En Espa?a tambi¨¦n, mal que os pese
Despu¨¦s de 40 a?os sin decir nada, gracias a las noticias que se han ido publicando casi a diario, he tenido que sufrir otra vez la angustia que los recuerdos me han evocado. He tenido la paciencia y la entereza de fingir que no iban conmigo, cosa no muy dif¨ªcil, pues todas ellas ten¨ªan un denominador com¨²n: todo ocurri¨® en "el extranjero". Aqu¨ª no pasa nada, tranquilos. En una carta publicada, o dos, tal vez tres, se defend¨ªa a la Iglesia, en otra se denunciaba el encubrimiento de los abusos. Alemania, Irlanda, EE UU... Tranquilos, aqu¨ª no pasa nada. Aqu¨ª no. Finalmente, y despu¨¦s de contar hasta cien, me decid¨ª. Escrib¨ª un correo electr¨®nico a las redacciones de cuatro peri¨®dicos en el que con toda la moderaci¨®n que me era posible dije que en Espa?a tambi¨¦n, me obligu¨¦ a se?alar uno de los lugares donde, si lo sabr¨¦ yo, se cometieron abusos contra ni?as por parte de religiosos.
No es que sea testigo, es que fui v¨ªctima y por ello s¨¦ de qu¨¦ hablo. No pretend¨ªa nada de lo que suponen, ni acusar, ni manchar, ni escandalizar, ni mucho menos, unirme a la jaur¨ªa que supuestamente acosa a esta instituci¨®n. Estaba introduciendo en los medios de comunicaci¨®n, un term¨®metro cuyo mercurio pretend¨ªa registrar el nivel de hipocres¨ªa, y no me ha sorprendido ver que los valores alcanzados han sido tan altos que casi estalla.
Me lo tem¨ªa. Ahora estoy algo m¨¢s sosegada, no tendr¨¦ que cavar fosas ni exhumar cad¨¢veres. Seguir¨¦ sepulta y olvidada; pero, gracias a ese t¨ªmido intento, un pensamiento nuevo ha alterado mi prolongado silencio; tal vez ellas tambi¨¦n lo hicieron y las ignoraron como a m¨ª. En eso he estado pensando mientras escrib¨ªa.
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