Pecado en 'la catedral'
El Athletic, falto de intensidad, juego y remate, iguala con un timorato Zaragoza
No hay peor cita que aquella a la que uno no llega y al otro no se le espera. Futbol¨ªsticamente, eso es pasar el rato, correr, defender, atacar, pero sin m¨¢s ¨¢nimo que esperar a ver si suena la flauta por casualidad. Pocas veces ha tenido el Athletic un rival tan a su merced como un timorato Zaragoza, confiado al empate y sin ganas de ganar. Y pocas veces habr¨¢ tenido el Zaragoza un equipo tan desafortunado en ataque con las pocas ocasiones que propone. Quiz¨¢s el mayor m¨¦rito del Zaragoza fue adormecer al Athletic con su ligereza, esa especie de dengue que acaba por contagiar a quien acompa?a al enfermo, y le somete al indescriptible esfuerzo de superar su tranquilidad.
Porque el Athletic de Caparr¨®s se hab¨ªa adecuado a su placer de vivir del esp¨ªritu de San Mam¨¦s en detrimento de su condici¨®n de visitante. Fuera, n¨¢ de n¨¢; en casa, t¨® de t¨®. Y llega el Zaragoza y desnuda al protagonista sin ni siquiera hacer un buen partido defensivo, sin ni siquiera apretarle los machos al rival, sin ni siquiera exigirle una respuesta f¨ªsica impresionante. Simplemente, estando, pasando por all¨ª, y superando algunas minas como una oportunidad de De Marcos, inmejorable, que el muchacho entreg¨® al pu?o alzado de Roberto cuando era gol y el p¨²blico se levantaba de los asientos. No era cosa de aprendices, porque Llorente tambi¨¦n malgast¨® otra oportunidad servida por Javi Mart¨ªnez, en un cabezazo bald¨ªo, infantil, inesperado.
ATHLETIC 0 - ZARAGOZA 0
Athletic: Iraizoz; Iraola, San Jos¨¦, Amorebieta, Castillo; Susaeta, Gurpegui (Muniain, m. 69), Javi Mart¨ªnez, Gabilondo (Yeste, m. 60); De Marcos (De Cerio, m. 78) y Llorente. No utilizados: Armando, Ustaritz, David L¨®pez y Orbaiz.
Zaragoza: Roberto; Ponzio, Pablo Amo, Jarosik, Paredes; Edmilson, Abel Aguilar (Obradovic, m .75); Gabi, Herrera (Pulido, m. 90), Eliseu; y Suazo (Colunga, m. 82). No utilizados: Carrizo, Paredes, Jorge L¨®pez y Pennant.
?rbitro: Estrada Fern¨¢ndez. Amonest¨® a los rojiblancos Gurpegui, Iraola y Amorebieta, y a los zaragocistas Abel Aguilar, Paredes, Ponzio y Gabi.
Alrededor de 34.000 espectadores en San Mam¨¦s.
Los rojiblancos rompen la magia de San Mam¨¦s, su principal argumento
Es la ley de la dependencia. Al Athletic se le ha acabado tambi¨¦n el presupuesto porque Llorente tiene derecho a fallar, a equivocarse, a malgastar ocasiones, tan acostumbrado como est¨¢ a vivir de espaldas a la porter¨ªa, a buscarse la vida siendo el banquero de los goles rojiblancos.
El Zaragoza, miraba con los ojos encogidos. Quer¨ªan crear Abel Aguilar y Herrera, un poquito m¨¢s adelante, pero la raya del ¨¢rea era como el muro de la verg¨¹enza, all¨ª por donde no se pod¨ªa a pasar. No jugaba mal, pero no jugaba para ganar, sino para estar, mientras el Athletic requer¨ªa como agua de mayo un futbolista capaz de indicarle por d¨®nde deb¨ªa ir en busca de su objetivo. El estilo rojiblanco iba dejando jirones por el campo, cada vez m¨¢s directo, pero cada vez m¨¢s defendible.
Hasta que surgi¨® Iraola, muy t¨ªmido en la primera mitad, y empez¨® a prolongar la banda y a buscar razones m¨¢s sensatas para que Llorente encontrase argumentos m¨¢s interesantes que convertirse en una permanente estatua de sal. Y sali¨® Muniain. Y resulta que entre los tres construyeron una jugada memorable: recort¨®, magn¨ªfico Iraola, hasta la l¨ªnea de fondo y centr¨® bien, y entraron al remate Muniain, el chico, y Llorente, el grande. Solos, sorpresivos, en mitad de la caraja del Zaragoza (donde apenas resist¨ªa Jarosic). Y no fue gol. Ni asomo de gol. Probablemente ah¨ª entendi¨® el Athletic que no iba a ganar el partido y el Zaragoza que no iba a perderlo. Fue peor para los rojiblancos que perdieron su acta de dominio en la catedral, que para el Zaragoza, que casi nunca quiso ganar y se conform¨® con lo que lo que persegu¨ªa, el empate. Tan confuso estaba el Athletic que a falta de dos minutos Yeste lanz¨® un c¨®rner con Llorente, San Jos¨¦, Javi Mart¨ªnez, cent¨ªmetros a tutipl¨¦n, al primer palo y raso. Estrategia se llama la figura.
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