Intimidad, ?qu¨¦ intimidad?
Tal vez quienes no conocieran previamente el pasaje de El ser y la nada en el que Sartre ilustra el mecanismo de la mala fe a trav¨¦s del comportamiento de un camarero de caf¨¦ recuerden el mordaz art¨ªculo de Josep Ramoneda en el que lo citaba aplic¨¢ndoselo a Zapatero. Si no nos distraemos con lo accesorio (los rituales, los movimientos de aut¨®mata, las envaradas actitudes, sea del camarero o del presidente del Gobierno...) y reparamos en lo esencial (la sustituci¨®n de la expresi¨®n de s¨ª por la imaginaci¨®n de s¨ª) advertiremos la profundidad del reproche sartreano. Un reproche que desborda con mucho la mera constataci¨®n de que el incurso en la mala fe ama a su imagen y no a s¨ª mismo (a quien generalmente tiende a despreciar), de la misma forma que desprecia a otros en quienes reconoce lo que es y no quiere ser. Si s¨®lo se tratara de esto el reproche no pasar¨ªa de ser una mera maldad, y el discurso en el que se inserta, una variante m¨¢s o menos maquillada de los blandos psicologismos de la autoayuda, tan en boga hoy en d¨ªa.
El otro es un polo ontol¨®gico. Se me impone con su presencia pero -he aqu¨ª su principal peligro- me puede hacer sentir que estoy de m¨¢s
En realidad, el mecanismo de la mala fe subsume dos dimensiones -la sincr¨®nica (quien se quiere ser en el presente) y la diacr¨®nica (que yo del pasado se pretende negar), por resumir abruptamente el asunto- que se articulan hasta constituirse en una poderosa instancia tutelar de las conductas de los individuos, de una eficacia an¨¢loga a la que en otros discursos se le hubiera podido atribuir al supery¨®. Con una consecuencia especialmente importante a la hora de tematizar c¨®mo los individuos gestionan su intimidad en las sociedades contempor¨¢neas (asunto del que trata con perspicacia e informaci¨®n el reciente libro de Micha?l Foessel La privaci¨®n de lo ¨ªntimo), y es que, de la misma manera que la categor¨ªa freudiana desarrollaba su eficacia sobre la totalidad del yo y no ¨²nicamente sobre alguna de sus regiones particulares, as¨ª tambi¨¦n -aunque el ejemplo del camarero (o del presidente del Gobierno, no se me vaya a olvidar el paralelismo y luego un lector puntilloso se nos queje) pudiera hacer pensar otra cosa- la mala fe, en la medida en que es un mecanismo, impone su l¨®gica de funcionamiento sobre la entera existencia del individuo.
Pero ?qu¨¦ problema hay en esto, se preguntar¨¢ alguien, a no ser que se considere que la autenticidad, o cosa parecida, representa una especie de imperativo moral, supuesto dif¨ªcilmente defendible en tiempos de posmodernidad? Bueno, s¨®lo hay un problema, pero no peque?o: los dem¨¢s. El otro -y sobre todo ese otro que est¨¢ cerca de m¨ª en sentido fuerte- guarda el secreto de lo que soy y, en el gesto de guardarlo, me constituye en la medida en que "es para m¨ª lo que me ha robado el ser y lo que hace que haya un ser que es el m¨ªo", por dejar hablar de nuevo a Sartre. El otro es, prosiguiendo con la jerga filos¨®fica, un polo ontol¨®gico. Un polo por el que me puedo sentir atra¨ªdo, pero que, sobre todo, funda mi realidad. Que se me impone con su presencia pero que -he aqu¨ª su principal peligro- me puede hacer sentir que estoy de m¨¢s. El otro es aquel que me impide ser a voluntad, ser a la carta. Es aquel contra el que se estrella mi mala fe. El que me deja en evidencia: el que se resiste, desde su libertad, a devolverme la imagen que yo deseo o necesito. El otro, en suma, a menudo, se convierte en obst¨¢culo para esa particular modalidad de autoenga?o -la mala fe- en la que la autoestima (el amor por la propia imagen) sustituye al amor propio (el amor por la realidad de uno mismo). Por eso el enfermo de mala fe se suele lamentar: si no fuera por los dem¨¢s...
(Puntualizaci¨®n escrupulosa. Por supuesto que hay otras formas m¨¢s ben¨¦volas de entender la autoestima. Victoria Camps, por ejemplo, anda ultimando un magn¨ªfico libro sobre el tema en cuesti¨®n titulado El gobierno de las emociones en el que hace referencia a esta misma idea, descarg¨¢ndola de las connotaciones negativas se?aladas aqu¨ª. Pero yo he preferido -cada cual tiene sus man¨ªas- ocuparme en este papel de sus configuraciones m¨¢s t¨®xicas).
La privaci¨®n de lo ¨ªntimo. Micha?l Foessel. Traducci¨®n de Jordi Terr¨¦. Pen¨ªnsula. Barcelona, 2010. 178 p¨¢ginas. 19,50 euros. Manuel Cruz es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa Contempor¨¢nea en la Universidad de Barcelona. Taurus acaba de reeditar su libro Filosof¨ªa contempor¨¢nea (Madrid, 2010. 432 p¨¢ginas. 20 euros).
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