Un hombre de verdad
Confieso que evoco con mucho dolor mis recuerdos. Son tantos que en una situaci¨®n como ¨¦sta, no s¨¦ c¨®mo seleccionarlos, qu¨¦ decir. Tuvimos la suerte de conocer personalmente a Miguel Delibes cuando en 1962, despu¨¦s de muchos a?os en Alemania, vinimos Montse y yo, con nuestro primer hijo Alberto, de Heidelberg a Valladolid. Hab¨ªamos conseguido c¨¢tedras de instituto en la ciudad castellana y esa posibilidad de juntar nuestros puestos de funcionarios de la ense?anza p¨²blica en la misma ciudad nos anim¨®, entre otras razones digamos m¨¢s idealistas, a dar el nada f¨¢cil paso. Nunca nos arrepentimos. Los tres a?os en Valladolid fueron una ¨¦poca de felicidad, por muy duro que fuera, en aquellos tiempos, cambiar la orilla del Neckar por la del Pisuerga. Dos personas inolvidables, Julio Valde¨®n, que he tenido que recordar tambi¨¦n en su reciente muerte, y ahora Miguel Delibes simbolizan, ya en la memoria, ese prodigio humano de la amistad.
'El hereje' es como un ajuste de cuentas con el pa¨ªs en el que su autor viv¨ªa
Conoc¨ªamos la obra de Delibes y admir¨¢bamos al sorprendente y extraordinario escritor. Sorprendente y extraordinario porque su literatura, en un mundo en buena parte fantasmag¨®rico y oscuro, era una mano que nos mostraba la realidad, una mano tendida hacia las cosas, hacia la vida. Me gustar¨ªa que al hacer resucitar estos recuerdos frente a este paisaje de tristeza, las pocas palabras con las que tengo que expresarlo hicieran latir aquellas realidades, parad¨®jicamente ideales, que aprendimos con ¨¦l: la amistad, la memoria, las palabras.
Conoc¨ªamos, como digo, algunos libros de Delibes, pero la persona, la personalidad de Miguel era tan luminosa y sugestiva como su obra. Se me inunda la memoria de momentos que han quedado en ese profundo hueco del pasado y que, sin embargo, jam¨¢s se esfumar¨¢n en el olvido. Creo que mientras palpite el tiempo en el fondo de nuestro coraz¨®n vive en ¨¦l la vida de aquellos que hemos perdido y que nunca podremos dejar de querer. Modesta, hermosa, melanc¨®lica y alegre forma de humana inmortalidad.
No quisiera cortar estas l¨ªneas que se inundan de recuerdos sin mencionar algo que no tiene tanto que ver con su persona sino con su obra. Aunque, si bien se mira, lo que hacemos y, sobre todo, lo que hablamos o escribimos es siempre lo que somos. Porque de su pluma surg¨ªan esos personajes maravillosos, creados por unos ojos brillantes de bondad -la maldad oscurece la mirada-, de compasi¨®n -que quiere decir "sentir con el otro"- y de inagotable ternura.
Delibes no es s¨®lo el gran escritor de Castilla, el creador de un universo vivo, palpitante de realidad, sino el autor tambi¨¦n de El hereje, uno de los grandes libros de la cultura espa?ola. Un libro en el que ya no se miraban los senderos de aquellos campos que recorr¨ªa, de aquellos personajes con los que conversaba, sino de otros campos y otros personajes de sus sue?os y, sobre todo, de la memoria hist¨®rica en que los so?aba. Creo que, en cierto sentido, ese libro es una especie de ajuste de cuentas con el pa¨ªs en el que su autor viv¨ªa: el pa¨ªs de la degeneraci¨®n mental, de la hipocres¨ªa, de la falsedad. Libro que es preciso conocer porque, en su espejo, podemos encontrar algunos de nuestros peores defectos y alguna de nuestras esperanzadas, maltratadas, hostigadas, virtudes. La historia es efectivamente, "maestra de la vida" y su magisterio no debe cesar nunca. El escritor de Castilla plante¨® en su obra una valerosa, clara simbolog¨ªa en la que se hac¨ªan transparentes los verdaderos problemas de una sociedad frente a la que, indefensamente, luchaba la "libertad de conciencia", que Cervantes pone en boca del maltratado Ricote.
Miguel Delibes pertenece a la casta de los hombres de verdad. No deja de ser un consuelo ante tantos personajillos vac¨ªos y ambiciosos que, a veces, pretenden confundirse con ellos. Pero no pueden.
Babelia
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