Apolog¨ªa del gorgorito en Vistalegre
Cranberries ofrece un recital s¨®lo correcto ante 10.000 personas
Toda la vida escuchando que Madrid es opresivo, que la capital padece inflaci¨®n de estr¨¦s, que todo el mundo vive irritado, que si el tr¨¢fico, la poluci¨®n... Paparruchadas. Eso, o que el espectador de los conciertos de pop es de otra pasta. Tremendo ejercicio de templanza el que exhibi¨® anoche el p¨²blico que llen¨® (unos 10.000 espectadores) el Palacio de Vistalegre. Cuando pagas 40 euros, sales del metro (l¨ªnea 5) y ves una cola que da la vuelta al recinto (y cr¨¦anme, es una mole considerable) lo ¨²nico que puedes pensar es: vaya, la primera en la frente. Pero, el p¨²blico, que lo canonicen, aguant¨® sin una protesta. Alg¨²n veterano del recinto incluso dijo, con sorna: "Pues ya ver¨¢s a la salida, que s¨®lo abren una puerta". A las diez de la noche, cuando arranc¨® el concierto, todav¨ªa quedaba bastante gente haciendo cola. Se perdieron al menos tres temas.
Dolores O'Riordan demostr¨® que a¨²n conserva su excelsa voz
El grupo irland¨¦s no es de los que se deje la piel en el escenario
Y Cranberries ya estaban en el escenario, despu¨¦s de siete a?os de silencio. El grupo se quebr¨® en 2002, despu¨¦s de cinco discos, b¨¢sicamente por una raz¨®n: la hambrienta fama hab¨ªa devorado a su figura principal, Dolores O'Riordan. Como le pas¨® a Kurt Cobain, de Nirvana, en su momento, O'Riordan se vio en las fauces del peor enemigo. Pero a ¨²ltima hora esquiv¨® el disparo. "Fue la ¨¦poca m¨¢s triste de mi vida. Ten¨ªa dinero pero estaba sola. Perd¨ª el contacto con la realidad y tuve una depresi¨®n muy fuerte. Estuve al borde del precipicio, a punto de caer", recuerda. En 2009, con 38 a?os, madre de cuatro hijos, fuerte gracias al yoga, la meditaci¨®n y las lecturas de guiones de pel¨ªculas cl¨¢sicas, la irlandesa menuda se siente fuerte para recuperar Cranberries.
Sali¨® al escenario con un abrigo blanco, pantalones negros y una rebeca hasta las rodillas. Una capucha cubr¨ªa su cabeza. Al segundo tema de la noche, Animal instinct, se vio que all¨ª hab¨ªa tres bandos: el grupo, el p¨²blico y el manazas que se ocupaba del sonido. Casi siempre gan¨® el ¨²ltimo, claro. Parece una perogrullada, pero hay que recordarlo: un concierto debe ofrecer un sonido perfecto, pulcro. El hecho de que la gente se lo pase bien con un sonido deficiente no significa nada. Bueno, s¨ª significa algo: que est¨¢n equivocados, que disfrutar¨ªan mucho m¨¢s si sonase como dios manda.
Luchando contra los asuntos ac¨²sticos, Dolores demostr¨® que conserva su excelsa voz, que sigue siendo la reina de los gorgoritos. Cranberries no es un grupo que se deje la piel. Y no se tome esto como un reproche: es su estilo. El bajista, Mike Hogan, permanece inm¨®vil, como si le hubiesen crecido ra¨ªces en los zapatos. Su hermano Noel amaga con alg¨²n desmelene cuando su guitarra debe sonar feroz, pero tampoco se despeina mucho. Toda la responsabilidad queda, pues, para Dolores. Es curiosa verla evolucionar por el escenario. Da leves saltitos, ofrece peque?as muestras de danzas de su tierra, Irlanda, y a veces coge la guitarra y entonces el escenario se vuelve demasiado r¨ªgido.
El p¨²blico, la mayor¨ªa treinta?eros con cara de haberse tomado sus primeras copas all¨¢ por mediados de los noventa, anduvo reposado hasta que sonaron los grandes temas del grupo. Con Linger entonaron el estribillo; con Salvation alzaron los brazos... Pero no fue hasta Zombie, esa canci¨®n contra el terrorismo que escribi¨® Dolores tras el cruel atentado del IRA en el barrio londinense de Warrington en 1993, cuando pareci¨® hervir el Palacio. Ya est¨¢bamos en el tramo final.
Para el bis, el grupo se equivoc¨® y col¨® una canci¨®n mediocre del segundo disco en solitario de Dolores. Luego, lo remedio con otros dos cl¨¢sicos, Promises y Dreams. Fue un concierto s¨®lo correcto, de trigo limpio, sin sobresaltos. Algunos espectadores se fueron decepcionados, como Patxi Otxoa, 36 a?os, que lleg¨® desde San Sebasti¨¢n: "Mira que me gusta Dolores, pero me ha parecido corto, s¨®lo unos 80 minutos, y no se han entregado". A la salida, efectivamente, como dijo aquel espectador, hubo que tirar otra vez de paciencia para soportar las colas.
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