Los siete pecados capitales de Pan Bendito
Una semana en uno de los barrios m¨¢s desfavorecidos de Madrid, donde conviven la mayor tasa de paro, la droga, los conflictos vecinales y el abandono de sus calles
Por fin ha dejado de llover. Catalina, matriarca del barrio de Pan Bendito (Carabanchel) y en permanente luto, tiende su colada en las cuerdas que ha instalado en la calle. Es la ma?ana de un d¨ªa cualquiera de esta misma semana. Termina, clava un taburete en el barrizal que hay frente a su casa, un bloque de pisos lleno de basura, socavones y grietas y, mientras ve la vida del barrio pasar, pide que alguien venga a arreglarla. A su alrededor, ni?os y mayores se re¨²nen cerca de un parque desnudo para pasar la ma?ana apoyados en sus coches. Parece que nadie tiene nada que hacer.
Pan Bendito, con 7.530 habitantes, est¨¢ en paro. La mitad de sus vecinos abandon¨® los estudios antes de cumplir los 13 a?os y los problemas de convivencia entre payos, gitanos e inmigrantes llevan a muchos al silencio para ahorrarse el miedo. A s¨®lo seis kil¨®metros de la Puerta del Sol, en este barrio, la distancia con la capital no se mide s¨®lo con unas cuantas paradas de metro.
FALTA DE FORMACI?N El barrio que abandon¨® el pupitre
Es la una del mediod¨ªa, brilla un sol espl¨¦ndido y la calle de Besolla, a la que han tenido que poner badenes para acabar con las carreras de coches, est¨¢ poblada de adolescentes que matan las horas comiendo pipas. Ante un altavoz, encajado en el maletero del Mini de un chico de 17 a?os, ?scar, otro adolescente que ya es padre y ni se acuerda de cu¨¢ndo dej¨® el colegio, clama: "?D¨®nde voy yo ahora con 16 a?os a sacarme el graduado escolar? Es perder el tiempo". Hay risas. De sus amigos ninguno estudia, alguno trabaja y todos dicen sobrevivir con sus "cositas". Las "cositas" son, a veces, los m¨®viles que muestra orgulloso un joven que ha pasado 20 meses en un reformatorio. "Los compro con mis cinco deditos", dice mientras se parte de risa.
El absentismo escolar en Pan Bendito puede medirse en la calle, la escuela que han elegido los ni?os, porque es la que les ense?a a comerciar, a conducir y a comportarse como adultos. "Si los padres no dan valor a la educaci¨®n, es dif¨ªcil que se lo transmitan a sus hijos", lamenta Julio Yag¨¹e, el p¨¢rroco del barrio. "Hay una familia que, despu¨¦s de tres a?os de seguimiento para que su hijo fuese al colegio, no se levanta de la cama para llevar al ni?o, que sigue en la calle", se lamenta.
Ayuntamiento y Comunidad -que no permite que en los colegios se hable con la prensa- se pasan la pelota a la hora de determinar el absentismo escolar. Vecinos, asociaciones del barrio y educadores calculan que supera el 30%. Lo que no cuenta la calle, aunque se intuye en su lenguaje, es que el 81,6% de los vecinos carece de educaci¨®n secundaria. De ellos, el 51,4% abandon¨® el colegio antes de los 13 a?os. S¨®lo el 4,5% de la poblaci¨®n tiene un grado superior.
DESEMPLEO La oficina en la calle
A partir del mediod¨ªa comienza la jornada laboral en Pan Bendito. La crisis ha dejado en paro a quienes a¨²n conservaban un trabajo. La oficina se ha instalado ahora en los bancos del parque, donde se juega al bal¨®n con los ni?os, se venden las zapatillas de moda o la ¨²ltima adquisici¨®n en m¨®viles de dise?o, mercanc¨ªa toda de origen desconocido.
El Instituto Nacional de Estad¨ªstica (INE) no segrega las cifras de desempleo por barrios de la capital. Los ¨²ltimos recogidos por el Ayuntamiento, en diciembre de 2008, en un estudio espec¨ªfico para el barrio y antes de la crisis, cifraban la tasa de desempleo de Pan Bendito en el 17,61%. Si se tiene en cuenta que entre 2008 y el ¨²ltimo trimestre de 2009, el paro nacional creci¨® cinco puntos (del 13,91% al 18,8%), en la misma proporci¨®n el desempleo en este barrio estar¨ªa en la actualidad en el 21,61%. Tres puntos m¨¢s que la media nacional.
"Si los chavales no tienen trabajo, no ser¨¢ porque no se lo buscan", defiende Lorenzo Amador. Pero por mucho que busquen, esos chicos tienen el curr¨ªculum en blanco. Use, de 20 a?os, por ejemplo, asisti¨® a un curso de jardiner¨ªa en el centro de adultos del barrio, pero a¨²n no ha encontrado la forma de sacarle partido y no piensa estudiar m¨¢s. El G¨¹eve tiene alguna experiencia como reponedor y aparcacoches, pero lo dej¨® porque "estar ah¨ª, aparcando los coches de los payos mientras cenaban" no le gustaba nada.
DESIDIA Grietas, socavones y alcantarillas sin tapa
Precipitarse en una alcantarilla no es un absurdo en Pan Bendito. "Una vecina cay¨® el verano pasado en una y se ha pasado seis meses de baja", recuerda una maestra que prefiere no identificarse. Cuentan los corrillos que no es la ¨²nica, porque en este barrio las tapas de alcantarilla, las papeleras, los clavos de hierro de los bancos, las maderas del campo de petanca o las placas solares que iluminaban el campo de f¨²tbol se venden muy bien como chatarra. Lo que no depende de los residentes es el estado de sus aceras y calzadas, hechas de retales descosidos, llenas de calvas y adoquines desperdigados, la falta de papeleras, de fuentes, de zonas infantiles... Tampoco fueron ellos los que construyeron un parque que se inunda en cuanto caen cuatro gotas, ni la cancha de f¨²tbol que tiene un ¨¢rbol enorme dentro del campo de juego. El Ayuntamiento dice que valor¨® el a?o pasado el estado de las calles y que prev¨¦ reparar los desperfectos este verano. Los vecinos arquean la ceja.
Las casas tambi¨¦n necesitan que alguien las cuide. Las grietas atraviesan las paredes de demasiadas viviendas y las aceras se han abierto dando paso a las humedades. El IVIMA, promotor de la mayor¨ªa de los bloques ha vendido m¨¢s del 80% de las viviendas, lo que le exime de su mantenimiento. Afirma, adem¨¢s, no haber recibido ninguna denuncia de los desperfectos. Una inspecci¨®n municipal, realizada en octubre de 2009, confirma las quejas de los vecinos. Seg¨²n un portavoz de Urbanismo, "se encontraron en varios edificios de la zona importantes da?os en la red de saneamiento, grietas en fachadas y viviendas, mal estado de las bajantes y de las aceras". Los afectados creen que esas grietas coinciden con la ampliaci¨®n de la l¨ªnea 11 del metro, que comenz¨® a pasarles por debajo para comunicarles con el centro de la ciudad en 1998. La Consejer¨ªa de Transportes afirma que al no haber recibido ninguna denuncia, nunca se ha estudiado si esa es la causa de que crujan los cimientos.
SOBERBIA La ley del m¨¢s fuerte
"Si este se?or que va con su perro le dice un d¨ªa a un periodista que aqu¨ª hacemos lumbre y da su nombre, al d¨ªa siguiente se le dir¨¢ que vamos a tirar a su perro a esa lumbre de la que habla". Es la explicaci¨®n de un gitano que ilustra por qu¨¦ algunos, en Pan Bendito, prefieren callar.
Este vecindario cuenta con un 19% de inmigrantes y un 30% de gitanos, aproximadamente. La vida local del barrio, la que se ve en la calle, est¨¢ animada por los vecinos gitanos, que palmean los hits flamencos que escupe la radio de sus coches, abiertos de par en par. Vestidos de ch¨¢ndal y oro, aseguran que no tienen ning¨²n problema con nadie y que payos, gitanos y "payoponies", como llaman a los latinoamericanos, se llevan estupendamente.
Otros vecinos, a los que no se les ve en la calle, cuentan que el barrio funciona bajo la "ley del m¨¢s fuerte", que el miedo les lleva al silencio y que de todas las realidades que hay, "siempre hay una que es la que m¨¢s grita", "la que da la mala imagen del vecindario". Jonathan, payo de 15 a?os y de abuela gitana resume: "Para vivir bien en este barrio, te tiene que gustar mucho, porque aqu¨ª hay que tener cuidado hasta con c¨®mo miras. Siempre hay l¨ªos". "El miedo de los vecinos se justifica porque vivimos fuera del sistema", explica Nica, gitano y presidente de la Asociaci¨®n de Vecinos Guernica de Pan Bendito.
Los altercados llegan a las comunidades de vecinos que ven como las grietas, humedades y cristales rotos no tienen f¨¢cil arreglo porque muchos no pagan. Los carteles con la amenaza de corte de suministro por impago al Canal de Isabel II ocupan varios portales. Las deudas ascienden a miles de euros y la gente ya sabe lo que es quedarse sin ascensor o pagar la deuda de otros de su propio bolsillo. "No denunciamos a nuestros vecinos por miedo a represalias", coinciden varios afectados. "Es que no entra dentro de nuestra ¨¦tica pagar la comunidad", explica un vecino gitano que pide anonimato para evitarse m¨¢s conflictos con el tema. "Si nos cortan la luz, la volvemos a enganchar y la fuerza que tenemos es que no nos van a tirar de aqu¨ª por muchos problemas que haya. ?D¨®nde nos iban a realojar?". "A estos vecinos se les traslad¨® de sus casas a pisos, pero no se les ense?¨® que aqu¨ª hay que pagar la luz, el agua, la comunidad...", indica el sacerdote Yag¨¹e, que lleva m¨¢s de dos d¨¦cadas trabajando en el barrio.
INFRAVIVIENDA De la chabola a la comunidad
"Nos sacaron de las casas, nos metieron en los pisos y se volvieron locos con los servicios sociales. Pero nadie ha trabajado con la necesidad. 'Es que no se puede con ellos", dicen de nosotros. El primer d¨ªa no se puede, pero "?qu¨¦date ah¨ª, hombre, que se podr¨¢!", dice Nica en su peculiar lenguaje, enfadado porque piensa que las asociaciones que trabajan en el barrio "s¨®lo se zampan el dinero" y llevan a?os sin conseguir resolver sus problemas.
Pan Bendito, que debe su nombre a los extensos campos de trigo que ocupaban sus tierras, fue el destino final de las colonias de casas bajas e infraviviendas de Vista Alegre y la UVA de Pan Bendito. Un realojo promovido en 1980 por el Instituto Nacional de la Vivienda que, seg¨²n los vecinos que ahora echan la vista atr¨¢s, se hizo sin ninguna consideraci¨®n social. "Seg¨²n iban desmantelando barrios los tra¨ªan aqu¨ª: Orcasitas, la UVA de Fuencarral... Ah¨ª empezaron ya los problemas", explica un obrero en paro que ha vivido la transformaci¨®n y que, como muchos, prefiere que no se d¨¦ su nombre. "Se necesitaba un lugar donde meter a los residentes de los barrios m¨¢s marginales y los trajeron aqu¨ª porque al no haber movimiento social, nadie iba a protestar", recuerda el sacerdote Yag¨¹e.
Ayudas que persiguen la cohesi¨®n social y asociaciones que trabajen en el barrio no faltan. El a?o pasado el Ayuntamiento puso en marcha un Plan de Barrio en el que invertir¨¢ m¨¢s de un mill¨®n de euros en cursos y programas de integraci¨®n social, pero sus vecinos, "los que tiran huevos a las se?oras y se dedican al ocio gamberrista", no conocen el plan ni en qu¨¦ les va a ayudar. "Aqu¨ª se han tomado decisiones de despacho. Da igual el dinero que se invierta si no se escuchan las necesidades de la gente", opina el p¨¢rroco. "De todos estos cursos se beneficia mucha gente que no es del barrio, se apuntan los que ya est¨¢n integrados, los que les son f¨¢ciles a los trabajadores sociales", critica Nica, que ha formado nueve equipos de f¨²tbol de j¨®venes y adultos en los dos ¨²ltimos a?os. "?De verdad hace falta que venga yo a hacer esto? ?No podr¨ªa haberlo pensado nadie antes?".
AVARICIA De mayor quiero ser camello
"Aqu¨ª todos quieren ser camellos", se asegura en un corrillo. "El camello es el que tiene el mejor coche, la mejor chica y la mejor vida, el que vuelve de fiesta cuando los dem¨¢s van a trabajar. Ah¨ª es donde ven los ni?os su futuro", asegura el p¨¢rroco. Las quejas de muchos vecinos se?alan la intimidad de los patios comunitarios como el sitio ideal para los trapicheos. Por miedo o lealtad, nadie habla directamente de venta de drogas, y s¨®lo se comenta el "sube y baja" constante de clientes y se se?alan los coches de alta gama que cantan como un ruise?or entre gorriones. Desde la Jefatura Superior de Polic¨ªa se advierte de que si los vecinos no denuncian resulta mucho m¨¢s dif¨ªcil acabar con el tr¨¢fico de drogas, uno de los principales objetivos de los agentes. Pero en este tema, aunque sea con un porro en la mano, con un familiar muerto o enganchado o mientras atraviesa el parque un t¨ªo colocado, tambi¨¦n reina el silencio.
LA NOCHE ETERNA Vandalismo a oscuras
Pan Bendito amanece el fin de semana con marcas de hogueras, cristales rotos y contenedores llenos de parachoques, que incitan a uno a sospechar su origen. Cuando cae la noche, comienza otra vida social, la que quita el sue?o a los vecinos.
"Los inviernos son m¨¢s tranquilos porque hace fr¨ªo, pero cuando llega el calor...", explica una se?ora que asegura que un atardecer del verano pasado unos ni?os la apedrearon mientras estaba sentada en un banco. Las carreras con coches robados, conducidos muchas veces por menores, son parte de la leyenda del barrio. Todos hablan de ellas. Unos badenes instalados hace un par de a?os en la calle de Besolla ya han calmado los aceleradores de los chavales. Pero los vecinos apuntan que lo que ha hecho ha sido trasladarlas a la cercana V¨ªa Lusitana, largu¨ªsima y con varios carriles. "Puede que gente de otros barrios y quiz¨¢ alguno de ¨¦ste venga y haga un aceler¨®n en una curva, pero lo normal", justifica Nica. "De noche es mejor no salir a la calle", advierte una anciana. "Aunque Pan Bendito es una zona complicada, policialmente no es un barrio inseguro", tranquiliza la portavoz policial.
Los pecados no se perdonan sin penitencia y, sin un replanteamiento de los programas sociales que no llegan a los vecinos que ilustran este reportaje, la absoluci¨®n parece lejos. Por primera vez Nica, el gitano, y Julio, el p¨¢rroco payo, coinciden en esta idea, porque despu¨¦s de muchos a?os viendo la vida tropezar han llegado a la conclusi¨®n de que "es bien distinto invertir en un barrio que trabajar en ¨¦l". Quiz¨¢ la reconciliaci¨®n podr¨ªa estar a la vuelta de la esquina.
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