Un s¨ªmbolo de la Am¨¦rica moderna
Aunque estuviera en Studio 54 y llevara varias horas entregado a la juerga nocturna, Calvin Klein entendi¨® que aquello era una oportunidad. Este muchacho jud¨ªo del Bronx, que se hab¨ªa labrado un nombre con sus abrigos de l¨ªneas depuradas, se encontr¨® en la pista de baile con un tipo que le pregunt¨® si le gustar¨ªa poner su nombre a unos vaqueros y, de paso, ganar un mill¨®n de d¨®lares. Corr¨ªa el a?o 1977. Cinco despu¨¦s, las ventas de vaqueros Calvin Klein rozaban los 500 millones de d¨®lares al a?o. Una jovenc¨ªsima Brooke Shields proclamaba desde las vallas publicitarias que nada se interpon¨ªa entre su gentil cuerpo y sus tejanos. "Los vaqueros me dieron la oportunidad de transmitir mi mensaje a las masas. Me permitieron crear de una manera distinta", explic¨® el dise?ador a?os despu¨¦s.
Hoy el gran mercado se encuentra en Asia. Prueba de ello fue el desfile que organizaron el pasado enero en Singapur
El fundador de la marca reconcili¨® conceptos opuestos. Demostr¨® que lo chic tambi¨¦n puede ser pr¨¢ctico
El universo Klein se expand¨ªa; sus prendas reafirmaban un estilo de vida que rebasaba las costuras. Pero eran los tormentosos a?os ochenta, y junto a los grandes ¨¦xitos tambi¨¦n llegaron los graves problemas financieros y una sonada estancia en una cl¨ªnica de desintoxicaci¨®n. Los noventa trajeron aires nuevos. La hija del dise?ador, Marci, coment¨® a su padre que su ropa era demasiado cara. Aquello fue el germen de la exitosa CK, una l¨ªnea joven a precio asequible con la que Calvin Klein reconcili¨® conceptos opuestos. Lo simple mut¨® en sofisticado, y millones de mujeres encontraron en sus prendas la definici¨®n exacta de la elegancia urbana y moderna. La comodidad no ten¨ªa por qu¨¦ estar re?ida con la belleza. Lo chic pod¨ªa ser pr¨¢ctico. Y el estilo Calvin Klein pod¨ªa estar al alcance del gran p¨²blico.
El mantra minimalista qued¨® sintetizado en la primera tienda de la marca: un edificio de estilo neocl¨¢sico en la avenida Madison. Poco despu¨¦s de que abriera sus puertas a mediados de los noventa, un joven dise?ador brit¨¢nico formado en el Royal College of Art de Londres la visit¨® por primera vez. Hoy, Kevin Carrigan es el director creativo global de Calvin Klein Jeans, CK y Calvin Klein. Es el tercer hombre en el triunvirato que el americano estableci¨® cuando en diciembre de 2002 vendi¨® su compa?¨ªa. Francisco Costa e Italo Zucchelli son los dise?adores que nombr¨® para las colecciones de costura de mujer y hombre, respectivamente. En las manos de Carrigan dej¨® todo lo dem¨¢s, es decir, desde vaqueros y la l¨ªnea juvenil hasta toallas o gafas, pasando por la ropa interior.
Tras haber trabajado con Nicole Farhi en Francia y Max Mara en Italia, Carrigan lleg¨® a las oficinas de Calvin Klein en 1998, recomendado por un editor de Vogue. Sinti¨® que los dise?os destilaban una potente correlaci¨®n con la ciudad: la eficacia y velocidad de las l¨ªneas depuradas se alejaban de cualquier tono nost¨¢lgico retro. Con el fundador de las marcas que ahora dirige, Kevin Carrigan comparte mucho m¨¢s que las mismas iniciales en orden inverso. "Yo no estudi¨¦ en Saint Martins, sino en una escuela que formaba a arquitectos y dise?adores industriales", subraya sentado en una sala de la sede central neoyorquina. "Su visi¨®n de la marca encajaba con mi propia filosof¨ªa, la estrecha relaci¨®n que sus dise?os establec¨ªan entre forma, funci¨®n y belleza era algo con lo que me identificaba".
Situadas en el coraz¨®n del pu?ado de calles donde anta?o se concentraban talleres textiles y de confecci¨®n y tiendas al por mayor -el llamado Garment District de Manhattan-, las oficinas se ajustan a la sobria elegancia de la casa. Paredes blancas, sof¨¢s de cuero y una orqu¨ªdea en el centro de la mesa. Las asistentes de Carrigan pasean con altos tacones desde primera hora de la ma?ana. Ni un solo estampado enturbia el ambiente. Todo parece funcionar con la exactitud de un reloj, y Carrigan, vestido en tonos pizarra, marca el ajustado comp¨¢s. Trabaja con cerca de 50 dise?adores y especialistas en tejidos. "Cuando empec¨¦, colaboraba muy cerca de Calvin en la selecci¨®n de telas y colores", recuerda. "Luego ¨¦l empez¨® a delegar y yo fui tomando las riendas poco a poco".
Hoy su territorio est¨¢ a pie de calle y se extiende por Latinoam¨¦rica, Europa y Asia. Maneja 500 tiendas y escaparates en todo el mundo, uno de los m¨¢s recientes se estren¨® este invierno en la calle de Fuencarral de Madrid. "Seas escritor, arquitecto o dise?ador de moda, siempre quieres que tus productos est¨¦n en el ambiente perfecto. Es muy importante controlar (y no me gusta mucho esta palabra) el ambiente en el que vendes tu producto. Como consumidor, a m¨ª me gusta saber d¨®nde estoy", explica.
El hechizo de los dise?os de Klein sigue cautiv¨¢ndole y a menudo regresa al archivo de polaroids de las colecciones de los ochenta y noventa. "Kate Moss con una chaqueta de lino blanco impoluta es algo que sigue siendo moderno. Calvin cambi¨® nuestro look y nuestra percepci¨®n de lo cool", afirma. Pero una revoluci¨®n exitosa casi siempre acaba por convertirse en un cl¨¢sico. Lo que para una generaci¨®n fue novedad, para la siguiente es pasado. El salto al mercado de masas puede acabar con el elemento de novedad que en un primer lugar alz¨® a la cumbre de la popularidad un estilo. Es un territorio delicado, por el que Carrigan y su equipo caminan armados de los nuevos medios que la tecnolog¨ªa de las comunicaciones ofrece. El ingl¨¦s dice que en la interacci¨®n con el p¨²blico es donde est¨¢ la clave. Hay que conocer al consumidor, y el suyo es joven. "La mejor herramienta para estar al d¨ªa son las redes sociales. Te hacen m¨¢s fuerte como dise?ador", asegura.
Carrigan declara su admiraci¨®n por Zara y mira con atenci¨®n los productos de sus competidores, muchos de los cuales han seguido una senda parecida a la de Calvin Klein, pero a la inversa. Jil Sander en Uniqlo, Stella McCartney en H&M o Kate Moss en Topshop son s¨®lo algunos ejemplos de colecciones que marcas asequibles encargan a dise?adores. En el caso de Calvin Klein, ¨¦l mismo puso sus dise?os al alcance del gran p¨²blico. La evoluci¨®n en funci¨®n del mercado, dice Carrigan, es lo que mantiene la relevancia de una marca. Y en tiempos de recesi¨®n, trabajar en l¨ªneas asequibles puede ser un fil¨®n. "La gente est¨¢ conteniendo sus gastos y hay un nuevo patr¨®n en las compras, por eso hay que mirar cada pieza y pensar en su valor real". Atr¨¢s quedaron los a?os en que un par de vaqueros costaban 400 d¨®lares. El nuevo modelo Calvin Klein Body, en el que el equipo de Carrigan ha trabajado m¨¢s de un a?o para lograr que se ajuste como un guante a las curvas femeninas, cuesta 79 d¨®lares.
En l¨ªnea con las campa?as de alto contenido sexual con las que se publicitaron los primeros vaqueros Calvin Klein, las vallas de este modelo muestran a la sensual Eva Mendes. Aunque hoy resulte m¨¢s complicado escandalizar, la marca no renuncia a su tradici¨®n sexy. El negocio, sin embargo, ha cambiado su orientaci¨®n geogr¨¢fica: hoy, el gran mercado se encuentra en Asia. Prueba de ello fue el desfile organizado en enero por el triunvirato Carrigan, Costa y Zucchelli, en el que por primera vez desde 1994 se presentaban juntas todas las l¨ªneas. Una prisi¨®n abandonada en Singapur fue el inquietante escenario. Meses despu¨¦s, en las p¨¢ginas de The New York Times, una periodista se lamentaba as¨ª del rumbo oriental tomado por la marca: "Una vez fuimos el centro de gravedad de su universo est¨¦tico. Ya no. ?Qui¨¦n podr¨ªa predecir que China se iba a interponer entre Brooke y sus Calvin?". Carrigan no est¨¢ de acuerdo. "Calvin Klein siempre ser¨¢ una marca americana. Esa es su esencia. Gracia natural que no requiere esfuerzo". P
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