Darina no puede callar
La actriz y autora Darina al Joundi es una bomba. Y el libro basado en su vida, una pura deflagraci¨®n. Sobre los conflictos de su pa¨ªs, L¨ªbano; sobre los da?os visibles e invisibles de una guerra; sobre la desigualdad y la intolerancia que crecen en lo p¨²blico y la desesperaci¨®n que arrasa en lo privado? Lo public¨® (o lo vomit¨® m¨¢s bien) en Francia en 2009 y ahora se edita en Espa?a (Alfaguara). Se titula El d¨ªa que Nina Simone dej¨® de cantar. Ese d¨ªa fue aquel de enero de 2001 en que su padre, su referencia, su gu¨ªa, muri¨®. Y en sus p¨¢ginas se encuentran p¨¢rrafos como este:
"?Y ahora qu¨¦ hago? ?Qui¨¦n me va a proteger de estos monstruos? Eres t¨² quien me lo ha ense?ado: 'Ten cuidado, hija m¨ªa, todos los hombres de este pa¨ªs son unos monstruos con las mujeres. Est¨¢n obsesionados por las apariencias, est¨¢n maniatados por las costumbres, est¨¢n corro¨ªdos por Dios, est¨¢n devorados por sus madres, est¨¢n mortificados por la pasta, se pasan la vida ofreci¨¦ndole el culo en bandeja al buen Dios, se bajan la bragueta como si armaran una metralleta, sueltan su sexo sobre las mujeres igual que si les lanzaran un pitbull. ?Son unos perros!".
"Ten cuidado, hija, los hombres en este pa¨ªs son unos monstruos con las mujeres, se bajan la bragueta como si armaran una metralleta"
"No pasaba semana sin que tuviera que ir a la morgue a reconocer el cad¨¢ver de un amigo, un t¨ªo? El hospital sustituy¨® a la plaza del pueblo"
Sucede esta escena en el entierro del progenitor, ante su cuerpo difunto. La hija le habla, se niega a que las pla?ideras le lean textos considerados sagrados:
"Este Dios no es el Dios de mi padre? Me lo hizo jurar: 'Hija m¨ªa, vigila que esos perros no utilicen el Cor¨¢n el d¨ªa de mi muerte, te lo ruego, cuando muera quiero jazz, incluso hip hop, pero sobre todo nada de Cor¨¢n'. Le quiero poner Nina Simone, Miles Davis, Fairouz e incluso Mireille Mathieu?".
Darina al Joundi es explosiva en la ficci¨®n. Y en la realidad. "Ahora abro los ojos cada ma?ana y me digo: '?Ah, a¨²n vivo!". Lo cuenta en Par¨ªs mientras saca a toda prisa, como si lo robara, un cigarro de la cajetilla. Se lo lleva a los labios. Y el camarero, que resulta ser nacido en Le¨®n, de este caf¨¦ donde nos encontramos, de esos t¨ªpicos, con velador (y situado en plena ?le de France), la increpa a la velocidad de la luz: "Se?ora, que aqu¨ª no est¨¢ permitido fumar?". "Ay, pardon? ni me di cuenta", dice ella. Suelta el pitillo ("soy una adicta"), se acaricia el pelazo negro y largo que tiene con esas manos que no paran? y sigue contando.
"?Que si a?oro a mi padre? Pero si ¨¦l est¨¢ conmigo; a ¨¦l le pregunto, le cuento? sus comentarios est¨¢n siempre presentes. Yo hablo a los muertos, no vivo la muerte como tragedia; he tenido tanta alrededor? Incluso tras la guerra, un amigo se cay¨® en la escalera y se mat¨®, despu¨¦s de sobrevivir a las bombas, imag¨ªnate?; vives diferente si eres consciente de que la muerte est¨¢ ah¨ª, pegadita a ti".
Llueve sobre Par¨ªs.
Repiquetean las gotas sobre el pl¨¢stico del techo, poni¨¦ndole percusi¨®n a su relato. Y se percibe al instante, al observarla, que no es nada extra?o que esta mujer tan mediterr¨¢nea traspapele en su conciencia algunos de sus actos. Porque la palabra le puede. La domina. La absorbe. Se enfrasca en la charla como quien engulle un cruas¨¢n en dos bocados; habla de su vida como si disparara misiles.
Le preguntas por la A y ella te descarga una r¨¢faga hasta la mism¨ªsima Z. Pero sin desviar el hilo-tiro conductor: ella es libanesa, hija libre de un padre a¨²n m¨¢s libre; atea educada en colegios de tres religiones distintas (hebrea, musulmana, cat¨®lica); actriz desde la cuna. "Nuestra infancia fue una fiesta permanente. Nuestros padres nos ense?aron el sentido de la belleza", se lee en su libro (firmado junto al escritor tunecino Mohamed Kacimi). Este es, ante todo, homenaje a su progenitor, periodista sirio refugiado en L¨ªbano; intelectual aguerrido, molesto para casi todos y nacido en una poblaci¨®n de comunistas e ismaelitas (neoplat¨®nicos, para quienes la raz¨®n est¨¢ por encima de la fe).
?l educ¨® a Darina en los valores del laicismo y la libertad. Que son muchos. Y ella se empap¨® de ense?anza. "El libro no narra mi vida de forma literal, he mezclado, unido, dramatizado y modificado la secuencia de acontecimientos. Ha sido como coger piezas de lo sucedido y juntarlas. Crear una ficci¨®n real. Porque todo es verdad: que me drogaba, que le contaba mi vida sexual a mi padre, que buscaba con fruici¨®n el peligro y la muerte?".
Darina se beb¨ªa, y se bebe, la vida. Al estilo de lo escrito: "En junio de 1984? esnif¨¦ la primera raya, sent¨ª como si alguien lanzara una granada en mi cabeza? Remataba las noches apurando un Stolichnaya en un bareto con las paredes tapizadas de fotograf¨ªas de Marx, Engels y Lenin, o bien en Abou Ali, junto al faro? No pasaba una semana sin que tuviera que ir a la morgue a reconocer el cad¨¢ver de un amigo, un t¨ªo o un primo. El hospital? sustituy¨® a la plaza del pueblo". Un mundo en guerra.
Sobre su fuerza y su personalidad ya se han pronunciado los espectadores franceses despu¨¦s de verla sobre el escenario. Debut¨® en el Festival de Avi?¨®n de 2007, de la mano de Alain Timar, quien la conoci¨® a trav¨¦s de Kacimi. Darina le hab¨ªa entregado a este un escrito sobre su vida para que lo leyera. Y Kacimi qued¨® fascinado. De este encuentro naci¨® el texto teatral que la llev¨® a Avi?¨®n con el mismo t¨ªtulo del libro: "Su avidez esc¨¦nica era tan grande que la gente se peleaba por verla? fue una aut¨¦ntica bomba en la Chapelle Saint-Claire", escribe Kacimi en el pr¨®logo.
As¨ª, se planta Darina sola en escena vestida de rojo. Y habla. Cuenta. Dispara. Acusa. Narra la lucha de una mujer libre por sobrevivir en un mundo devastado y violento durante los 37 a?os que habit¨® en un pa¨ªs como es L¨ªbano, siempre en medio del s¨¢ndwich de todos los conflictos. "Llevo tres a?os de gira, ma?ana es la representaci¨®n 166, en Normand¨ªa", cuenta ahora manoseando a¨²n la cajetilla. ?Le queda energ¨ªa para hablar de s¨ª una y otra vez? "Bueno, esa es la raz¨®n de ser del teatro, repetir, pero nunca igual? Se trata de un texto, un personaje".
Repasa antes de nada las fechas de su biograf¨ªa: "En 1968, un 25 de febrero, nac¨ª yo en Beirut; en 1975 empez¨® la guerra civil; en 1991 se firman los acuerdos de paz; en 2001 muere mi padre, pero antes hab¨ªa sobrevivido a un atentado?". Y al poco de su desaparici¨®n, su madre la ingresa en un centro psiqui¨¢trico. Darina se hace la loca, se porta bien, sale pronto; trabaja tres a?os en L¨ªbano en lo suyo, como actriz: "Hice una serie de televisi¨®n que era la m¨¢s vista del mundo ¨¢rabe? 86 episodios". Con ese ¨¦xito paga sus deudas. Y abandona L¨ªbano. Para siempre.
"A mi madre la he perdonado por encerrarme. Ella no pod¨ªa hacer otra cosa; cri¨® sola a tres hijas, trabajaba en la radio, se cruzaba la ciudad d¨ªa tras d¨ªa bajo las bombas? Y, escucha, todas las mujeres en el mundo ¨¢rabe o no, en el momento en que el escudo protector del hombre desaparece? los dem¨¢s, algunos o todos, se atreven a decirle constantemente lo que debe hacer. Gente celosa, mala? Yo la he comprendido?". Desde 2005 reside Darina en Francia y se va a nacionalizar en breve: "No me fue dif¨ªcil salir, era esposa de un ciudadano franc¨¦s entonces; bueno, es la cuarta vez que estoy casada, uf".
Arrecia la lluvia. Se revuelve el Sena.
Darina al Joundi quiz¨¢ tampoco perciba el enorme efecto que produce su voz recia, un vozarr¨®n que impresiona en su idioma. O sus gestos (o tal vez s¨ª, pues es actriz). Y tiene muchos. Algunos, casi tics se dir¨ªa. Por ejemplo, una pronuncia una palabra determinada ante ella (pongamos "velo" o "sexo" o "guerra" o "religi¨®n") y el ce?o se le contrae o se le relaja autom¨¢ticamente; su rostro se endurece como las piedras del Pont Neuf, aqu¨ª mismo en la esquina, los ojos se le iluminan, el verbo se le acelera. "No creo en ning¨²n dios? las religiones son sectas. Usan y manipulan a la gente". Y sigue con el velo: "No est¨¢ en la religi¨®n. Es m¨¢s costumbre social. Como lo era para las cat¨®licas hasta el XIX, y ahora no veo a ninguna que reivindique su uso, es descabellado lo que sucede ahora? ?Discutir sobre el velo s¨ª o no? No se?or. No hay discusi¨®n posible. Este es un pa¨ªs laico. La ley est¨¢ ah¨ª, y quien venga a vivir aqu¨ª debe adaptarse. Si quieres liberar a las mujeres, dales educaci¨®n, m¨²sica, literatura? y luego veremos si tienen ganas de ocultarse tras un velo. Es la libertad de hacer cosas lo que me da el respeto de otros? El velo es opresi¨®n del hombre sobre la mujer. Una injusticia".
?sexo? abunda en su libro, desde la enumeraci¨®n de sus muchos amantes hasta la adicci¨®n que supon¨ªa practicarlo bajo las bombas ("Si vamos a morir, qu¨¦ m¨¢s da"), pasando por la receta para realizar una felaci¨®n ¨®ptima: "Es mi vida sexual, igual a la de otras mujeres, s¨®lo que yo lo cuento y otras no; y tengo derecho a vivirla como quiera, hay que parar ya con esa culpabilidad sobre el cuerpo?".
?Y la guerra? Dice que es responsabilidad al 50% de su pa¨ªs. "Basta ya de echar balones fuera y culpar a otros". Desde que sali¨® de L¨ªbano ha vuelto una sola vez, en 2006: "La situaci¨®n es rara ahora. Hay parte de la poblaci¨®n que vive como en guerra, pero sin haberla, con la misma desesperaci¨®n. Se necesita un psicoan¨¢lisis colectivo nacional. No ha superado su historia. Hay algunos pol¨ªticos que hablan de laicismo, que es la ¨²nica soluci¨®n, pero nadie escucha". Y ataja Darina las preguntas tipo "?est¨¢ curada ya de todo lo vivido", "?psicol¨®gicamente est¨¢ bien?" con una respuesta: "Y t¨², ?c¨®mo me ves?". Y enseguida: "Soy hiperactiva, trabajo mucho, documentales, tele, castings, escribo? Deseo continuar tal y como estoy. No tengo ¨ªdolos, no sue?o con ir a Hollywood, ni siquiera con hacer un personaje determinado; bueno, s¨ª, trabajar con Almod¨®var, har¨ªa cualquier tipo de mujer para ¨¦l", rompe en carcajadas.
y luego, por vez primera, hay silencio. Se detiene. "Para una mujer como yo, que ha sobrevivido a una guerra, cada d¨ªa es un regalo. Tengo un marido al que adoro, un trabajo apasionante, vivo en un lugar hermoso? No tengo derecho a estar deprimida, no soy una de esas occidentales quejicas que?". Que abundan, viene a sugerir. Y lanza a trav¨¦s de m¨ª su dedo acusador. "? y tan convencidas de que est¨¢n mejor que en otros sitios, y luego mueren a montones a manos de sus maridos, toda esa violencia dom¨¦stica?". No hay diferencia, viene a decir. "La mujer sufre discriminaci¨®n en todas partes, y en todas partes hay que combatirla".
?Y c¨®mo cambiar su pa¨ªs sin estar en ¨¦l? "Yo personalmente he pagado muy caro y soy incapaz de pagar m¨¢s. Contin¨²o desde otro lado; aqu¨ª no soy censurada, y all¨ª s¨ª lo era; mi trabajo, el teatro, el libro, es la lucha por la libertad de una mujer? Y el pr¨®ximo espect¨¢culo ser¨¢ sobre todas las mujeres; ya lo he terminado en mi cabeza? Lo estrenar¨¦ en Avi?¨®n en 2011".
Cruzamos hacia el Sena. "Par¨ªs me encanta", confiesa. "Aqu¨ª me quedar¨¦, me siento en casa, me permite expandirme, crecer en lo personal y profesional, el trabajo art¨ªstico est¨¢ valorado y protegido. Y adem¨¢s ?aqu¨ª puedes ir como quieras! Porque yo tengo costumbres raras, ?sabes? Por ejemplo, hablo sola, porque voy escribiendo textos en mi cabeza, los recito mientras ando? Y lo mejor es que en Par¨ªs ?todo el mundo lo hace! F¨ªjate y ver¨¢s".
Nos despedimos frente al Pont Neuf. La lluvia no cesa. Algunos transe¨²ntes aceleran el paso? Otros no. Seguro que van recitando.
'El d¨ªa que Nina Simone dej¨® de cantar', de Darina al Joundi / Mohamed Kacimi, est¨¢ editado en Alfaguara.
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