La hora del impuesto Robin Hood
El sector bancario ocupa un lugar singular en la econom¨ªa. Wall Street, la City de Londres, Francfort y otros centros financieros, tan vitales como tendentes a la crisis, son el coraz¨®n palpitante de la econom¨ªa, que inyecta liquidez a trav¨¦s de las arterias de la industria tanto a escala nacional como mundial. Cuando sufren una arritmia financiera, como en la dura crisis de septiembre de 2008, la econom¨ªa de todo el mundo se arriesga a sufrir una muerte s¨²bita.
Entonces se recurre a los sistemas de reanimaci¨®n. La Reserva Federal, el Banco Central Europeo y el Banco de Inglaterra, los proveedores supremos de liquidez, no s¨®lo salvan a los bancos, sino que tambi¨¦n protegen sus beneficios. El se?oreaje de los bancos centrales (ingresos obtenidos por el privilegio de crear dinero) se comparte a efectos pr¨¢cticos con los principales bancos al prestarles fondos a tasas de inter¨¦s cercanas a cero para pr¨¦stamos por adelantado con diferencial.
Una parte considerable del impuesto bancario deber¨ªa utilizarse para reducir el d¨¦ficit
Europa deber¨ªa tomar la iniciativa e intentar por todos los medios que EE UU se adhiera
As¨ª fue como la Reserva Federal logr¨® que Wall Street alcanzara beneficios r¨¦cord en 2009, pese a los incre¨ªblemente malos balances de los bancos y su comportamiento, hasta entonces imprudente. La Reserva Federal inyect¨® m¨¢s de un bill¨®n de d¨®lares de liquidez nueva en el sistema financiero y, como era de esperar, Wall Street consigui¨® unos beneficios calculados en 55.000 millones o m¨¢s. Con una sonrisita de complicidad, los banqueros de Wall Street lograron acceder tambi¨¦n a su participaci¨®n en el se?oreaje, por la friolera de 20.000 millones de d¨®lares en bonus de fin de a?o, sin contar siquiera las opciones sobre acciones no ejecutadas.
Las instituciones financieras m¨¢s importantes, en particular los principales intermediarios de los bancos centrales como Barclays, Deutsche Bank y Goldman Sachs, ocupan por tanto una muy buena situaci¨®n en el sistema. Se trata de servicios p¨²blicos de pleno derecho, ¨®rganos vitales para la econom¨ªa que deben sus recompensas financieras y cables de salvamento a la proximidad con las imprentas de los bancos centrales. Las enormes primas se dan a?o s¨ª y a?o tambi¨¦n, tanto si nieva como si brilla el sol, sea ¨¦poca de vacas gordas o de vacas flacas.
Los banqueros con visi¨®n de futuro cayeron en la cuenta hace tiempo de que ellos tambi¨¦n deber¨ªan compartir el se?oreaje; por supuesto, no con nosotros, los ciudadanos, sino con las autoridades p¨²blicas que controlan la Reserva Federal y Hacienda. El sector financiero es el mayor lobby en EE UU y tambi¨¦n el que m¨¢s dinero dona para las campa?as electorales. El dinero de la Reserva Federal s¨ª se reparte, eso est¨¢ claro. No hay duda de que lo mismo ocurre en Londres, Par¨ªs, Tokio y otros lugares.
Nos dicen que los bonus de los banqueros son necesarios para que estos h¨¢biles t¨¦cnicos (los que casi nos arruinan a todos) no abandonen el barco. Pero ?ad¨®nde ir¨ªan? Lo que los economistas llamar¨ªan el "coste de oportunidad" de los banqueros (el mejor salario que podr¨ªan conseguir fuera del sector bancario) ser¨ªa considerablemente inferior sin el se?oreaje. Y eso duele.
Los pol¨ªticos empiezan por fin a dar la cara ante la desfachatez de estos contubernios. Los presidentes Obama y Sarkozy, el primer ministro Brown y la canciller Merkel han exigido hace poco un nuevo impuesto bancario para recuperar parte del se?oreaje, al igual que han hecho otros gobiernos del G-20. Y justo a tiempo, ya que los ciudadanos han puesto el grito en el cielo ante la injusticia de la situaci¨®n y los sangrantes megad¨¦ficits de los presupuestos nacionales. Naturalmente, la aplicaci¨®n de impuestos no es m¨¢s que una peque?a parte de una estrategia coherente para reformar el sector bancario que incluya impuestos, nuevas normativas sobre endeudamiento y remuneraci¨®n, controles para los mercados de derivados y pol¨ªticas monetarias m¨¢s estables que en la era Greenspan-Bernanke.
Por consiguiente, si los ciudadanos se mantienen atentos, se comenzar¨¢ a aplicar un impuesto bancario en las principales econom¨ªas del G-20. Pero, ?qu¨¦ deber¨ªamos exigir de semejante impuesto? Para los que llevamos a?os defendiendo que el sector financiero pague m¨¢s impuestos las respuestas son bien conocidas. Deber¨ªamos exigir armon¨ªa fiscal internacional para que los bancos no se limiten a trasladar sus libros de cuentas a los para¨ªsos fiscales con los impuestos m¨¢s bajos. Deber¨ªamos exigir una base imponible transparente y recaudable que se centre en las principales instituciones financieras, con un impuesto que se aplique al pasivo del banco o a alguna combinaci¨®n del pasivo y determinadas transacciones financieras. La Administraci¨®n de Obama ha propuesto hace poco gravar el pasivo. En cualquier caso, un objetivo esencial deber¨ªa ser recuperar parte de los beneficios de los que s¨®lo disfrutan los grandes bancos. Y deber¨ªamos exigir justicia en el uso de los fondos, en particular tras las promesas fiscales rotas y las esperanzas incumplidas de justicia econ¨®mica.
Europa tiene una funci¨®n primordial que desempe?ar en esta cuesti¨®n. Varios gobiernos importantes, entre ellos Francia, Reino Unido y Alemania, se muestran ahora partidarios de gravar las transacciones, al igual que el Parlamento Europeo. La idea cuenta con un amplio apoyo popular. Los l¨ªderes europeos deber¨ªan tomar la iniciativa, e intentar por todos los medios que EE UU se adhiera, pero seguir adelante de todos modos, incluso si EE UU no lo hace. Una parte considerable de la tasa bancaria deber¨ªa utilizarse para reducir el d¨¦ficit, como reflejo de la perentoria necesidad de solvencia fiscal en todos nuestros pa¨ªses. Pero parte del mismo deber¨ªa utilizarse para los m¨¢s pobres entre los pobres del mundo. Como siempre, han sido ellos quienes se han llevado la peor parte de los desmanes financieros y visto la impudicia de las primas bancarias, adem¨¢s de muchas m¨¢s promesas rotas de ayuda mundial.
El reservar parte del impuesto para ayuda al desarrollo contribuir¨ªa a garantizar que la ayuda fluyera y tambi¨¦n a armonizar la carga de la ayuda. Resulta curioso que las propuestas de Obama hayan pasado por alto este elemento crucial, pero este descuido es tristemente coherente con la tendencia de EE UU a no aportar su parte correspondiente para la ayuda al desarrollo. Destinar a este fin parte de una tasa bancaria armonizada a escala mundial ayudar¨ªa a asegurar a los donantes de todo el mundo que EE UU y otros donantes rezagados cumplir¨¢n los criterios internacionales para el reparto de la carga. Dado que Wall Street caus¨® esta crisis, los argumentos a favor de este reparto justo son todav¨ªa m¨¢s v¨¢lidos.
En 2005, en Gleneagles (Escocia), el G-8 prometi¨® solemnemente duplicar la ayuda anual a ?frica para 2010, aproximadamente 30.000 millones de d¨®lares adicionales cada a?o. Como era de suponer, este a?o se han quedado cortos en unos 20.000 millones de d¨®lares. Lo que los banqueros de Wall Street se llevan en bonus al final de a?o en un mal a?o no puede conseguirlo el poderoso G-8 para 800 millones de las personas m¨¢s pobres y hambrientas del mundo, ni siquiera para cumplir una promesa expl¨ªcita y repetida a menudo. No hay mejor uso para el nuevo impuesto bancario que respetar esas promesas, y de ese modo construir una base predecible y fiable para la ayuda al desarrollo con vistas al futuro.
La cat¨¢strofe financiera podr¨ªa as¨ª suponer el principio de una verdadera reforma financiera en lugar de otra burbuja m¨¢s. Un impuesto bancario dedicado a la reducci¨®n del d¨¦ficit y a los pobres del planeta matar¨ªa tres p¨¢jaros de un tiro. Las operaciones bancarias realizadas por las principales instituciones financieras y otras empresas importantes volver¨ªan a ser consideradas como lo que deber¨ªan ser en realidad, un servicio p¨²blico, y nos rescatar¨ªan al menos en parte de la org¨ªa de avaricia desatada por la liberalizaci¨®n imprudente. Los criterios bancarios se armonizar¨ªan mejor en todo el G-20, y avanzar¨ªamos hacia una situaci¨®n de equilibrio regulatorio en lugar de la reciente carrera hacia el m¨ªnimo entre Nueva York, Londres y otros centros monetarios. Y se har¨ªa algo de justicia al demostrar que estamos dispuestos a cumplir nuestra palabra, cuando no cumplirla significa hambre, enfermedad, y la muerte de millones de las personas m¨¢s pobres del mundo. -
Jeffrey Sachs es director del Instituto de la Tierra y catedr¨¢tico de la Universidad de Columbia. Tambi¨¦n es asesor especial del secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon. Traducci¨®n de News Clips.
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