Toros y literatura
Los defensores de la fiesta de los toros se han agarrado a la literatura y el arte como a un clavo ardiendo. Citan a Goya y Picasso, a Lorca y a Miguel Hern¨¢ndez, a Hemingway y a Alberti para demostrar el car¨¢cter art¨ªstico de la muerte y tortura del toro en la plaza.
Convertir la literatura y el arte en fuente de autoridad es m¨¢s que discutible. Si convertimos las inclinaciones literarias en justificaciones ¨¦ticas podr¨ªamos llevarnos m¨¢s de un susto. Hemingway no era s¨®lo amante de la fiesta de los toros, sino tambi¨¦n de las cacer¨ªas de leones, elefantes y animales salvajes hoy protegidos. El inefable Faulkner -es doloroso pero cierto- destilaba un pensamiento segregacionista t¨ªpicamente sure?o; los rom¨¢nticos defendieron el suicidio como la libertad suprema de la existencia y los simbolistas consideraron el alcohol y las drogas como la mano que aparta las veladuras hacia el inconsciente creador. Gran parte de las mejores novelas de aventuras defienden los imperios coloniales; la generaci¨®n perdida ensalz¨® el alcohol y la aventura sin l¨ªmites; los escritores beat nos condujeron por las carreteras de los para¨ªsos artificiales... ?Hay que convertir toda esa magn¨ªfica literatura en argumento de autoridad para el racismo, la defensa del imperialismo, la matanza de animales o el consumo de drogas? Evidentemente no.
Adem¨¢s, los defensores art¨ªsticos de la Fiesta ocultan sibilinamente la n¨®mina de escritores que no contemplaban con agrado este espect¨¢culo o que se manifestaron rotundamente en contra, como es el caso de Lope de Vega, Quevedo, Larra, Antonio Machado, Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, Benavente, Miguel Delibes y toda la n¨®mina de pensadores de la Ilustraci¨®n espa?ola. Los textos de estos autores que hablan de barbarie, tortura, suplicio, crueldad o inhumanidad, han sido convenientemente silenciados. Pero es que, adem¨¢s, se produce una curiosa metonimia en las citas de algunos de los autores protaurinos. Cada referencia al toro bravo como animal se transmuta, por arte de birlibirloque, en una defensa de la fiesta de los toros, cuando realmente su significado era muy diferente. Muerte, sexo, tragedia est¨¢n m¨¢s cerca del simbolismo taurino que de la defensa de los toros como fiesta. Incluso en la mayor parte de los dibujos de Goya es dif¨ªcil no reparar en las jaur¨ªas de perros, carrozas con personajes grotescos y garruchas afiladas, m¨¢s cercanos a sus pinturas negras que a la exaltaci¨®n taurina. Especialmente la generaci¨®n del 27 convirti¨® la figura del toro en met¨¢fora de Espa?a y de su destino dram¨¢tico. El toro de lidia, sin libertad, acosado, humillado y torturado es el s¨ªmbolo de la tragedia espa?ola y tambi¨¦n la imagen de la guerra.
Interpretar las alusiones taurinas de Miguel Hern¨¢ndez s¨®lo en clave de defensa de los toros es una seria manipulaci¨®n literaria. "Como el toro he nacido para el luto y el dolor" dir¨¢ el poeta o llamar¨¢ a levantarse al toro de Espa?a frente a las cadenas de la opresi¨®n. Incluso la cita de Garc¨ªa Lorca sobre la "cult¨ªsima fiesta de los toros" ha sido mutilada porque sigue con esta frase: "forma el triunfo de la muerte espa?ola". Picasso, por su parte, concentr¨® gran parte de la fuerza dram¨¢tica de su Guernica en esa cabeza de toro que ¨¦l defini¨® como "brutalidad y oscuridad" y otros como el s¨ªmbolo de la guerra espa?ola.
En mi opini¨®n, la fiesta de los toros se muere porque esa vieja met¨¢fora ha desaparecido, porque Espa?a ya no es un toro bravo herido, ni el p¨²blico sublima la violencia social en las plazas de toros. Porque ni siquiera es el camino para el ascenso social de los que hu¨ªan de las corn¨¢s del hambre, sino un apartado m¨¢s del papel cuch¨¦ del coraz¨®n. Garc¨ªa Lorca dec¨ªa que "Espa?a es el ¨²nico pa¨ªs donde la muerte es el espect¨¢culo nacional", pero afortunadamente ya no es as¨ª. Al caer el simbolismo oculto de esa fiesta, se desprende el velo que nos hac¨ªa percibir como rito, escuela o arte, lo que solo era tortura y dolor, carne desgarrada de un bello animal que nos mira en la distancia con la superioridad del inocente. En pleno siglo XXI.
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