Vasili Smyslov, ex campe¨®n del mundo de ajedrez

Sufri¨® una ceguera casi total durante los ¨²ltimos a?os, pero esa carencia no le impidi¨® disfrutar hasta el final de sus tres grandes pasiones: el ajedrez (reproduciendo de memoria sus maravillosas partidas, y las de otros), la m¨²sica y Dios. Alto, pl¨¢cido, de andar pausado, muy simp¨¢tico, siempre cuidadoso con el lenguaje para no herir a nadie, culto, de maneras exquisitas, Vasili Smyslov conserv¨® la armon¨ªa (su palabra favorita) hasta el ¨²ltimo estertor, ayer, en un hospital de Mosc¨², tres d¨ªas despu¨¦s de cumplir 89 a?os.

"Mi estilo en ajedrez y mis preferencias musicales se inclinan a un ideal de perfecta belleza, de armon¨ªa esencial, que para m¨ª es la expresi¨®n m¨¢s alta de la espiritualidad". Esas palabras de Smyslov condensan su car¨¢cter y su vida. Hijo de un destacado ajedrecista, qued¨® subyugado por el carisma de dos campeones del mundo, el cubano Jos¨¦ Ra¨²l Capablanca y el alem¨¢n Emmanuel Lasker, que pasaron por Mosc¨² en 1934, cuando ten¨ªa 13 a?os. Pero su gran talento para el deporte mental no gan¨® la batalla contra la m¨²sica hasta 1952, cuando cay¨® en la segunda criba de una selecci¨®n de bar¨ªtonos para el Bolsh¨®i.

Armon¨ªa musical

Ni siquiera cuando se lanz¨® de lleno a su vocaci¨®n m¨¢s fuerte durante los tres decenios siguientes, la m¨²sica dej¨® de influirle: "Todo el mundo entiende lo que es la armon¨ªa musical. En el ajedrez, la armon¨ªa es la buena coordinaci¨®n de las piezas, el equilibrio en su ubicaci¨®n, y la capacidad de evaluar una posici¨®n de un simple vistazo, sin calcular variantes concretas. Tanto Mozart como Capablanca exhibieron mucha armon¨ªa, cada uno en su arte", me dijo en 1983, tras eliminar en Londres al h¨²ngaro Zoltan Ribli en las semifinales del Torneo de Candidatos, logrando as¨ª un r¨¦cord de longevidad: meses despu¨¦s, con 63 a?os, disput¨® (y perdi¨®) la final con Gari Kasp¨¢rov.

Muy religioso, cre¨ªa en las experiencias m¨ªsticas. Una de ellas fue la aparici¨®n en sue?os del inolvidable tenor italiano Enrico Caruso, en 1975: "Yo hab¨ªa cantado en casa de unos amigos. Esa noche, se me apareci¨® Caruso y comenz¨® a criticar mi t¨¦cnica porque respiraba mal. Acto seguido, me hizo practicar una forma distinta de respiraci¨®n y estuve largo rato ensayando con ¨¦l. Cuando me despert¨¦, ten¨ªa el pecho dolorido, como si hubiera estado toda la noche haciendo un esfuerzo".

Pero, detr¨¢s de tanta bondad y armon¨ªa, se escond¨ªa un tit¨¢n de la competici¨®n, por chocante que parezca. Sus tres duelos por el t¨ªtulo mundial con Mija¨ªl Botv¨ªnik, el gran patriarca del ajedrez sovi¨¦tico, est¨¢n entre los m¨¢s emocionantes y agotadores de la historia. Empat¨® el primero (12-12) en 1954; gan¨® el segundo (12,5-9,5) en 1957, y perdi¨® el tercero (12,5-10,5) en 1958. Aunque se haya apagado el cuerpo que conten¨ªa esa energ¨ªa feroz envuelta en suavidad y armon¨ªa, sus bell¨ªsimas partidas siguen ah¨ª, para demostrar que el ajedrez de los virtuosos es, sobre todo, un arte maravilloso.