado y espabilado que intenta desesperadamente suplir al hombre de la casa, es una continua lucha de supervivencia, en el sentido literal de la palabra. Y no s¨®lo cuando durante los juegos, en el campo detr¨¢s del bloque de pisos, de repente se blanden cuchillos y vuelan bolsas de pl¨¢stico con ladrillos dentro; en el mundo de los adultos tampoco rige ninguna ley, ni hay piedad: el entrenador de f¨²tbol emplea una m¨¢quina con bal¨®n giratorio capaz de reventar la cabeza a los chicos; los env¨ªa al c¨¦sped a parar balones cuando ¨¦ste est¨¢ contaminado de radioactividad (estamos en 1986 y las nubes traen de Chern¨®bil una carga mortal). Y, sin embargo, entrenan duro porque saben que si no ganan el partido, "Don Gica nos har¨ªa pedazos los tobillos con la barra de hierro".
No pod¨ªa ser m¨¢s oportuna la publicaci¨®n en Espa?a de El rey blanco de Gy?rgy Dragom¨¢n -novela elogiad¨ªsima por la cr¨ªtica internacional y traducida a diez idiomas- ya que coincide con el 20? aniversario de la ca¨ªda del "conducator". Una ca¨ªda que, significativamente, apenas se ha celebrado en Rumania, como se ha silenciado todo los relacionado con el paso del r¨¦gimen comunista a la democracia, pues simplemente se repartieron el poder los antiguos compa?eros de partido de Ceausescu. Hechos pol¨ªticos no se tocan en la novela de Dragom¨¢n. Igual que la narrativa de Herta M¨¹ller, este inquietante libro compuesto de 18 relatos apunta hacia el efecto del terror cotidiano sobre el alma humana, y acomete el retrato de una sociedad corrompida y deshumanizada por d¨¦cadas de r¨¦gimen dictatorial.
Dragom¨¢n, criado, igual que M¨¹ller, en Rumania dentro de una represaliada minor¨ªa ¨¦tnica, se sirve de medios narrativos m¨¢s rotundos que la premio Nobel. Su hacha kafkiana para abrir el mar de hielo dentro de nosotros es ese argumento salvaje que arranca al lector desde la primera p¨¢gina de su acolchada realidad y lo planta en el reino del trastorno. La cantidad de escenas brutales y momentos de vileza y traici¨®n acumulados en la primera mitad de El rey blanco resulta casi insoportable. Pero Dragom¨¢n ha preparado concienzudamente su estrategia narrativa. Y en la segunda mitad se abre una trampilla en el controlado realismo descriptivo de su novela que conduce al campo abierto de la ficci¨®n, donde tambi¨¦n se le ha reservado un apartado a la belleza y la imaginaci¨®n: fant¨¢stica la escena de la visita a la casa-museo del embajador, donde Yata se enfrenta a una partida de ajedrez con un aterrador robot, mientras intentan violar a su madre. El ni?o no gana a la m¨¢quina, como su madre no vence al sistema, pero le roba el rey blanco, y los dos salen, maltrechos pero vivos, de la prueba. O la terror¨ªfica batalla del campo de trigo, uno de los relatos m¨¢s dram¨¢ticos, donde el autor despliega una espl¨¦ndida fuerza ¨¦pica.
Y as¨ª, con un ritmo asombrosamente seguro, un estupendo sentido de humor y de la mano de una singular po¨¦tica de la rudeza, la historia de Yata avanza in crescendo hacia un emocionante y grotesco final. Quien afirma que la literatura contempor¨¢nea ya no produce libros sustanciales, veraces, hermosos no conoce las literaturas de los antiguos pa¨ªses del Este, y, sobre todo, no ha le¨ªdo a Gy?rgy Dragom¨¢n. -Yata tiene 11 a?os cuando unos hombres en gabardina se llevan a su padre en una furgoneta. De esto hace ya meses, y en el colegio los chicos le dicen que nunca m¨¢s lo volver¨¢ a ver porque est¨¢ en el Canal del Danubio. El nombre de la obra fara¨®nica nunca terminada del conducator Ceausescu es sin¨®nimo de terror en la Rumania de los a?os ochenta -donde se ubica esta turbadora, contundente novela- pues se asocia al trabajo forzado y la muerte segura.
No pod¨ªa ser m¨¢s oportuna la publicaci¨®n en Espa?a de El rey blanco, de Gy?rgy Dragom¨¢n -novela elogiad¨ªsima por la cr¨ªtica internacional y traducida a 10 idiomas-, ya que coincide con el vig¨¦simo aniversario de la ca¨ªda del dictador. Una ca¨ªda que, significativamente, apenas se ha celebrado en Rumania, como se ha silenciado todo lo relacionado con el paso del r¨¦gimen comunista a la democracia; simplemente los antiguos compa?eros de partido de Ceausescu se repartieron el poder. Hechos pol¨ªticos no se tocan en la novela de Dragom¨¢n. Igual que en la narrativa de su compatriota Herta M¨¹ller, en este inquietante libro compuesto de 18 relatos se apunta hacia el efecto destructor del terror cotidiano, y su joven autor acomete el certero retrato de una sociedad corrompida y deshumanizada por d¨¦cadas de r¨¦gimen dictatorial.
Yata se niega a creer a sus compa?eros, pero desde que desapareci¨® su padre la vida se ha convertido en un infierno para ¨¦l y su madre. "La zorra jud¨ªa", seg¨²n su abuelo -el "camarada secretario de partido"-, tiene la culpa de la desgracia familiar, pues sigue empe?ada en ignorar "qu¨¦ buen pa¨ªs" les ha tocado vivir. Ese pa¨ªs ni se nombra ni se define en El rey blanco, y, sin embargo, a trav¨¦s de la nada inocente mirada del protagonista juvenil, se concretiza de forma escalofriante. Es un pa¨ªs en el que los ni?os tienen tanto miedo de la escuela que prefieren saltar a una zanja de cuatro metros y romperse el tobillo, antes de volver a clase. Es un pa¨ªs donde cualquier adulto les puede arrear un bofet¨®n que los hace rodar por el suelo, y donde el director del colegio amenaza con arrancarles la piel a tiras si en las celebraciones del 1 de Mayo no est¨¢n todos cantando.
La infancia de Yata, este chico educado y espabilado que intenta desesperadamente suplir al hombre de la casa, es una continua lucha de supervivencia, en el sentido literal de la palabra. Y no s¨®lo cuando durante los juegos, en el campo detr¨¢s del bloque de pisos, de repente se blanden cuchillos y vuelan bolsas de pl¨¢stico con ladrillos dentro; en el mundo de los adultos tampoco rige ninguna ley, ni hay piedad: el entrenador de f¨²tbol emplea una m¨¢quina con bal¨®n giratorio capaz de reventarles la cabeza a los chicos; los env¨ªa a entrenar al c¨¦sped cuando ¨¦ste est¨¢ contaminado de radioactividad: estamos en 1986 y las nubes traen de Chern¨®bil su carga mortal. Y, no obstante, entrenan duro porque saben que si no ganan el partido, "don Gica nos har¨ªa pedazos los tobillos con la barra de hierro".
Gy?rgy Dragom¨¢n, criado, igual que Herta M¨¹ller, en Rumania dentro de una represaliada minor¨ªa ¨¦tnica, se sirve de medios narrativos m¨¢s rotundos que la premio Nobel. Su hacha kafkiana para abrir el mar de hielo dentro de nosotros es ese argumento salvaje que arranca al lector desde la primera p¨¢gina de su acolchada realidad y lo planta en el reino del trastorno. La cantidad de escenas brutales y momentos de vileza y traici¨®n acumulados en la primera mitad de El rey blanco resultan casi insoportables. Pero Dragom¨¢n ha preparado concienzudamente su estrategia narrativa: en la segunda mitad del libro se abre una trampilla en el controlado realismo descriptivo de su novela que conduce al campo abierto de la ficci¨®n. Y all¨ª tambi¨¦n se les ha reservado un apartado a la belleza y la imaginaci¨®n: fant¨¢stica la escena de la visita a la casa-museo del embajador, donde Yata se enfrenta a una partida de ajedrez con un aterrador robot, mientras intentan violar a su madre. El ni?o no gana a la m¨¢quina, como su madre no vence al sistema, pero le roba el rey blanco, y los dos salen, maltrechos pero vivos, de la prueba.
E igualmente inolvidable resulta la terror¨ªfica batalla del campo de trigo, uno de los relatos m¨¢s dram¨¢ticos de El rey blanco, donde Dragom¨¢n despliega una espl¨¦ndida fuerza ¨¦pica. Y as¨ª, con un ritmo asombrosamente seguro, un estupendo sentido de humor y de la mano de una singular po¨¦tica de la rudeza, la historia de Yata avanza in crescendo hacia un emocionante y grotesco final. Qui¨¦n afirma que la literatura contempor¨¢nea ya no produce libros sustanciales, veraces, hermosos, no conoce las literaturas de los antiguos pa¨ªses del Este, y, sobre todo, no ha le¨ªdo a Gy?rgy Dragom¨¢n.
El rei blanc. Gy?rgy Dragom¨¢n. Traducci¨®n de Dora Bacuz. Barcelona. La Magrana, 2010. 256 p¨¢ginas. 19 euros.
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