"Las prostitutas tenemos muy pocos amigos en la izquierda"
La activista Pye Jakobson defiende que se legalice su trabajo
"Hartas" de aparecer como v¨ªctimas y de no tener voz propia, las trabajadoras del sexo reclaman el derecho a decidir sobre su cuerpo como ejercicio de libertad, aferradas a la bandera de los derechos universales. La activista sueca Pye Jakobson, con 24 a?os de prostituci¨®n a la espalda, pretende lograr ese click mental y "hacer a las personas pensar". Ya lo ha hecho ante el Parlamento de Inglaterra, en Hong Kong o Escocia. "A todo el mundo le gusta el dinero y el sexo; la combinaci¨®n no es tan complicada dentro del sistema capitalista". Precisamente en Suecia la ley tipifica como delito la compra de un servicio sexual desde el a?o 1999.
Impulsora del sindicato sueco Rose Alliance de "trabajadoras del sexo", Pye acudi¨® ayer a la Semana Galega da Filosof¨ªa que impulsa el Aula Castelao para reclamar igualdad no s¨®lo como mujeres sino como trabajadoras: "No son necesarias leyes especiales para m¨ª porque no soy tan diferente y crean m¨¢s problemas, tenemos que reconocer que esto es un trabajo". Lamenta adem¨¢s ese af¨¢n proteccionista de la sociedad y gobiernos como el de su pa¨ªs, cuya dicotom¨ªa moral se palpa a pie de calle: mientras se empe?an en "colgarnos la etiqueta de v¨ªctimas", el sexo cibern¨¦tico gana la carrera a la acera. Un colectivo, sostiene, siempre vinculado a las drogas, los abusos o el tr¨¢fico de personas y que, pese a esa realidad, reivindica la existencia tambi¨¦n de mujeres libres y "normales" que deciden tomar un camino que se recorre "con la cabeza, no con el est¨®mago".
"En el sur de Europa la situaci¨®n es m¨¢s honesta", expone la sindicalista
"Tenemos muy poco amigos en la izquierda [est¨¢n m¨¢s cerca de los liberales no conservadores] y me duele en el coraz¨®n", se?ala. En el sur de Europa la situaci¨®n es "m¨¢s honesta, m¨¢s pragm¨¢tica, porque no gusta pero se entiende". Sin embargo en su pa¨ªs la filosof¨ªa es otra. En este punto, dibuja una gruesa l¨ªnea divisoria entre prostituci¨®n y tr¨¢fico de mujeres e insiste en que, curtida como est¨¢ por las atroces historias de muchas compa?eras, la tragedia para ellas no fue vender su cuerpo sino haber sido forzadas o enga?adas.
Las razones de Jakobson pasan por la elecci¨®n libre ante la prueba de la supervivencia. Ella reclama la libertad de decidir si quiere "trabajar como mujer de la limpieza o sufrir m¨¢s y ganar el doble". "?sa es la opci¨®n de esa mujer, su cuerpo y su vida", a?ade. La realidad es que pese a las 3.000 trabajadoras del sexo que contabiliza la ponente en Suecia, s¨®lo 25 son activistas de un sindicato que sobrevive pr¨¢cticamente en la clandestinidad. Una asociaci¨®n de drogadictos les ha hecho un hueco en sus oficinas para que tengan donde reunirse. En su pa¨ªs, Pye no suele prodigarse. Podr¨ªa perder su piso.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.