Mary Poppins
El juez Varela se asust¨® -?en qu¨¦ pa¨ªs vive el juez Varela?- y convoc¨® a los corresponsales extranjeros para explicarles lo que ni ellos ni nosotros alcanzamos a entender. Luego, rectific¨®. Quiz¨¢s, alguien le record¨® a tiempo que eso mismo hizo el Gobierno de Aznar despu¨¦s del 11-M, para desautorizar a la sociedad civil. Por eso, quiero enunciar aqu¨ª mi propia explicaci¨®n. Es muy sencilla, sobre todo para quienes hayan visto Mary Poppins.
Mary sale de paseo con los ni?os bajo un cielo acorazado de nubes negras y encuentra a su amigo Bart, pintando paisajes sobre las baldosas de la acera. Cuando empieza a tronar, los cuatro se cogen de las manos, cierran los ojos, saltan sobre el m¨¢s bonito y... ?Oh! Ahora est¨¢n en un mundo de dibujos animados a todo color, donde los caballos vuelan y los peces bailan un fox-trot. ?No es maravilloso?
Ese proceso, cerrar los ojos, cogernos de las manos y saltar sobre un paisaje de irreal felicidad, fue el precio del indiscutible ¨¦xito institucional de la Transici¨®n espa?ola. Es cierto que nos estaban apuntando desde las azoteas, pero lo que vale en una pel¨ªcula, no funciona en la realidad. Renunciar a nuestra tradici¨®n democr¨¢tica, omitir una ruptura oficial, expresa y contundente, con el golpe de Estado que caus¨® la Guerra Civil, fingir que toda la sangre derramada durante 40 a?os no hizo mella en nuestras conciencias, produjo una democracia de colores, vistosa, fotog¨¦nica, pero cong¨¦nitamente d¨¦bil. Esa fragilidad de Estado sin memoria, sin ra¨ªces, edificado en el aire de su propia soberbia, se manifiesta en las grietas, las inconcebibles fisuras que consienten que un partido fascista, y orgulloso de serlo, siente en un banquillo al ¨²nico juez que ha investigado los cr¨ªmenes del franquismo. Basta ya. Porque Mary Poppins no era espa?ola. Y nunca es tarde para hacer las cosas bien.
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