Romper los marcos mentales
Meursault, el protagonista de El extranjero de Albert Camus, fue condenado por no haber sido capaz de llorar en el entierro de su madre. Judith Butler, con su concepto de vidas precarias, indaga en aquellas vidas invisibles, "que no son susceptibles de ser lloradas". Nos movemos en unos marcos mentales que determinan nuestra relaci¨®n con la vida de los dem¨¢s y que limitan las posibilidades de reconocimiento. Romper estos marcos significa repensar la precariedad, la vulnerabilidad, la da?abilidad, la interdependencia. El problema no es meramente "c¨®mo incluir m¨¢s personas dentro de las normas ya existentes, sino considerar c¨®mo las normas ya existentes asignan reconocimiento de modo diferencial". En este an¨¢lisis descubriremos c¨®mo las distintas formas de expresi¨®n cultural que emanan del poder refuerzan los marcos referenciales, apuntalan los mecanismos de exclusi¨®n. Incluso a menudo se acude al discurso de los derechos humanos, a las cuestiones de g¨¦nero y a otros elementos del discurso emancipador para legitimar la negaci¨®n del reconocimiento a otros. Judith Butler analiza estos mecanismos tomando como ejemplo la tortura y la fotograf¨ªa. Y plantea la urgencia de reflexionar y cambiar la perspectiva sobre tres cuestiones centrales: el concepto de vida, la violencia de Estado y el discurso del miedo. Al tiempo que defiende como actitud moral, si se me permite la expresi¨®n, la conciencia de vulnerabilidad, la capacidad de compartir precariedad, la asunci¨®n de que cualquier forma de supervivencia pasa por el grupo, por la relaci¨®n con los dem¨¢s. "Lo que limita qui¨¦n soy es el l¨ªmite del cuerpo, pero el l¨ªmite del cuerpo nunca me pertenece plenamente".
Marcos de guerras. Las vidas lloradas
Judith Butler
Traducci¨®n de Bernardo Moreno
Paid¨®s. Barcelona, 2010
200 p¨¢ginas. 19 Euros
El concepto de vida. Judith Butler parte de dos postulados: existe un vasto ¨¢mbito de vida no sujeto a la regulaci¨®n y a la decisi¨®n humanas; dentro del vasto ¨¢mbito de la vida org¨¢nica, la degeneraci¨®n y la destrucci¨®n forman parte del proceso mismo de la vida. "Excluir la muerte a favor de la vida constituye la muerte de la vida". De modo que no se puede afirmar por adelantado un derecho a la vida. Y la cuesti¨®n no es si determinado ser es vivo o no, ni si tiene o no estatus de persona, "sino si las condiciones sociales, su persistencia y prosperidad son o no posibles". ?En qu¨¦ condiciones la vida precaria tiene derecho a la protecci¨®n? El derecho a la vida implica "la obligaci¨®n positiva de suministrar unos apoyos b¨¢sicos que intenten minimizar la precariedad de manera igualitaria": la comida, el trabajo, la atenci¨®n sanitaria, la educaci¨®n, el derecho a la movilidad y a la expresi¨®n, la protecci¨®n contra los da?os y contra la opresi¨®n. De modo que nuestras obligaciones, lo que est¨¢ de nuestra mano, son las condiciones que hacen posible la vida, no la vida en s¨ª.
Judith Butler distingue entre precariedad y precaridad. Las vidas son por definici¨®n precarias, la precaridad "designa esa condici¨®n pol¨ªticamente inducida en la que ciertas poblaciones adolecen de falta de redes de apoyo sociales y econ¨®micas y est¨¢n diferencialmente m¨¢s expuestas a los da?os, la violencia y la muerte". Centrar de nuevo la pol¨ªtica contempor¨¢nea en los efectos ileg¨ªtimos y arbitrarios de la violencia estatal, incluidos los medios coercitivos para aplicar y desafiar la legalidad, podr¨ªa reorientar perfectamente a la izquierda m¨¢s all¨¢ de las antinomias liberales en las que naufraga actualmente. Nos ayudar¨ªa a comprender ?por qu¨¦ podemos sentir horror frente a ciertas p¨¦rdidas e indiferencia, o incluso superioridad moral, frente a otras? Algunos humanos dan por supuesta su humanidad, mientras que otros luchan por acceder a ella.
El miedo se da por a?adidura: es el resultado de esta pol¨ªtica de precarizaci¨®n del otro. La representaci¨®n de la tortura, la fotograf¨ªa, es ambivalente: es una forma de poner en evidencia los excesos de la violencia de Estado, pero al mismo tiempo es una manera de legitimarse que tiene el propio torturador y es una forma de sembrar el miedo y las dudas: ?de qu¨¦ manera las normas que rigen qu¨¦ vidas son consideradas humanas entran en los marcos mediante los cuales se desarrolla el discurso y la representaci¨®n visual, y c¨®mo estas delimitan u orquestan a su vez nuestra capacidad de respuesta ¨¦tica al sufrimiento?
Pero el n¨²cleo del programa te¨®rico de Judith Butler est¨¢ en esta idea: "Juzgamos un mundo que nos negamos a conocer, y nuestro juicio se convierte en un medio para negarnos a conocer este mundo". Este nodo s¨®lo puede romperse por la curiosidad y por el conocimiento, pero esto significa descomponer los marcos que nos atrapan. Y para ello el individuo necesita nuevos espacios de ubicaci¨®n. "Toda forma de individualidad es una determinaci¨®n social". Nuestro primer inter¨¦s por el otro es porque es condici¨®n de nuestra supervivencia. "La singularizaci¨®n constituye un rasgo esencial de la socialidad". Y es necesario asumir el car¨¢cter vulnerable de nuestras vidas como v¨ªa para la empat¨ªa hacia las vidas precarias. Todos estamos en la precariedad. -
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.