Mapa de la represi¨®n en la posguerra
Un doctorando de la UNED reconstruye la red donde se perd¨ªa el rastro de los presos
Apoyo oficial -sin fondos- prometido esta semana por la presidenta regional para poderlos buscar tantos a?os despu¨¦s. Los desaparecidos de la Guerra Civil y el franquismo en la Comunidad de Madrid siguen siendo en gran medida una inc¨®gnita. Fuentes del Ministerio de Justicia aseguran que, de las 1.793 fosas comunes documentadas en Espa?a, restos humanos procedentes de 511 de ellas fueron trasladados desde distinos puntos de Espa?a al Valle de los Ca¨ªdos. De esas fosas, 45 se hallaban en Madrid, entre otros lugares en Colmenar Viejo y San Lorenzo de El Escorial. El ministerio incluy¨® la fosa de Paracuellos del Jarama, pero no ha recibido informaci¨®n ni dato alguno de ella de ninguna asociaci¨®n.
La 'quinta columna' confeccion¨® durante tres a?os listas de republicanos
Una red de centros de represi¨®n y tortura fue tendida en torno a Madrid
Trazar el mapa donde desaparecieron los detenidos en Madrid por supuestos motivos pol¨ªticos al comienzo de la posguerra civil implica seguir una senda erizada de dificultades. Muy pocos se han atrevido a adentrarse por ella. Sin embargo, Antonio Ortiz, licenciado en Historia Contempor¨¢nea y doctorando de la Universidad Nacional de Ense?anza a Distancia (UNED), ha sorteado los obst¨¢culos y acometido tal tarea. En ella ha consumido casi dos a?os. Para realizarla, cotej¨® la informaci¨®n de prensa escrita de la ¨¦poca sobre detenidos republicanos (un millar de citas) y su reflejo en la lista oficial de fusilados en el cementerio del Este a partir del 30 de marzo de 1939, fecha de la entrada de las tropas de Franco en Madrid."Me propuse completar las biograf¨ªas de los 2.663 fusilados que figuran como tales en la lista nominal del cementerio", explica el historiador Antonio Ortiz, tambi¨¦n diplomado en Estudios Avanzados por el Departamento de Historia Contempor¨¢nea de UNED y t¨¦cnico municipal de IU. "Obtuve la relaci¨®n oficial publicada en la prensa, en la que a los detenidos pol¨ªticos se les tildaba de 'asesinos' y 'ladrones'; de ellos se dec¨ªa que hab¨ªan pasado a comisar¨ªas. Entonces", a?ade Ortiz, "cuando acud¨ª a la lista del cementerio y la contrast¨¦ con las difundida por Abc y otros peri¨®dicos, vi que, de 1.000 casos de detenidos, s¨®lo un 15% figuraba en la relaci¨®n del cementerio. Y si no hab¨ªan sido fusilados, ?d¨®nde fue a parar el 85% restante de aqu¨¦llos que las notas de prensa oficiales motejaban como 'ejemplos de maldad y a los que se atribu¨ªa haber asesinado y robado a condes, sacerdotes y monjas', cargos estos grav¨ªsimos en una posguerra reci¨¦n inaugurada?", pregunta.
Ello le lleva a presumir la existencia de un agujero negro donde se pierde el rastro -ya sea en comisar¨ªas, en campos de concentraci¨®n, cuarteles, sedes de Falange o prisiones- de un 85% del millar de casos que hasta ahora ha conseguido documentar. Aplicando igual proceder a las c¨¢rceles, dada la inexistencia de estudios sobre ¨¦stas (a excepci¨®n de un informe sobre la c¨¢rcel de Ventas -en el que coincide casi el n¨²mero de fusilamientos y del de fallecimientos por todas las causas-), Antonio Ortiz estima que se ejecutaron unos 2.000 fusilamientos o se produjeron desapariciones en prisi¨®n no registrados en el cementerio del Este. Galeazzo Ciano, ministro de Mussolini, asegur¨® que en Madrid en las primeras fechas de la posguerra se fusilaba a 250 personas al d¨ªa.
"Cuando se daba noticia de detenciones, la informaci¨®n publicada en prensa, sobre todo en Abc, acostumbraba a titular que hab¨ªan sido capturados 'asesinos con m¨®viles de robo', para encubrir el car¨¢cter pol¨ªtico de la represi¨®n", afirma. Sus nombres eran difundidos en requisitorias oficiales, bien policiales, militares o judiciales. Todos los diarios las publicaban junto con las informaciones sobre delitos comunes habituales.
"Las fuerzas ocupantes de Madrid contaban con listas de aquellas personas supuestamente combatientes o simpatizantes del bando republicano. Las relaciones hab¨ªan sido pacientemente elaboradas desde 1936, al comienzo de la Guerra Civil, por la llamada quinta columna", explica el historiador, que cita unas declaraciones publicadas a primeros de abril de 1939 por el diario Abc del coronel Jos¨¦ Ungr¨ªa, jefe del servicio de Informaci¨®n Militar de Franco. "Desde los primeros momentos de la ocupaci¨®n de Madrid, aquellos mismos listados se hallaban ya en poder de militares, polic¨ªas, guardias civiles y jueces castrenses, as¨ª como en los puestos de control establecidos en comedores p¨²blicos, centros de detenci¨®n, campos de concentraci¨®n, comisar¨ªas, juntas de clasificaci¨®n-depuraci¨®n y oficinas de Falange", subraya.
"Antes que nada es preciso fijar los lugares en los cuales se generaban las desapariciones", explica el historiador. As¨ª, una primera y decisiva medida represora fue, ya el 1 de abril de 1939, el tendido de una prieta red de hasta ocho puestos de control establecidos en los principales accesos de Madrid para impedir la huida o reagrupaci¨®n de los vencidos. El puesto n¨²mero 1 se hallaba en Puerta de Hierro; el 2, el puente del Rey, y los siguientes en Princesa, Puentes de Toledo y de Vallecas, as¨ª como en Ventas, Chamart¨ªn y Fuencarral. En estos focos, que compon¨ªan un cerco, se registraban las primeras detenciones y de ellos arrancaban los traslados de multitud de personas atemorizadas que trataban de escapar, incluso algunas de ellas vestidas a¨²n con los uniformes de combate, como han contado testigos consultados por Antonio Ortiz. No siempre los traslados culminaban con la entrega de los detenidos a los centros de detenci¨®n. En ocasiones, la mera denuncia airada de un convecino era causa del asesinato sobre el terreno del reci¨¦n capturado. El n¨²mero de estos casos, en la situaci¨®n de una ciudad reci¨¦n tomada militarmente, resulta imposible de determinar.
"Otro de los lugares donde se produc¨ªan los apresamientos de los que derivar¨ªan las desapariciones eran los comedores del llamado Auxilio Social", a?ade en su estudio el historiador. Eran nueve establecimientos para quienes contaban con cartillas de abastecimiento. "La raz¨®n era sencilla: a los comedores los huidos deb¨ªan acudir obligadamente si no quer¨ªan morir de hambre, dadas las penurias y condiciones de la ocupaci¨®n militar". Exist¨ªan adem¨¢s comedores para evacuados sin cartilla, seg¨²n su procedencia: "Manchegos y murcianos, en la plaza de San Mart¨ªn, 1; gallegos en Fuencarral, 93; aragoneses en el n¨²mero 103 de la misma v¨ªa p¨²blica; en la plaza de Salamanca, navarros y riojanos; asturianos y santanderinos deb¨ªan acudir a la Carrera de San Jer¨®nimo; andaluces, a Mes¨®n de Paredes; catalanes y valencianos en la calle de Toledo, 61; los extreme?os en Plaza de la Cebada; castellanos en Preciados; vascongados (sic) en Gaztambide, 13 y los extranjeros en Puente de Vallecas, 36".
Las Juntas de Clasificaci¨®n y Depuraci¨®n de funcionarios ten¨ªan ¨¢mbito territorial y operaban en 12 distritos de Madrid. Otras juntas eran gremiales, seg¨²n las profesiones de los detenidos a "clasificar y depurar": as¨ª, los dibujantes y fijadores de carteles deb¨ªan acudir a Jorge Juan, 2 para su control; los funcionarios de Justicia, a San Bernardo, 17...
Seg¨²n una orden del Gobernador general de Madrid, general Espinosa de los Monteros, luego embajador ante Hitler, "todos los que prestaron servicio en primera l¨ªnea deber¨¢n presentarse con toda urgencia en los campos de concentraci¨®n", abiertos en Madrid para su clasificaci¨®n. El mismo d¨ªa 1 de abril ya hab¨ªan sido concentrados en ellos 20.000 milicianos", escribe Ortiz en su tesis, citando al diario Abc del 2 de abril de 1939. Seg¨²n el historiador Javier Rodrigo, los campos estaban situados en los estadios del Rayo Vallecano y Metropolitano, en el Cuartel de la Monta?a, Pinar de Chamart¨ªn, plaza de toros de Las Ventas y en los cuarteles de Guzm¨¢n el Bueno y El Pardo. Hubo asimismo un llamado dep¨®sito de prisioneros en el grupo escolar Miguel de Unamuno, en la calle de Batalla del Salado, que permaneci¨® abierto hasta 1942 mientras los anteriores duraron desde abril hasta el fin de 1939.
?ngel Su¨¢rez y el Equipo 36 de investigadores public¨® en la editorial Ruedo Ib¨¦rico, en 1976 en Francia, un informe donde relataba: "En el campo de concentraci¨®n del Metropolitano, donde estaban reagrupados los detenidos republicanos, se presentaban comisiones de ciudades, pueblos y barrios. Estas partidas iban all¨ª a escoger sus presos, a seleccionar a los que se iban a llevar para acabar con ellos en el escenario en el que (supuestamente) hab¨ªan desarrollado sus actividades pol¨ªticas (ellos, sus padres o sus abuelos) o bien para eliminarlos por el camino si ¨¦ste era largo y en la camioneta (que tra¨ªan) hab¨ªa poco sitio o no se pod¨ªan aguantar las ganas hasta llegar all¨ª". Detenciones, torturas, muertes y desapariciones se produjeron tambi¨¦n en muchas de las 12 comisar¨ªas de distrito, entre ellas la de Vallecas, donde el entonces panadero, y luego dirigente comunista Sim¨®n S¨¢nchez Montero, fue torturado, como muchos otros, por el comisario Roberto Conesa, seg¨²n recogen los periodistas Fernando J¨¢uregui y Pedro Vega en su Cr¨®nica del antifranquismo. Algo parecido suced¨ªa en muchos de los ocho cuarteles de la Guardia Civil distribuidos entre Pe?agrande y Vallecas. "A todo ello hab¨ªa que a?adir las 10 delegaciones de distrito de Falange".
Adem¨¢s, centros de detenci¨®n y tortura donde se registraron estad¨ªas de detenidos posteriormente desaparecidos fueron las comisar¨ªas de Serrano, Fomento y, sobre todo, la de Almagro; la de Polic¨ªa Militar de N¨²?ez de Balboa, 31; un secadero de pieles de Fuencarral, y los Servicios de Informaci¨®n de Falange.
Madrid ten¨ªa en aquellas fechas iniciales seis prisiones de mujeres y m¨¢s del doble masculinas. El recorrido de muchas de las v¨ªctimas que no hab¨ªan muerto en los centros de detenci¨®n culminaba en los cementerios. Eran 13, desde el del Este, en cuyas tapias murieron fusiladas miles de personas, hasta los de Villaverde, Carabanchel Alto y Bajo, Vallecas, El Pardo, Fuencarral, Aravaca, Barajas, Canillas y Canillejas. En su estudio de doctorado, Ortiz se?ala que "no s¨®lo se fusilaba en los cementerios, sino tambi¨¦n en la propia c¨¢rcel y a garrote vil", como ha revelado Marcos Ana en su libro Decidme c¨®mo es un ¨¢rbol, al que el historiador cita en varias ocasiones.
Cr¨ªmenes en el asedio
Las autoridades franquistas difundieron durante 39 a?os los cr¨ªmenes cometidos en el bando republicano durante la Guerra Civil. De 3.000 a 10.000 personas (2.500 en Paracuellos del Jarama, seg¨²n Edward Malefakis) entre falangistas, arist¨®cratas, terratenientes, religiosos de ambos sexos y militares mon¨¢rquicos por el mero hecho de serlo, o bien ciudadanos sospechosos de militancia contra la Rep¨²blica, fueron detenidos arbitrariamente. En muchas ocasiones fueron asesinados por partidas armadas fuera del control policial. El descontrol arreci¨® tras la matanza de 1.800 republicanos en la plaza de toros de Badajoz y tras el cerco de los militares rebeldes que, desde la Casa de Campo, bombardeaban Madrid y alardeaban por radio de contar con una quinta columna clandestina que combat¨ªa a su favor. Una obsesiva caza del supuesto quintacolumnista acentu¨® los cr¨ªmenes, que el Gobierno leg¨ªtimo de la Rep¨²blica, refugiado en Valencia, pudo atajar una vez reorganizada la Polic¨ªa y creado un Ej¨¦rcito Popular.
En el bando franquista se ajustici¨® a los denunciados por tales cr¨ªmenes. Los asesinatos y desapariciones en la posguerra madrile?a permanecen impunes.
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