El genio de lo m¨ªnimo
Usted no podr¨ªa tener un tel¨¦fono m¨®vil en su bolsillo sin el matem¨¢tico Thomas Kailath. Gracias a sus investigaciones se dio el paso decisivo en la miniaturizaci¨®n de los chips
En el oto?o de 1957, nada m¨¢s llegar al Massachusetts Institute of Technology (MIT), Thomas Kailath recibi¨® el encargo, como el resto de sus compa?eros, de programar un gran ordenador IBM. Para Kailath, un veintea?ero procedente de la Universidad de Pune (India), era una papeleta, porque no hab¨ªa visto en su vida nada igual. Pero de inmediato qued¨® fascinado por el potencial de aquella m¨¢quina. Y supo que ah¨ª estaba su futuro. Idear nuevos caminos matem¨¢ticos para hacer m¨¢s potentes los ordenadores.
D¨¦cadas despu¨¦s, Kailath lograr¨ªa, mediante el desarrollo matem¨¢tico, romper una barrera hist¨®rica en la miniaturizaci¨®n de los chips. La barrera de los 100 nan¨®metros. Hasta hace unos a?os, se cre¨ªa que las caracter¨ªsticas m¨¢s peque?as que se pod¨ªan grabar en un chip eran de 100 nan¨®metros [un nan¨®metro es una millon¨¦sima parte de un mil¨ªmetro] ahora el l¨ªmite est¨¢ en 32. Y sigue bajando.
Una aportaci¨®n con grandes implicaciones. "Cuanto menor es el espacio entre los transistores de un microchip, mayor n¨²mero de ellos se puede incluir, con lo que aumenta su potencia", dice Kailath en conversaci¨®n telef¨®nica desde su casa de Palo Alto (California).
Nacido en Pune (India) hace 74 a?os, este matem¨¢tico e ingeniero acumula medallas, honores y premios conseguidos en m¨¢s de cuarenta a?os de actividad como profesor primero y titular despu¨¦s de la c¨¢tedra de Ingenier¨ªa Hitachi de la Universidad de Stanford, en California. Al impresionante palmar¨¦s se suma ahora el premio de la Fundaci¨®n BBVA Fronteras del Conocimiento 2009, en la categor¨ªa de Tecnolog¨ªas de la Informaci¨®n y la Comunicaci¨®n. Un premio que se otorga desde 2008 en ocho categor¨ªas, con una dotaci¨®n de 400.000 euros para cada una, lo que lo convierte en uno de los m¨¢s importantes del mundo.
La investigaci¨®n de Kailath ha sido especialmente valorada porque permiti¨®, en palabras del jurado, "fabricar circuitos integrados con componentes menores que la propia onda de luz usada para construirlos, el equivalente a trazar una l¨ªnea m¨¢s fina que la punta del l¨¢piz empleado".
"Es cierto que el ciudadano de a pie no conoce la importancia de sus trabajos", explica por correo electr¨®nico el presidente de la Sociedad de Procesado de Se?al, de la Universidad Carnegie Mellon (Estados Unidos), Jos¨¦ Manuel F. Moura, que propuso a Kailath para el premio. "Pero gracias a ellos, se han podido construir chips m¨¢s peque?os, con posibilidades de llevar billones de transistores y ser utilizados en tel¨¦fonos m¨®viles. Eso significa que los m¨®viles pueden funcionar como un ordenador. Que se pueden ver v¨ªdeos en ellos y escuchar m¨²sica. Todo eso ha hecho posible los iPhone, con los que la gente disfruta y se comunica".
El fulgurante avance de esta tecnolog¨ªa, que ha cambiado la faz del mundo, no deja de plantear notables riesgos. "Aumenta el hacking, y la seguridad de los sistemas est¨¢ cada vez m¨¢s amenazada", dice Kailath. "Por fortuna, se est¨¢ investigando a fondo en sistemas de cifrado para evitar que estas debilidades sean utilizadas por los terroristas. Al mismo tiempo, creo que habr¨ªa que concienciar m¨¢s a la gente sobre los riesgos de Internet. El potencial delictivo en la red es enorme".
La historia de Thomas Kailath es el sue?o de los miles de j¨®venes de todo el mundo que llegan a las universidades estadounidenses con una beca en el bolsillo. Pas¨® de una vida modesta en India, sin otra ambici¨®n que ser funcionario, a convertirse en una celebridad del mundo acad¨¦mico. Y fueron las matem¨¢ticas, pese a su escasa disposici¨®n inicial para la materia, las que le abrieron las puertas del ¨¦xito. "Tuve un gran profesor en India que se empe?¨® en que fuera el primero de la clase tambi¨¦n en matem¨¢ticas", recuerda. ?C¨®mo se hizo realidad este cuento de hadas? "Mi familia procede del Estado de Kerala. Somos cristianos. Y el padre de un amigo de la parroquia de mi ciudad, que se hab¨ªa doctorado en Estados Unidos, me inst¨® a solicitar una beca all¨ª. ?l conoc¨ªa gente importante. Envi¨¦ mi petici¨®n al MIT y a la Universidad de Harvard. Ambas instituciones me admitieron". Kailath se decidi¨® por el MIT. De ah¨ª dio el salto a la Universidad de Stanford, cuna de Google y Facebook, de la que ha sido profesor en activo hasta hace ocho a?os.
Kailath, que tiene la nacionalidad estadounidense desde 1976, es, obviamente, un entusiasta del sistema educativo del pa¨ªs.
"Estados Unidos es l¨ªder en tecnolog¨ªa y lo seguir¨¢ siendo por sus excelentes universidades y su capacidad de atraer inmigrantes", dice. "La educaci¨®n no es memor¨ªstica. A los ex¨¢menes se va cargado de libros para consultar. El estudiante recibe mucha informaci¨®n te¨®rica sobre la que basar su trabajo pr¨¢ctico". Empresas de primera fila en diversos campos tecnol¨®gicos patrocinan investigaciones orientadas a resolver problemas concretos de la propia compa?¨ªa, del Gobierno o del ej¨¦rcito.
Kailath cuenta que la investigaci¨®n que le llev¨® a obtener el premio de la Fundaci¨®n BBVA parti¨® de un reto que le propuso en 1990 un famoso matem¨¢tico estadounidense, Louis Auslander. El Gobierno de Washington, preocupado por la superioridad de la industria manufacturera de Jap¨®n, estaba dispuesto a invertir grandes sumas en superarla. Eso le permiti¨® a Kailath obtener un contrato para investigar en la industria de los circuitos semiconductores. Un terreno en el que nunca hab¨ªa entrado.
La actividad de Kailath no se ha limitado a la investigaci¨®n, ni a la docencia, aunque ha escrito m¨¢s de 400 textos y es miembro de varias academias de ingenier¨ªa. En 1980 se dej¨® contagiar por la fiebre empresarial de Silicon Valley, donde cofund¨® dos o tres empresas. Con la primera, Integrated Systems, creada en 1980 para investigar en procesado de se?ales, se hizo rico. Aun as¨ª, prefiri¨® no variar el tren de vida que llevaba como profesor ni dejar su casa en el campus de la Universidad de Stanford. Puso dinero en un trust pensando en sus cuatro hijos e invirti¨® en varias ONG auspiciadas por su esposa, hoy fallecida.
Su carrera empresarial no se ha parado. En 2003, ya alejado de la docencia, contribuy¨® a crear otra empresa relacionada con su campo de actividad. "He tenido mucha suerte. Dinero no necesito", dice. Por eso, la fabulosa suma del premio BBVA, "ir¨¢ a parar casi por completo a las fundaciones ben¨¦ficas que mont¨¦ con mi esposa Sarah para apoyar la educaci¨®n de gente sin recursos y ayudar a las mujeres". ?Y el resto? "Organizar¨¦ conferencias, encuentros restringidos de especialistas para discutir sobre los nuevos retos que afronta esta tecnolog¨ªa".
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