En La Moncloa, ?para qu¨¦?
Fuentes oficiales anuncian que ma?ana, mi¨¦rcoles, d¨ªa 5, a las 10, el presidente del Gobierno, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, ha convenido una cita en La Moncloa con Mariano Rajoy, presidente del PP, principal partido de la oposici¨®n. El encuentro rompe un periodo de carencia prolongado de modo inexplicable durante 19 meses.
En el anterior, de octubre de 2008, el men¨² del que dieron cuenta Zapatero y Rajoy se compon¨ªa de dos asuntos: la crisis y la renovaci¨®n del Tribunal Constitucional. Con los resultados de agravamiento del primero y de par¨¢lisis del segundo, como queda a la vista.
Ahora, el temario es m¨¢s amplio. Tiene tres puntos conocidos: el rescate de Grecia, al que Espa?a debe contribuir con un 12,4% del total, lo que supone 9.792 millones de euros; los planes de austeridad de la Administraci¨®n p¨²blica y la reestructuraci¨®n de las cajas de ahorro, cuyos procesos de fusi¨®n se ven interferidos por las autoridades auton¨®micas, celosas de su poder hasta la disfuncionalidad.
La cita se produce a petici¨®n del p¨²blico, harto de la bronca entre PSOE y PP
Reconozcamos que queda fuera de discusi¨®n la conveniencia del encuentro de ma?ana. Pero, una vez que han sonado los clarines del anuncio, en ambos interlocutores predominar¨¢ la tensi¨®n de saberse emplazados a la salida ante la turba period¨ªstica concentrada. Ese momento posterior condicionar¨¢ las actitudes de una y otra parte durante la entrevista, cuyo inter¨¦s real a efectos de acordar soluciones podr¨ªa reducirse a cero. Porque, como en tantas ocasiones, el fracaso quedar¨ªa asegurado si la discusi¨®n se centrara s¨®lo en acordar la versi¨®n a ofrecer a los informadores. Asistir¨ªamos as¨ª a un an¨¢lisis tan detallado como inane de los formalismos de llegada y despedida, a ponderar los minutos de duraci¨®n, a calibrar si las ruedas de prensa se celebran ambas en La Moncloa o si el presidente del PP prefiere convocar la suya en G¨¦nova, a examinar si quien comparece por parte del Gobierno es su presidente o cu¨¢l de sus vicepresidentas y as¨ª sucesivamente.
La cita de La Moncloa se produce a petici¨®n del p¨²blico, harto de presenciar la bronca est¨¦ril entre PSOE y PP, en el Congreso de los Diputados o a trav¨¦s de los medios de comunicaci¨®n. Dicen los analistas que al presidente del Gobierno le falta un plan que le devuelva la credibilidad perdida, tanto en nuestro pa¨ªs como ante los observadores internacionales. Porque ninguno de los par¨¢metros de nuestra econom¨ªa nos condena a la fatalidad. Ni nuestro d¨¦ficit, ni el montante de nuestra deuda, ni el comportamiento de nuestras exportaciones, ni siquiera el ¨ªndice de desempleo. El problema b¨¢sico es la falta de credibilidad que el Gobierno, a base de proponer y retirar medidas de manera s¨²bita y desconcertante, ha conseguido labrarse.
Claro que tambi¨¦n una oposici¨®n instalada en los principios del "vale todo", con tal de que sume desprestigio al pa¨ªs, y convencida de que el deterioro es el m¨¢s seguro veh¨ªculo para ganar las pr¨®ximas elecciones, ha hecho aportaciones muy relevantes en esa misma direcci¨®n. Unir de manera indisoluble el desastre del pa¨ªs a la propia ventura, esperar que la cifra de parados alcance los cinco millones, como si ese fuera el mejor propulsor para llegar al Gobierno, establecer la necesidad de medidas valientes, entendidas siempre en el sentido de penalizar a los m¨¢s desfavorecidos, dejar a los abusadores, que nos han despe?ado hacia la crisis, exentos de la exigencia de responsabilidades, configura una senda que avalada por la orquesta medi¨¢tica produce el aturdimiento en el que nos encontramos.
Los encuentros entre el presidente del Gobierno y el del PP deber¨ªan haber sido habituales, sin c¨¢maras ni emplazamientos period¨ªsticos que retroalimentan los peores instintos. Enfocados a la b¨²squeda de soluciones y al mantenimiento de la decencia p¨²blica. Un comportamiento que cada uno de los partidos en liza debe exigir de manera implacable en el interior de sus propias filas.
Aceptemos con Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid, que la corrupci¨®n es consustancial a las instituciones igual que los metales son atacables por los ¨¢cidos pero si la naturaleza humana es corruptible se impone el control m¨¢s exigente porque los l¨ªderes no responden s¨®lo de su estricta honradez personal sino tambi¨¦n del comportamiento de sus entornos. La ejemplaridad debe ser m¨¢s radical en tiempos de crisis.
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