En mi clase hab¨ªa una monja
En mi promoci¨®n de COU en el Instituto Nacional de Bachillerato de Santo Domingo de la Calzada (La Rioja) tuvimos por compa?era a una joven monja. Al margen de alguna broma de los alumnos m¨¢s gamberretes, nadie puso ninguna pega a que la mujer acudiera a clase con la toca y el h¨¢bito gris de su congregaci¨®n. Tal vez por ello me llama tanto la atenci¨®n el bullicio que se organiza cada vez que una estudiante musulmana aparece en las aulas con un pa?uelo cubri¨¦ndole la cabeza.
El subconsciente colectivo europeo ha asumido como cierto e indisputable que el hiyab es una imposici¨®n externa y una muestra de la sumisi¨®n de la mujer (las feministas isl¨¢micas lo niegan). Y aunque algo de eso hay en los or¨ªgenes de todas las formas de tapar a la mujer (incluida la toca de las monjas), nuestra sociedad es hoy lo suficientemente independiente de las religiones como para garantizar que ninguna joven sea enviada al convento por su familia y, de igual modo, asegurarse de que ning¨²n padre, hermano o marido impone velo alguno a una espa?ola o una extranjera residente en nuestro pa¨ªs.
No convirtamos, pues, una opci¨®n personal (todo lo discutible que se quiera) en un instrumento para la batalla pol¨ªtica. La prohibici¨®n contra una determinada prenda o forma de vestir no s¨®lo atenta contra los fundamentos de nuestra libertad, sino que da un argumento f¨¢cil a los islamistas que desean llevar valores religiosos a la pol¨ªtica.
Como residente en un pa¨ªs (Ir¨¢n) que exige el hiyab a todas las mujeres que pisan su territorio, sea cual sea su religi¨®n o su nacionalidad, puedo dar testimonio del efecto rechazo que produce esa imposici¨®n. En la vecina Turqu¨ªa, donde se desincentiva el pa?uelo, la reacci¨®n es la contraria. Nuestros valores democr¨¢ticos son lo bastante fuertes para que ni una toca ni un pa?uelo los amenace. Eso s¨ª, deben ser implacables con quienes traten de minar los derechos y libertades que son iguales para mujeres y hombres.
La monja de mi clase no vino ni al viaje de fin de curso ni a los bailes que organizamos para financiarlos. Tampoco fue la ¨²nica ausente. De todas formas, y cualquiera que haya sido su destino, estoy convencida de que su presencia en las aulas fue mucho m¨¢s ¨²til que el haberle impedido la asistencia porque se cubr¨ªa con una toca.
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