Sempr¨²n y las fosas de Katyn (y Garz¨®n)
Jorge Sempr¨²n naci¨® en Madrid en 1923, se exili¨® en Francia en 1939, form¨® parte de la Resistencia, estuvo preso en un campo de concentraci¨®n nazi, luch¨® contra Franco en la clandestinidad, fue disidente antiestalinista y ministro de un Gobierno socialista en Espa?a. Adem¨¢s, Sempr¨²n es un gran escritor. En pocas personas la vida y ese oficio avanzan tan unidos: es a la vez autor y protagonista de gran parte de su obra. No es casual que as¨ª sea, pues su biograf¨ªa es en s¨ª misma novelesca.
Pero hay algo en esa biograf¨ªa que no resulta exactamente novelesco, aunque s¨ª admirable: Sempr¨²n ha estado en cada momento en el lugar en el que hab¨ªa que estar. No es dif¨ªcil hallar personajes que, al contrario, se caracterizan por llegar siempre tarde, cuando el peligro ha pasado; personas que se sintieron sinceramente antifranquistas, pero s¨®lo despu¨¦s de la muerte de Franco, o cinco minutos antes; combatientes de la Resistencia cuando la Divisi¨®n Leclerc desfilaba ya por los Campos El¨ªseos; cr¨ªticos con las dictaduras del Este europeo despu¨¦s de la ca¨ªda del Muro.
Tres meses despu¨¦s de su liberaci¨®n, el campo nazi de Buchenwald fue reabierto por los sovi¨¦ticos
Una memoria compartida implica reconocimiento por la democracia de las v¨ªctimas de ambos bandos
No es necesario recordar que Sempr¨²n no aguard¨® a que la historia decidiera de qu¨¦ lado estaba la raz¨®n, o al menos las mejores razones, para comprometerse con una causa que result¨® la m¨¢s humana, o la menos inhumana, de cada momento.
El lunes pasado estuvo en Buchenwald, el campo nazi en el que fue recluido a sus 19 a?os. En su discurso, cuyo contenido hab¨ªa adelantado en EL PA?S una semana antes, consider¨® que Buchenwald es un lugar id¨®neo para hablar de Europa (de la tragedia de la Europa del siglo XX), pues tan s¨®lo tres meses despu¨¦s de ser liberado por los aliados fue reabierto por los sovi¨¦ticos que ocupaban esa zona de Alemania. Y a?adi¨®, teniendo a la vista la chimenea del crematorio nazi y el bosque plantado por las autoridades de la RDA para ocultar las fosas comunes en las que enterraron a miles de presos del campo, que s¨®lo tras la ca¨ªda del Muro pudo Buchenwald "asumir sus dos memorias, su doble pasado" nazi y estalinista.
Cuando escribi¨® el art¨ªculo ignoraba que dos d¨ªas antes de leerlo en Buchenwald se producir¨ªa el accidente a¨¦reo en el que perecieron el presidente y gran parte de la c¨²pula del Estado polaco, que se dirig¨ªan precisamente a rendir homenaje a las v¨ªctimas de la matanza de Katyn, un bosque pr¨®ximo a la ciudad rusa de Smolensk en el que fueron asesinados en 1940 por los sovi¨¦ticos miles de soldados y gran parte de la ¨¦lite dirigente polaca. Ese nombre ha quedado unido para siempre a la infamia, adem¨¢s, porque durante decenios los sovi¨¦ticos aseguraron que la matanza la hab¨ªan perpetrado los nazis.
Las dos memorias. El mismo d¨ªa en que Sempr¨²n le¨ªa su discurso en Buchenwald, se publicaba en La Vanguardia un memorable art¨ªculo en el que Antoni Puigvert rese?aba un libro de Miquel Mir y Mariano Santamar¨ªa sobre la violencia anticlerical en la Catalu?a republicana de 1936, cuyas atrocidades no difieren mucho, dice Puigvert, de las que sufrieron los republicanos asesinados con extrema impiedad por patrullas falangistas en la zona ocupada por Franco. El argumento de que no es comparable una violencia con la otra, aduciendo que la de los franquistas fue sistem¨¢tica mientras la otra era obra de incontrolados y fruto de la justa ira popular, o porque no es equiparable el n¨²mero de v¨ªctimas de un lado y otro, pesa poco para cada memoria humana particular, a la que la estad¨ªstica dif¨ªcilmente aporta consuelo.
Las v¨ªctimas del lado franquista ya tuvieron su reconocimiento en los 40 a?os posteriores, se alega tambi¨¦n. Pero de lo que se trata es de la asunci¨®n de las dos memorias; el reconocimiento por la Espa?a democr¨¢tica de todas las v¨ªctimas injustamente asesinadas en ambos bandos es condici¨®n para fundar una memoria compartida. Pareci¨® as¨ª establecido hasta hace poco, pero la herida ha vuelto a sangrar y el tema est¨¢ ahora m¨¢s candente que nunca por el inminente juicio al juez Garz¨®n.
Paul Watzlawik teoriz¨® hace a?os sobre lo que llam¨® ultrasoluciones: la f¨®rmula infalible para convertir un problema en irresoluble es buscarle una soluci¨®n tan extrema que provoque el caos. Garz¨®n busc¨® una soluci¨®n exagerada para atender al amparo solicitado por familiares de v¨ªctimas del franquismo que quer¨ªan inhumar a sus deudos, y, queriendo justificar su competencia como juez penal en el caso, tom¨® iniciativas cada vez m¨¢s radicales, incluyendo una reinterpretaci¨®n de la Ley de Amnist¨ªa de 1977 como equivalente a las de punto final del Cono Sur. Con efectos fuera del marco judicial, tan delirantes como el surgimiento de voces que reclaman la derogaci¨®n de la Amnist¨ªa de 1977 con el argumento de que fue un autoindulto franquista. O el deslizamiento desde la deslegitimaci¨®n de la Transici¨®n, por haber permitido gobernar a los herederos del franquismo, a la del Estado democr¨¢tico.
Al aceptar a tr¨¢mite las querellas por prevaricaci¨®n, el magistrado Varela tambi¨¦n opt¨® por la v¨ªa de la ultrasoluci¨®n. La prevaricaci¨®n no s¨®lo es un delito grav¨ªsimo; tambi¨¦n lo son, al margen de cu¨¢l sea la sentencia, las consecuencias del enjuiciamiento mismo, que implica la suspensi¨®n cautelar del magistrado (y el cuestionamiento de su autoridad moral). Los argumentos para dar v¨ªa libre al procedimiento contra Garz¨®n (lo afirmado en la querella "no es algo que pueda considerarse ab inicio ajeno al tipo penal de la prevaricaci¨®n, al menos como hip¨®tesis", etc.) podr¨ªan ser empleados por querellantes audaces contra Varela, como ya han anunciado dos asociaciones de memoria. Seguramente hay muchas personas contrarias a las iniciativas de Garz¨®n, pero m¨¢s contrarias a que por ellas se le inhabilite. Lo cual tal vez explique en parte esta ola aparentemente imparable que nos anega.
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