Competici¨®n de cobardes
La corrida fue una ruina ganadera, un petardo en toda regla y una desverg¨¹enza. Qu¨¦ imagen m¨¢s penosa la de un toro y otro y otro huyendo de su propia sombra a la b¨²squeda desesperada de una salida con direcci¨®n a la dehesa gaditana. Qu¨¦ tristeza la peculiar competici¨®n de cobardes de los seis toros corre que te corre detr¨¢s de nada mientras eran perseguidos por toreros desesperados.
Pero eso no fue todo. A fin de cuentas, la decadencia del llamado toro bravo es una realidad incuestionable. Es la consecuencia de una fraudulenta manipulaci¨®n gen¨¦tica por la exigencia permanente de las figuras, que son las que, de verdad, mandan en las ganader¨ªas e imponen el tipo de toro que debe lidiarse. Y no es que el torero prefiera el toro que huye, no; es que con tantas pruebas para encontrar la nobleza y la dulzura la sangre brava se pierde a borbotones y surgen monstruos indefinibles como ese animal -los seis de ayer, por ejemplo- que no quiere pelea, jam¨¢s se emplea y busca la salida desesperadamente.
Gavira / Morante, Talavante, Luque
Toros de Gavira -el tercero, devuelto por inv¨¢lido-, mal presentados, feos, muy mansos y descastados.
Morante de la Puebla: media trasera (silencio); media perpendicular y tres descabellos (silencio).
Alejandro Talavante: media (silencio); dos pinchazos -aviso-, media atravesada y tres descabellos (ovaci¨®n).
Daniel Luque: estocada trasera (silencio); estocada (silencio).
Plaza de La Maestranza, 17 de abril. D¨¦cima corrida de abono. Lleno.
Este extra?o mundo de los toros est¨¢ plagado de misterios
Pero hubo m¨¢s. Los toros de ayer eran feos de verdad, destartalados algunos, acochinados otros, cariavacados un par de ellos, y todo, en conjunto, una birria de presentaci¨®n. Y se plantea, entonces, una pregunta: ?qui¨¦n elige estas preciosidades? Y otra: ?eran estos los toros mejor presentados para Sevilla que ten¨ªa el ganadero?
Decididamente, este extra?o mundo de los toros est¨¢ plagado de misterios. Las tres figuras de ayer tienen sus equipos de veedores, expertos taurinos que acuden al campo y eligen los toros: este, s¨ª; aquel, no; cambia aquel que tiene mucha cara... Y se supone que el ganadero ofrece una muestra de sus mejores productos. Pues, todo mentira: ni los veedores ni el ganadero han estado a la altura de las circunstancias. Y los tres toreros, Morante, Talavante y Luque, son, a la postre, los culpables del desaguisado. Y la autoridad, tambi¨¦n, claro est¨¢, que aprueba lo que debe ser suspendido para evitar un supuesto desorden p¨²blico. Otra cobarde, la autoridad, que permite que le den gato por liebre, la estafa a los espectadores y que la fiesta se hunda un poco m¨¢s cada tarde.
La lidia no ofreci¨® nada rese?able. ?O s¨ª? Entre tanta miseria no es f¨¢cil un recuerdo agradable.
A ver: Morante estuvo, pero pareci¨® ausente. Sus toros, infumables y cualquier esfuerzo era bald¨ªo. Muy deslucido y sin calidad alguna el primero y muy insulso el cuarto. Ni un detalle. Imposible.
Lo intent¨® de veras Talavante, que no acaba de despegarse de esa aparente desidia que le persigue. Mulete¨® aceptablemente a su noble primero, un toro tonto, y su labor careci¨® de peso y de poso. Pases sueltos bien trazados que no dicen nada, y falt¨® pasi¨®n y ese otro misterio de que una cosa es dar pases y otra torear. Se empe?¨® de manera muy loable en parar al corret¨®n quinto, al que persigui¨® por toda la plaza, y al que literalmente rob¨® algunos naturales largos que gustaron al aburrido p¨²blico. Pero lo emborro-n¨® todo con la espada.
Y Luque quer¨ªa limpiar el mal sabor de boca de los seis toros de Madrid y se encontr¨® con dos bueyes. Mejor dicho, su primero -el sobrero- m¨¢s bien parec¨ªa un marrano por su trote cochinero y sus maneras; y el segundo, que brind¨® a la concurrencia en clara alusi¨®n a sus intenciones, no le permiti¨® ni pase. Corr¨ªa que se las pelaba y ped¨ªa a gritos el camino del campo. Luque se cans¨® de correr y nos hizo un favor a todos.
Petardo consumado. Y los toreros culpar¨¢n a los toros. Y todo seguir¨¢ igual porque ni los toreros, ni la empresa, ni la autoridad, ni los taurinos en general, velan por los intereses de los que pagan. S¨®lo trabajan por ellos, para ellos y sus bolsillos. As¨ª ocurre, por ejemplo, la desverg¨¹enza de ayer en Sevilla.
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