Truenos vestidos de nazarenos
Dej¨® escrito Antonio Machado que era Don Guido "un se?or, de mozo muy jaranero, muy gal¨¢n y algo torero, de viejo gran rezador". Y muerto Don Antonio (entre el silencio eclesial), el hombre sensible, transparente, ecu¨¢nime, maestro de vocaci¨®n, resulta que esto de los santos oficios (as¨ª se le llamaba hace unos siglos a la Inquisici¨®n) tampoco ha cambiado tanto. Don Guido, el se?orito andaluz, "gran pagano" que "se hizo hermano, de una santa cofrad¨ªa, y el Jueves Santo sal¨ªa, llevando un cirio en la mano", era "aquel trueno, vestido de nazareno". ?Les suena?, ?les parece antiguo o algo as¨ª como una cr¨®nica po¨¦tica, profunda, de la realidad incuestionable de la Semana Santa. No se olviden que Machado tambi¨¦n escribi¨® La Saeta de Serrat que incre¨ªblemente tocan todas las bandas en la Semana Santa olvidando lo que dice: "¡¤?Oh!, no eres tu mi cantar/ no puedo cantar ni quiero/ a ese Jes¨²s del madero/ si no al que anduvo en la mar". Es decir, quiere al Cristo humano, al Cristo capaz de hacer frente al dolor humano, de superar la gigantesca miniatura del hombre y hacerle frente a la adversidad, y no al Cristo todopoderoso que jam¨¢s ejercita su poder, s¨®lo lo alardea entre las nubes, permitiendo que jud¨ªos y palestinos se sigan matando por ¨¦l para nada, que las mujeres sigan siendo v¨ªctimas de s¨ª mismas, es decir, de ser mujeres, de que los terremotos siempre asolen a los m¨¢s pobres (para que crean m¨¢s en ¨¦l, seg¨²n Munilla), de que los ni?os fueran y sean objeto sexual de tantos sacerdotes que se amparan en la fe y en su autoridad moral como los degenerados se amparaban en las chucher¨ªas para los hambrientos.
Si yo fuera Ratzinger, aquel pretor de la congregaci¨®n para la doctrina de la fe, algo as¨ª como la inquisici¨®n del siglo XX, que quemaba institucionalmente a los te¨®logos de la liberaci¨®n y a los jesuitas y a cualquier barriobajero que osara llevarle la contraria (a ¨¦l, no a Dios, ni a Jes¨²s, ni a San Jos¨¦, cuya carpinter¨ªa debi¨® de cerrarse por un Ere cuando San Pedro pill¨® las llaves de un piso en el cielo), si yo fuera Ratzinger, insisto sin pasi¨®n alguna, pasar¨ªa la Semana Santa en silencio ante los casos de pederastia. A la iglesia cat¨®lica nunca le ha supuesto mayor problema callar: ante Galileo, ante el nazismo, ante el fascismo, ante la guerra civil espa?ola, ante Pinochet, ante el SIDA en ?frica, ante la ablaci¨®n, ante todas las tonter¨ªas que le preocupan y le afectan a la humanidad. No s¨¦ por qu¨¦ no tiene que callar ahora ante la pederastia de sus sacerdotes, consiliarios, obispos y arzobispos. Ya se sabe que dentro de cien a?os pedir¨¢n perd¨®n por lo que hicieron sus tatarabuelos a aquellos ni?os que ya estar¨¢n muertos y cuyos delitos ya estar¨¢n prescritos. Ya sabemos, Don Antonio, qui¨¦n es Don Guido, no necesariamente sevillano, pero s¨ª aquel trueno vestido de nazareno.
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