Ante la corrupci¨®n en el PP
La trama G¨¹rtel muestra en toda su crudeza que el proyecto pol¨ªtico de los actuales l¨ªderes de la derecha, de no mediar rectificaci¨®n, embrutece la vida pol¨ªtica espa?ola y la arrastra lejos de los niveles europeos
Si he de creerme las declaraciones de sus dirigentes, el PP ha sufrido con la trama G¨¹rtel una gran bribonada. En primer lugar, un grupo de estafadores, trapisondistas y sinverg¨¹enzas ajenos al partido montaron un tinglado con el que enriquecerse en ayuntamientos y comunidades aut¨®nomas gobernadas por los populares cobrando comisiones ilegales, logrando contratos a dedo, organizando pelotazos inmobiliarios y, en general, saqueando los recursos del Estado hasta donde pudieron o les dejaron la suerte y las circunstancias, sin olvidar reinvertir el producto de sus granjer¨ªas previo blanqueo en el extranjero de los millones logrados. Todo ello comenz¨® mientras el se?or Aznar, a la saz¨®n presidente del Gobierno, casaba a su hija en El Escorial -sarao al que asistieron como invitados distinguidos algunos de estos vividores- y dirig¨ªa los destinos de Espa?a con tal concentraci¨®n que descuid¨® lo que la corte de los milagros organizaba a sus espaldas, seg¨²n pudieron descubrir at¨®nitos los espectadores que el jueves pasado siguieran la entrevista en CNN+ de I?aki Gabilondo con la se?ora Cospedal, hoy secretaria general de ese mismo partido. Sobre que el saqueo se prolongara unos a?os m¨¢s en los feudos del PP de Madrid y Valencia quedamos de momento hu¨¦rfanos de explicaci¨®n. Nadie en el partido supo nada, ni es responsable de nada, ni asume naturalmente responsabilidad pol¨ªtica alguna por nada.
La derecha no logra incorporarse del todo a la gran tradici¨®n conservadora del resto de Europa
La campa?a orquestada contra Garz¨®n tiene mucho que ver con el sectarismo de los tribunales espa?oles
Para desgracia suya, la fren¨¦tica sucesi¨®n de acontecimientos de los ¨²ltimos meses en torno a la trama de corrupci¨®n, cuyo cl¨ªmax se ha alcanzado esta semana tras levantar el juez el secreto sobre casi 50.000 folios del sumario, ha dejado en nada el intento de los dirigentes de la derecha de establecer un cord¨®n sanitario entre los presuntos delincuentes y los pol¨ªticos implicados, convencida como est¨¢ la generalidad de los espa?oles de que no caben muchos distingos entre unos y otros. Los ciudadanos consideran de forma mayoritaria -incluido un notable porcentaje de votantes del Partido Popular-, como publica hoy EL PA?S, que Francisco Camps y Esperanza Aguirre son tambi¨¦n responsables de las tropel¨ªas de la trama G¨¹rtel en sus respectivos territorios, y que el l¨ªder del partido, Mariano Rajoy, siempre ha sabido m¨¢s de las andanzas de los corruptos de lo que ha venido en reconocer, a tenor de sus vacilaciones con el ex tesorero del partido, y a d¨ªa de hoy todav¨ªa miembro del Grupo Popular en el Senado, Luis B¨¢rcenas.
Son tantas y tan obscenas las colecciones de relojes de lujo, los bolsos, los trajes, alg¨²n yate, los inconfesables negocios inmobiliarios, los millones cobrados en comisiones diversas y las vergonzosas conversaciones grabadas entre los sospechosos que convierten en irrisorios, me parece a m¨ª, los intentos del PP y de sus terminales medi¨¢ticas de encapsular al partido de tanto desafuero, y sobre ello no vale la pena seguir discutiendo. M¨¢s me interesa, por el contrario, una reflexi¨®n en profundidad sobre la venalidad en la democracia espa?ola que vaya m¨¢s all¨¢ de la constataci¨®n m¨¢s o menos impotente del lamentable estado en que se encuentra la pol¨ªtica en este pa¨ªs. Hay que defender la democracia, sostiene Norberto Bobbio, aun cuando ¨¦sta sea ineficiente o corrupta. Y hay que hacerlo tambi¨¦n, me atrever¨ªa a a?adir yo, aun cuando la insensatez y la escasa cultura democr¨¢tica de gran parte de la clase pol¨ªtica, especialmente de una derecha que no logra incorporarse del todo a la gran tradici¨®n conservadora del resto de Europa, augure un triste futuro a la tarea.
Resulta conveniente recordar, por tanto, que el pre¨¢mbulo a la Constituci¨®n sent¨® en su d¨ªa la voluntad de establecer en Espa?a una "sociedad democr¨¢tica avanzada". Faltos de una definici¨®n m¨¢s restrictiva, se ha tendido a asociar el concepto de democracia avanzada con aquellos pa¨ªses que disfrutan de un grado m¨¢s elevado de derechos, libertades y garant¨ªas; pero tambi¨¦n de pr¨¢cticas y procedimientos del conjunto de sus instituciones y, en particular, de la justicia y los partidos pol¨ªticos: lo que podr¨ªamos considerar como el cielo de la democracia, por contraposici¨®n al purgatorio y aun al infierno al que est¨¢n sometidos millones de habitantes del planeta; o tambi¨¦n la AAA de la democracia, por utilizar otra taxonom¨ªa muy en boga en estos tiempos de descalabros financieros. No resulta necesaria harta sagacidad para concluir que Espa?a no s¨®lo no ha logrado en estas tres d¨¦cadas situarse al nivel de los pa¨ªses con mejores pr¨¢cticas, ni por lo que respecta a los partidos ni a los tribunales, sino que ahora se corre serio riesgo de descender a¨²n m¨¢s pelda?os en esta particular escalera al infierno si, como todos los sondeos parecen apuntar, la derecha gana las pr¨®ximas elecciones sin haber purgado previamente su papel central en el esc¨¢ndalo de G¨¹rtel y otros (Matas, Fabra), y asumido las consecuencias que de ello se derivan.
No voy a insistir en lo obvio: la crisis econ¨®mica que desde hace dos a?os castiga a Espa?a con una ferocidad desconocida para toda una generaci¨®n, la impericia de los socialistas en comprender desde el primer momento los peligros de todo tipo que ¨¦sta comportaba y el comprensible retraimiento de una parte de los votantes de izquierda explican por qu¨¦ los sondeos colocan de momento a Mariano Rajoy en La Moncloa tras las elecciones que previsiblemente se celebrar¨¢n en 2012. Por lo dem¨¢s, y en lo que respecta a la corrupci¨®n, no creo que a estas alturas quepa duda alguna de que un eventual triunfo de la derecha traer¨¢ como correlato autom¨¢tico el discurso que ya hemos o¨ªdo en su versi¨®n m¨¢s arrabalera e iletrada en los m¨ªtines de Camps, Fabra o la siempre desaforada Rita Barber¨¢. Los votos cosechados, han dicho todos ellos de una forma u otra, exp¨ªan los abusos cometidos, y el pueblo, el mejor tribunal en ¨²ltima instancia, les absuelve as¨ª de los cargos que de forma atrabiliaria les atribuyeron jueces prevaricadores, fiscales partidistas y una polic¨ªa manejada a su antojo por un Gobierno socialista constituido en r¨¦gimen y decidido a liquidar la oposici¨®n. Para lograr sus objetivos, los socialistas no paran en mientes, seg¨²n han afirmado tanto la se?ora Cospedal como el se?or Cascos, vicepresidente con Aznar, respaldados de forma oficial por el partido este mismo viernes. Y as¨ª los espa?oles han tenido que escuchar de dirigentes cuyas declaraciones no tolerar¨ªa ning¨²n partido democr¨¢tico en Europa c¨®mo los polic¨ªas trucan las pruebas del sumario o el Ministerio del Interior monta un sistema de escuchas ilegales contra la oposici¨®n pol¨ªtica.
El que resulte estramb¨®tica no convierte esta hez en menos peligrosa, y convendr¨ªa no menospreciar su capacidad de desestabilizaci¨®n. La campa?a que orquestaron los dirigentes populares contra Baltasar Garz¨®n desde el mismo fin de semana que el juez encarcel¨® al cabecilla de la trama tiene mucho que ver con el irrespirable clima que se ha creado en los tribunales espa?oles, sectarios y cargados de ideolog¨ªa, en los que el magistrado puede ver liquidada su carrera ante el asombro del resto del mundo.
Mucho me temo que los actuales dirigentes de la derecha sean incapaces de rectificar el rumbo pol¨ªtico cuyos principales rasgos he descrito antes, a los que cabr¨ªa a?adir unos cuantos m¨¢s ensayados con car¨¢cter previo en Madrid y Valencia. El desaire a los periodistas, a los que se ignora o se les contesta con excentricidades, obviando que es a los ciudadanos a los que verdaderamente se dirige este desprecio y que en las democracias occidentales el poder se somete cada d¨ªa al escrutinio de la opini¨®n p¨²blica, o al menos a aquella parte de la opini¨®n p¨²blica que le interroga. La deformaci¨®n masiva de la realidad mediante la manipulaci¨®n de los medios de comunicaci¨®n social p¨²blicos, y aun de aquellos privados que gustosamente contribuyen a cambio de d¨¢divas y privilegios de todo tipo. La bastarda contraposici¨®n de un poder del Estado, el Ejecutivo, a todos los dem¨¢s, especialmente al judicial cuando ¨¦ste no se pliega de grado a sus exigencias, como se ha visto con Garz¨®n o, en otro orden de cosas, con Caja Madrid. Todo ello muestra, en mi opini¨®n, que el proyecto pol¨ªtico de los actuales l¨ªderes de la derecha para los espa?oles, de no mediar rectificaci¨®n, se reduce, en cuanto a libertades democr¨¢ticas se refiere, a un bonapartismo sin carisma en el que el principio caudillista de legitimidad acaba embruteciendo y desfigurando una vida pol¨ªtica que deber¨ªa transcurrir, pasados m¨¢s de 30 a?os de la aprobaci¨®n de la Constituci¨®n, por v¨ªas m¨¢s homologables con el resto de Europa. Todo ello estaba ah¨ª, en mayor o menor medida, antes del esc¨¢ndalo. La trama corrupta lo ha exacerbado hasta el esperpento actual. ?sas son, creo yo, las verdaderas consecuencias del caso G¨¹rtel, de las que Rajoy y los suyos no quieren, no pueden o no saben desuncirse, y que impide contar con el PP vigoroso y preparado que Espa?a necesita para asumir la gobernaci¨®n sin lastre alguno. Una bribonada, en efecto. Pero no contra el PP, como pretenden, sino contra la mitad del electorado que leg¨ªtimamente les elige para encarnar y defender sus sue?os de progreso, primero, y contra el conjunto de la ciudadan¨ªa despu¨¦s.
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