La reforma laboral no se debe retrasar
Ahora pocos discuten la necesidad de llevar a cabo una reforma laboral en Espa?a, pero no hace mucho se dec¨ªa que era inoportuna. Sin embargo, es posible defender que el momento de una aut¨¦ntica reforma laboral ha llegado y que no conviene esperar a una fase expansiva de la econom¨ªa para ponerla en pr¨¢ctica.
Pensamos que los ejes principales de la reforma deber¨ªan ser dos: la creaci¨®n de un contrato ¨²nico que acabe con los contratos temporales y una reforma de la negociaci¨®n colectiva que permita una mayor adecuaci¨®n de los salarios a la productividad de las empresas y al ciclo econ¨®mico. Se trata, por tanto, de una reforma en profundidad, no una reforma marginal como la que se deriva de la propuesta del Gobierno, recientemente actualizada. Una reforma menor no s¨®lo no solucionar¨ªa nuestros problemas, sino que los agravar¨ªa, al impedir una aut¨¦ntica reforma a corto plazo.
No conviene esperar a una fase expansiva de la econom¨ªa para tomar medidas
Los ejes principales deber¨ªan ser un contrato ¨²nico y una reforma de la negociaci¨®n colectiva
Se suele alegar que es preferible hacer la reforma laboral en un contexto de expansi¨®n econ¨®mica. Pero esta afirmaci¨®n no proporciona un marco de referencia suficiente, al no definir claramente qu¨¦ se entiende por expansi¨®n: ?cuando crezca el PIB, cuando crezca el empleo, cuando caiga el paro? Aunque recientemente distintas instituciones han mostrado claras diferencias en sus previsiones sobre la evoluci¨®n futura de la econom¨ªa espa?ola, en general emerge un desolador consenso: nuestro PIB podr¨ªa haber empezado a crecer -aunque de forma muy d¨¦bil- durante el primer trimestre, pero el empleo probablemente no lo har¨¢ antes de 2011 y el paro no caer¨¢ antes de 2012. Para una reducci¨®n significativa de la tasa de paro faltan varios a?os. Estamos ante una d¨¦bil recuperaci¨®n que no vendr¨¢ acompa?ada por la necesaria creaci¨®n de empleo (lo que en ingl¨¦s se denomina jobless recovery). Por tanto, este ¨²ltimo criterio implicar¨ªa posponer la reforma sine die.
Pese a la creencia popular, no es obvio que sea mejor hacer las reformas estructurales en las expansiones. Por ejemplo, una reducci¨®n del coste de despido tendr¨ªa un efecto neto incierto sobre el empleo a corto plazo: se destruir¨ªan empleos de trabajadores menos productivos, pero se crear¨ªan nuevos empleos por la ca¨ªda de los costes laborales. Ambos efectos conducir¨ªan tambi¨¦n a elevar los salarios reales medios. Con estos efectos en mente, evaluar el momento id¨®neo para emprender la reforma requiere considerar tres aspectos: el bienestar social, la viabilidad pol¨ªtica y la pol¨ªtica macroecon¨®mica adecuada.
Desde el punto de vista del bienestar social, la reforma perjudicar¨ªa a los trabajadores despedidos, pero beneficiar¨ªa a los parados, a trav¨¦s de una mayor creaci¨®n de empleo. Por tanto, que el beneficio neto de la reforma sea mayor si ¨¦sta se realiza en la recesi¨®n (frente a la expansi¨®n) depende de la magnitud relativa de los efectos del ciclo (la relativa escasez de demanda) y del menor coste de despido sobre la creaci¨®n de empleo. Y el efecto relativo de estas dos fuerzas sobre los salarios determinar¨ªa si los empleados se beneficiar¨ªan m¨¢s de que la reforma se haga en recesi¨®n o en expansi¨®n. Estos efectos no pueden cuantificarse a priori, aunque probablemente resulte una preferencia por hacer la reforma en la recesi¨®n si ponderamos especialmente el bienestar de los parados. Finalmente -y con independencia de la situaci¨®n c¨ªclica-, posponer una reforma beneficiosa para el crecimiento potencial de nuestra econom¨ªa implica un coste obvio: hay que descontar sus beneficios por llegar en el futuro en vez de ahora.
En cuanto a la econom¨ªa pol¨ªtica de la reforma, es necesario evaluar el llamado efecto de exposici¨®n. Las reformas tienden a beneficiar a los parados m¨¢s que a los empleados, pero estos tienen en cuenta el bienestar de aquellos s¨®lo si est¨¢n expuestos al riesgo de quedar en paro. La evidencia emp¨ªrica muestra que este efecto de exposici¨®n es real: las reformas se hacen cuando el paro crece. As¨ª, esperar a la expansi¨®n podr¨ªa hacer inviable la reforma.
Por ¨²ltimo, s¨ª est¨¢ clara la pol¨ªtica macroecon¨®mica que debe acompa?ar a una reforma laboral. En efecto, aunque la reforma reduce la tasa de paro estructural, la tasa real (observada) no cae r¨¢pidamente a ese nuevo menor valor. Esta brecha transitoria equivale a una recesi¨®n y para compensarla se deber¨ªan realizar pol¨ªticas econ¨®micas expansivas.
Seg¨²n una visi¨®n muy extendida, pertenecer a la Uni¨®n Econ¨®mica y Monetaria (UEM) supone una restricci¨®n, pues su pol¨ªtica monetaria se orienta a la situaci¨®n global de esa ¨¢rea y no a la espa?ola. Pero precisamente por esta raz¨®n conviene aprovechar los bajos tipos de inter¨¦s actuales para realizar la reforma. Posponerla significar¨ªa enfrentarse a un contexto macroecon¨®mico con una pol¨ªtica monetaria menos expansiva que la actual. En ese momento, carecer de una pol¨ªtica monetaria propia s¨ª constituir¨ªa una gran restricci¨®n.
En cuanto a la pol¨ªtica fiscal, Espa?a ha superado de sobra los l¨ªmites de la prudencia, como nos lo han venido recordando los mercados financieros. Pero a¨²n es posible implementar una pol¨ªtica fiscal compensadora. La evidencia emp¨ªrica internacional demuestra que las consolidaciones fiscales, siempre que supongan reducciones importantes y cre¨ªbles del gasto p¨²blico, tienen un efecto positivo sobre el PIB. ?Por qu¨¦? Por una parte, los consumidores perciben una reducci¨®n de su carga fiscal futura, lo que estimula el consumo. Por otra, los inversores perciben un menor d¨¦ficit futuro, lo que reduce la prima de riesgo y los tipos de inter¨¦s. Por tanto, una consolidaci¨®n fiscal cre¨ªble estimular¨ªa la demanda, algo muy deseable para contrarrestar los posibles efectos a corto plazo de la reforma. Esta es una raz¨®n m¨¢s para considerar beneficioso el programa de consolidaci¨®n fiscal del Gobierno. El problema es que actualmente no resulta lo bastante cre¨ªble.
Creemos, por tanto, que los argumentos que defienden la conveniencia de posponer una aut¨¦ntica reforma laboral hasta momentos mejores, para reducir as¨ª el potencial coste a corto plazo de la misma, son cuando menos dudosos. Pensamos que son tambi¨¦n dif¨ªcilmente aplicables hoy, pues de lo contrario resultar¨¢ dif¨ªcil garantizar unos niveles de bienestar social similares a los de los pa¨ªses de nuestro entorno. Por todo ello, creemos que la reforma laboral no se debe retrasar.
Samuel Bentolila es profesor de Econom¨ªa del CEMFI, y David L¨®pez-Salido es investigador asociado del CEPR, Londres.
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