Un partido de esos o un partido de los otros
La verdad es que uno advierte la tremenda dificultad de practicar el f¨²tbol cuando el Atleti tiene un partido de esos. Observar a 11 profesionales, que viven con largueza de la profesi¨®n de futbolista, demostrar en el campo su imposibilidad para ligar una jugada -una sola, por caridad- ¨²nicamente puede deberse a la extrema complejidad que caracteriza a este juego. S¨®lo as¨ª, porque este deporte exija una posici¨®n dificil¨ªsima de componer el pie derecho para golpear la pelota, puede entenderse que Perea, entren¨¢ndose d¨ªa a d¨ªa durante muchos, muchos a?os, sea incapaz de acertar con el pie de Assun??o, a menos de dos metros, y que este, en el rar¨ªsimo caso de que no la pierda, tenga la misma dificultad -?c¨®mo hab¨ªa que poner este pie?- para ced¨¦rsela a Ra¨²l Garc¨ªa, a dos metros y medio, que duda de si este pie o el otro pie...
Sin que nadie sepa por qu¨¦, Perea asombra con una rapidez endiablada en el corte
No desprecien tampoco, en un equipo con el talento que tiene donde m¨¢s dif¨ªcil es lograrlo, en la delantera, sus problemas con los defensas derechos. Es absolutamente asombroso, una rareza en el mundo del f¨²tbol que no encuentra parang¨®n en ninguna categor¨ªa de ninguna Liga del mundo. Cualquier equipo de Tercera Regional con campo de tierra cuenta con un par de defensas derechos dispuestos a todo. Usted mira la Liga uzbeka, la de Guinea Ecuatorial, la de las Islas Comores, y todos, absolutamente todos, han encontrado hace a?os a defensas derechos. El Atleti no tiene, no encuentra un defensa derecho desde hace much¨ªsimos a?os -aquel prodigio de Tom¨¢s Re?ones, v¨¢lganos el Se?or, que fue hasta internacional- en ning¨²n mercado del mundo. Ni en la cantera, ni en la Segunda Divisi¨®n ni de all¨¢ de donde sea que haya llegado Ibrahima. Nada, imposible, el Atleti no consigue tener un defensa derecho. ?Por favor, que estamos hablando de un 2! Usted se mete en un tomatal, saca dos kilos de tomates y ah¨ª mismo, entre medias, hay un defensa derecho apa?adito. Se lo digo yo, que siempre he jugado de defensa derecho.
M¨¢s llamativa es la imposibilidad de la defensa del Atleti, sea cual sea su composici¨®n, para saltar. Saltar, s¨ª; levantar los pies del suelo, vamos. Navas, por ejemplo, saca un c¨®rner y Negredo y Kanout¨¦ saltan para el remate. All¨ª arriba, ambos charlan de sus cosas, qu¨¦ tal ayer, a ver si nos vemos m¨¢s con la familia, mientras abajo, pies clavados, que digo clavados, atornillados, soldados, pegados, cosidos, adheridos a la tierra firme, los defensores atl¨¦ticos miran asombrados c¨®mo los seres humanos pueden saltar, suspenderse en el aire, estirarse, tal lo est¨¢n haciendo sus rivales. Porque ellos han decidido que no, que nunca, jam¨¢s, bajo ning¨²n concepto, de ninguna de las maneras, as¨ª les maten, van a saltar a por un bal¨®n.
?Quiere esto decir que el Fulham va a salir a pasearse en Hamburgo, que el Atleti va a ser masacrado por el malvado ingl¨¦s en un recordatorio cruel del desastre de Trafalgar? Nada de eso. Puede pasar, y en ocasiones ocurre, que el Atleti tiene un partido de los otros. Sin que nadie sepa por qu¨¦, Perea asombra al estadio con una rapidez endiablada en el corte, Ujfalusi hasta corre la banda, Assun??o se machaca la marat¨®n de reglamento, como siempre, pero esa noche con criterio, y no despavorido, de un lado para otro, como si se hubiera declarado un incendio en las cercan¨ªas. Ra¨²l Garc¨ªa sigue prometiendo lo que promet¨ªa y, claro, Reyes, Sim?o, Forl¨¢n y Ag¨¹ero, a lo suyo: a apabullar a las defensas contrarias.
As¨ª que, si esa noche tenemos un partido de los otros y no un partido de esos, hasta podemos ser campeones de Europa. Bueno, de esta Europa. Toda una heroicidad -y no me hagan hablar- si miramos de qu¨¦ despachos venimos.
Tiembla, Fulham; tiembla, Sevilla: en las finales somos los otros.
?Ser¨¢ por chuler¨ªa...!
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.