Y Beckett se sali¨® con la suya
Di¨¢logo entre el actor Jos¨¦ Luis G¨®mez y el director Krystian Lupa en v¨ªsperas de enfrentarse en Madrid a 'Final de partida', su primera incursi¨®n en el autor irland¨¦s
Es parad¨®jico que una obra tan abierta a interpretaciones como Final de partida, de Samuel Beckett, siempre acabe apuntando al mismo sitio: el que conduce a nuestra propia herida. ?En qu¨¦ momento el padre dej¨® de ser padre para convertirse en tirano y en qu¨¦ momento el hijo dej¨® de ser hijo para convertirse en siervo? O, en otras palabras, ?en qu¨¦ momento se fastidi¨® todo? Krystian Lupa (uno de los grandes del teatro europeo, conocido por sus montajes de vocaci¨®n filos¨®fica a partir de textos de Bernhard, Musil, Dostoievski o Rilke) nunca hab¨ªa abordado al dramaturgo irland¨¦s. Ahora, y gracias a la insistencia de Jos¨¦ Luis G¨®mez, lo har¨¢ a partir del 10 de abril en el teatro La Abad¨ªa de Madrid.
Lupa: "Beckett es tan libre que no hace falta saltarse ni una palabra"
G¨®mez: "Para poder vivir tranquilos hace falta reparar la memoria"
G¨®mez: "En Polonia, la Iglesia se enfrent¨® a la dictadura; en Espa?a colabor¨®"
Lupa: "El ser humano necesita que le ataquen para construirse"
Para su versi¨®n de Final de partida, que Beckett escribi¨® entre 1954 y 1956, el director polaco ha sentado a G¨®mez en la silla de ruedas de Hamm, hombre ciego que ha desterrado todo sentimentalismo de su vida y que sin embargo, ya cerca de ese final de partida, implora a su lacayo Clov (que lleva toda una vida amenazando con irse sin irse) alguna palabra que pueda evocar su "coraz¨®n". Beckett parece hablar -aunque ¨¦l mismo dec¨ªa que nadie buscara explicaciones de Final de partida m¨¢s all¨¢ de la propia obra- de la soledad, la vejez, la inocencia, la desmemoria, la dependencia, el mal y, en definitiva, todo lo que esconde este grito del buf¨®n Clov: "Se me ha dicho, todos estos heridos de muerte, con qu¨¦ ciencia se les cuida".
El martes, frente al escenario de La Abad¨ªa, hab¨ªa una mesa de trabajo llena de libros, apuntes, botellas de agua y un mar¨ªa moliner. All¨ª, Lupa (Jastrzebiu, Zdr¨®j, Polonia, 1943) proyectaba su inmensa voz para explicar a Jos¨¦ Luis G¨®mez (Huelva, 1940) por qu¨¦ se resist¨ªa a llevar a escena al autor de Esperando a Godot.
Krystian Lupa. Con Beckett siempre he tenido la sensaci¨®n de estar ante textos muy dictatoriales. No hablo de los di¨¢logos, geniales, sino de las acotaciones. En un principio acept¨¦ hacer un Beckett si era una adaptaci¨®n muy libre. Pero mi imposici¨®n result¨® innecesaria porque lo que he aprendido aqu¨ª es que en el mundo de Beckett lo no hablado es tan enorme, tan libre e inmenso, que no hace falta saltarse una sola palabra.
Jos¨¦ Luis G¨®mez. Es la ventaja de lo no expl¨ªcito.
K. L. Era muy listo. Y como no pod¨ªa imponer un cambio en la est¨¦tica teatral de su tiempo escribi¨® de tal manera que impuso ese cambio desde el texto mismo. Sab¨ªa que tarde o temprano se saldr¨ªa con la suya. Los protagonistas de Final de partida o mienten o callan la mayor parte del tiempo. Y sin embargo, y ah¨ª est¨¢ el genio del autor, lo que de verdad quieren contar est¨¢ en todo momento presente. S¨®lo hay que saber llegar y comprender.
J. L. G. Eso me recuerda a una frase que el otro d¨ªa soltaste y que nos apuntamos religiosamente. "El cinismo representa con frecuencia la postura del metaf¨ªsico hacia el sentimentalismo omnipresente". Lo que hemos podido averiguar durante el trabajo que llevamos hecho es que estos personajes tienen un caudal emotivo forjado en el sufrimiento, en el dolor, en el ego¨ªsmo frustrado... y que las asociaciones y proyecciones que vemos de estos personajes son terriblemente realistas.
K. L. Es que Beckett no busca una forma literaria surrealista o antirrealista, aunque su mundo y su manera de observar lo que le rodeaba s¨ª lo era. Estoy convencido, aunque no todo el mundo lo perciba as¨ª, de que para Beckett Hamm es un personaje muy ¨ªntimo y secretamente muy personal.
J. L. G. Creo que es imposible entender esta obra sin asumir que est¨¢ escrita por un hombre profundamente marcado por la II Guerra Mundial, algo que refleja el testimonio que dej¨® de su trabajo en el hospital en la ciudad devastada de Normand¨ªa, Saint-L?. De alguna manera Final de partida es una memoria intensa y muy cifrada de ese tiempo.
K. L. Hasta la II Guerra Mundial estuvimos arraigados en la ilusi¨®n de que todos somos buenos, piadosos y humanos. Entonces, millones de estos piadosos obreros y sastres empezaron a matar a otros obreros y sastres de una forma que ni ellos mismos han podido comprender. Hemos encerrado la bestia en una jaula, pero no la hemos transformado.
J. L. G. Me parece que este texto tambi¨¦n est¨¢ significando para ti un enorme trabajo de introspecci¨®n. Un viaje a ti mismo.
K. L. Absoluta e inesperadamente. No cre¨ªa que este fuera a ser un viaje tan profundo. Lo que ha surgido aqu¨ª en el sentido intelectual es la erupci¨®n de un volc¨¢n que no puede parar. Si pudi¨¦semos seguir trabajando sobre esta obra ser¨ªa un trabajo sin fin. S¨¦ que los actores est¨¢is ya desesperados, pero uno descubre en cada momento nuevas perspectivas.
J. L. G. Vi hace poco la pel¨ªcula de Andrzej Wajda Katyn, que me parece admirable aunque s¨¦ que a los polacos no tanto. El caso es que nosotros no hemos tenido la suerte de tener una mirada tan valiente a nuestra propia memoria hist¨®rica. M¨¢s a¨²n, seguimos tropezando con una sociedad heredera de otra que pas¨® y hasta vemos c¨®mo un partido como la Falange presenta una querella contra Garz¨®n, el ¨²nico juez que ha intentado investigar los cr¨ªmenes de guerra. Para poder vivir tranquilos siempre hace falta un proceso de reparaci¨®n.
K. L. Pero ese proceso siempre ser¨¢ insatisfactorio. Hace falta un nuevo campo para que nazca un nuevo ser humano. Nosotros estamos demasiados aterrorizados. Y bajo esa oscuridad, bajo ese miedo, el ser humano ya no puede ver a otro ser humano. S¨®lo vemos enemigos. En Final de partida la relaci¨®n entre el miedo y el poder es muy interesante. El miedo a lo desconocido en el otro ser humano. Eso que por ignorancia llamamos enemigo. Sobre la pel¨ªcula de Wadja dir¨¦ que me parece que se entiende mejor fuera que dentro de Polonia.
J. L. G. En este montaje estamos hablando mucho de la filosof¨ªa de Simone Weil. No s¨¦ si sab¨ªas que hay voces dentro de la Iglesia que quieren canonizarla.
K. L. Ser¨ªa una gran estrategia de la Iglesia, pero todos sabemos que su catolicismo era her¨¦tico.
J. L. G. M¨¢s bien un cristianismo her¨¦tico. En Polonia, la Iglesia cat¨®lica fue beligerante con la dictadura, mientras que en Espa?a fue colaboradora con el r¨¦gimen. En cualquier caso, mi sensaci¨®n es que la Iglesia ha dejado poco camino para la espiritualidad... para ese algo que vibra en Final de partida: el homo religiosus.
K. L. Todos los personajes de Final de partida est¨¢n moralmente despiertos. Desde el nihilismo de Hamm hasta los padres que intentan de forma intuitiva rebelarse y que no quieren morir de forma ed¨ªpica. En la obra funciona esa enorme fuerza del ni?o que ha sentido da?o y mata y que siempre es la fuente principal del mal. Hamm es un rebelde que ha llegado al mal y despu¨¦s no sabe c¨®mo desprenderse de ¨¦l. Algo que a menudo nos ocurre: nos convertimos en recipientes del mal y los caminos al bien nos parecen hip¨®critas y repugnantes.
J. L. G. Fuiste estudiante sucesivamente de Bellas Artes y Cine, hasta que te echaron...
K. L. S¨ª, y estoy agradecido al destino. En el cine no hubiera cumplido ninguno de mis sue?os. Me echaron por cuestiones hom¨®fobas. Me atacaron por la pel¨ªcula que hice all¨ª. Aquel ataque despert¨® en m¨ª un instinto de lucha que hoy percibo como un regalo. Me permiti¨® saber hasta qu¨¦ punto era inmaduro y narcisista y me permiti¨® transformarme. El ser humano necesita que le ataquen para construirse.
Krystian Lupa dibuja una l¨ªnea roja al borde del escenario donde se representar¨¢ Final de partida. Suele hacerlo en la mayor¨ªa de sus montajes, dice que es su truco m¨¢gico. "Hay que pensarlo bien antes de atravesarla", advierte. ?l cree en el actor como oficiante: "Esta l¨ªnea es un s¨ªmbolo para tomar conciencia de la frontera que hay entre el p¨²blico y el actor". Jos¨¦ Luis G¨®mez habla entonces con orgullo del "peque?o" espacio que representa el teatro La Abad¨ªa. Y Lupa le responde: "Las butacas deben acabar en el lugar donde cae la piedra que lanza el actor, porque hay una frontera en la que la presencia humana pierde fuerza". "Y as¨ª, no perder nunca la distancia de peligro", a?ade G¨®mez.
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