Explotaci¨®n remunerada
"Nadie es m¨¢s esclavo que quien falsamente cree ser libre" (Johann W. Goethe)
Para millones de espa?oles hoy es un d¨ªa triste: ma?ana vuelve a ser lunes. A primera hora sonar¨¢ el despertador y se levantar¨¢n de la cama a rega?adientes para ir a trabajar, entrando en una rueda de la que no saldr¨¢n hasta el viernes por la tarde. Y dado que las empresas siguen creyendo que la "gesti¨®n t¨®xica" de sus colaboradores es la m¨¢s eficiente para multiplicar sus tasas anuales de crecimiento y lucro, para muchos la palabra "trabajo" sigue siendo sin¨®nimo de "obligaci¨®n", "monoton¨ªa", "cansancio", "aburrimiento" y "estr¨¦s".
De hecho, la gran mayor¨ªa de la poblaci¨®n activa espa?ola trabaja porque no le queda m¨¢s remedio. Es una simple cuesti¨®n de supervivencia econ¨®mica. Por medio del control del capital, que se traduce en el pago de salarios a finales de cada mes, las empresas se han convertido en las instituciones predominantes de nuestra era. No s¨®lo condicionan y limitan nuestro estilo de vida, sino que son due?as de nuestro tiempo y de nuestra energ¨ªa. Incluso hay quien dice que la esclavitud y la explotaci¨®n no se han abolido. Tan s¨®lo se han puesto en n¨®mina.
En consultoras, auditoras y despachos de abogados, los j¨®venes trabajan de sol a sol, aunque su contrato estipule otra cosa
Cuando los ejecutivos escalan a la cima de la organizaci¨®n reproducen las pr¨¢cticas nocivas que vivieron anteriormente
Como consecuencia de este contexto socioecon¨®mico, cada vez m¨¢s trabajadores detestan su empresa, no soportan a su jefe y odian su profesi¨®n. Lo cierto es que muchos est¨¢n dejando de creer en la felicidad. Basta con ver la cara de la gente por las ma?anas en los vagones del metro o en los atascos de tr¨¢fico. Algunos soci¨®logos afirman que padecemos una epidemia de "falta de sentido", lo que a su vez est¨¢ ocasionando una enfermedad psicol¨®gica, m¨¢s conocida como "vac¨ªo existencial". Debido a esta saturaci¨®n de insatisfacci¨®n colectiva ya hay quien nos define como "la sociedad del malestar".
Esta situaci¨®n es especialmente alarmante en el ¨¢mbito de la consultor¨ªa, la auditor¨ªa y los grandes despachos de abogados. Lo curioso es que se trata de sectores donde, en general, los profesionales han tenido la oportunidad de estudiar en la universidad y de cursar un MBA en alguna escuela de negocios. Y no s¨®lo eso. A diferencia de la mayor¨ªa, los j¨®venes de entre 22 y 30 a?os de edad que ahora mismo pueblan los despachos de estas corporaciones han gozado del privilegio de elegir su carrera profesional.
A pesar de trabajar en conocidos edificios de oficinas y de vestir elegantes trajes y corbatas, son sectores profesionales donde la explotaci¨®n est¨¢ a la orden del d¨ªa. En el contrato laboral de estos j¨®venes ejecutivos se estipula que el horario es de nueve de la ma?ana a siete de la tarde, pero normalmente hay tanto por hacer que nadie se marcha antes de las nueve de la noche. En algunos casos, la jornada se alarga hasta las dos de la madrugada. Con el tiempo, muchos se acostumbran, como si no tuvieran alternativa.
Cuando las puntas de trabajo disminuyen, tan s¨®lo los empleados m¨¢s valientes se atreven a salir a su hora, siendo demonizados por sus jefes y gan¨¢ndose, adem¨¢s, la desaprobaci¨®n de alguno de sus compa?eros. De ah¨ª que prevalezca el calentar la silla, que consiste en quedarse sentado delante del ordenador haciendo ver que se trabaja hasta que empieza a irse todo el mundo a casa. Como ant¨ªdoto contra el aburrimiento, muchos navegan y chatean durante esas horas muertas por las redes sociales, entre las que destaca Facebook. Est¨¢n de cuerpo presente, pero de mente y coraz¨®n ausentes.
Otro rasgo en com¨²n de este ¨¢mbito laboral es la falta de ilusi¨®n, de motivaci¨®n e incluso de inter¨¦s por el trabajo que se desempe?a a lo largo del d¨ªa. Muchos profesionales reconocen que no saben cu¨¢l es su funci¨®n ni su cometido, y otros, debido al cansancio acumulado, van literalmente arrastr¨¢ndose por los pasillos. En general, muy pocos creen en lo que hacen. Pero siguen fichando cada lunes. Dado que no han descubierto cu¨¢l es su prop¨®sito existencial ni su vocaci¨®n profesional, terminan atrapados en las mazmorras del conformismo y la resignaci¨®n. No les gusta lo que hacen, pero tampoco tienen ni idea de lo que les gustar¨ªa hacer. Y esta falta de direcci¨®n y de sentido los mantiene anclados en el malestar.
Eso s¨ª, desde fuera, su profesi¨®n es valorada, reconocida y respetada por la sociedad. Sin embargo, esta percepci¨®n social no tiene nada que ver con la realidad. Estos j¨®venes ejecutivos malviven presos en jaulas de oro. Al no cuestionar su situaci¨®n, ni atreverse a seguir su propio camino en la vida, son v¨ªctimas y verdugos de s¨ª mismos, de sus miedos e inseguridades. Y mientras tanto, en los despachos de arriba, donde habitan los altos directivos que los controlan, hace tiempo que se les bautiz¨® perversamente como "tontos ¨²tiles".
Por un sueldo medio de entre 1.100 y 1.800 euros al mes -una miseria en relaci¨®n con lo que sus empresas cobran a los clientes por sus servicios-, estos j¨®venes entregan literalmente su vida a la corporaci¨®n que representan. Algunos llevan quemados tanto tiempo, que terminan causando baja por depresi¨®n, abandonando este tipo de organizaciones por la puerta de atr¨¢s. Pero muchos se quedan toda la vida, subiendo un escal¨®n tras otro por una escalera que creen que les conducir¨¢ al ¨¦xito y, en consecuencia, a la felicidad. Sin embargo, por el camino se pierden a s¨ª mismos.
Desconectados de los valores que nos hacen verdaderamente humanos, finalmente llegan hasta la cima, donde son nombrados socios y remunerados con abultados sueldos. Y desde su nueva posici¨®n de poder imponen las mismas nocivas condiciones laborales a sus colaboradores, reproduciendo una cultura organizacional tan destructiva como carente de sentido. Para estos ejecutivos ma?ana todo volver¨¢ a comenzar. Y muchos de ellos, nada m¨¢s reencontrarse en la oficina, se saludar¨¢n de forma breve, pero elocuente:
-?C¨®mo est¨¢s?
-De lunes. ?Y t¨²?
-Con ganas de que llegue ya el viernes.
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