De la aldea rural a la global
Martin y Barbara Jablonowsky dirigen empresas 'on line' desde Sober
Martin y Barbara Jablonowsky (D¨¹sseldorf) decidieron dar un gran salto en su vida y se decantaron por el rural gallego. Pero antes de saltar, se cercionaron de tener la red bien segura. No una red para acr¨®batas, sino una buena conexi¨®n a Internet. Se han asentado en la aldea de Mer (Sober) desde donde dirigen varias empresas on line.
Llegaron a Santiago con Ryanair, en el vuelo inaugural de una nueva l¨ªnea de la compa?¨ªa. Estaban encantados porque la firma les hab¨ªa invitado al viaje, y quedaron m¨¢s encantados a¨²n al descubrir Galicia. Que decidieran que este era el lugar en el que quer¨ªan estar era s¨®lo cuesti¨®n de tiempo.
La pareja se conoci¨® en D¨¹sseldorf, en su etapa universitaria, hace m¨¢s de tres d¨¦cadas. La familia de Barbara era muy estricta: "Me fui a la universidad para librarme, en parte". La de Martin era muy abierta. Entre los dos, encontraron un mundo intermedio donde vivir seg¨²n sus condiciones. Con sus propias normas y desafiando la tradici¨®n, ¨¦l adopt¨® el apellido de ella: Jablonowsky. Para financiarse mientras estudiaban montaron un bar, el Germania, donde una se ocupaba de la cocina y el otro de las copas.
Llegaron a Galicia en la primera l¨ªnea a¨¦rea de bajo coste y quedaron encantados
Son pioneros en la puesta en marcha de un banco de tiempo en la aldea
Al acabar la carrera, Barbara trabaj¨® para el Gobierno alem¨¢n en la coordinaci¨®n de ayuda a exiliados. Martin se especializ¨® en programaci¨®n. Trabaj¨® para la multinacional Unilever, en Alemania, y luego le destinaron a Inglaterra para dirigir el departamento de inform¨¢tica en el Reino Unido. Se instalaron en una casa con tres siglos de historia en Kent y una amplia finca. En ella, siguiendo las ideas del Yellow Book, una de las publicaciones m¨¢s prestigiosas sobre jardines, comenzaron a cultivar plantas y flores.
Era una existencia casi id¨ªlica que result¨® ahogada por su propio ¨¦xito. El pueblecito ingl¨¦s empez¨® a crecer demasiado y el mercadillo que organizaban para vender sus flores lleg¨® a estar tan concurrido que la parcela se les qued¨® peque?a. Fue entonces cuando empezaron a plantearse un cambio de vida. En Galicia hab¨ªan descubierto su destino natural.
Martin ten¨ªa su propia compa?¨ªa, especializada en la creaci¨®n de p¨¢ginas web, en la conformaci¨®n de redes internacionales y en venta on line, as¨ª como una red para contrataci¨®n de viajes asociada a agencias de todo el mundo. El negocio se pod¨ªa manejar desde cualquier lugar, siempre que hubiera buena conexi¨®n a Internet. Cuando eligieron Mer, en Sober, no ten¨ªan muchas esperanzas de lograr el soporte necesario, y esa fue la ¨²nica condici¨®n que pusieron a la inmobiliaria. Sorprendentemente, se lo consiguieron en unos d¨ªas.
Restauraron la casa reservando un peque?o apartamento independiente que alquilan para turismo rural, y que han bautizado como Casa de las Flores. Para promocionar la zona, tienen una p¨¢gina web www.lifeingalicia.com, donde tratan de atraer viajeros y narran sus experiencias gallegas. Barbara ha construido unos invernaderos y cultiva plantas de flores singulares y hortalizas de forma ecol¨®gica, utilizando la energ¨ªa solar para el riego. Promociona su jard¨ªn a trav¨¦s de www.lemosverde.com.
Tambi¨¦n son pioneros en la puesta en marcha de una especie de banco de tiempo, grupo de trabajo o de apoyo, seg¨²n se mire. Son un colectivo de 14 personas que reservan todos los jueves para el intercambio de tareas: van a casa de los vecinos a ayudar en el campo o en lo que haga falta. Cada tres meses, hacen un mercadillo donde cambian los productos que elaboran y cultivan. Barbara tambi¨¦n organiza un mercadillo de Navidad en el que vende art¨ªculos decorativos artesanales, siguiendo la tradici¨®n inglesa.
Dicen que se han adaptado bien. "Los gallegos son muy reservados en el primer contacto, pero en poco tiempo ya te aceptan como amigo", dice Martin. Comentan encantados que el d¨ªa de la fiesta de San Jos¨¦ en Mer les invitaron a participar en la comida comunal. "Aqu¨ª en el pueblo somos como una gran familia, con 21 vecinos y una granja de vacas para carne y leche", explican. Apuntan con orgullo que hay 7 ni?os en la aldea, la garant¨ªa del futuro.
Ellos son buena muestra de c¨®mo Internet ha borrado distancias y barreras: viven a un tiempo en la aldea rural y en la aldea global.
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