El milagro como programa
A primera vista, la propuesta de formar un Gobierno de unidad para hacer frente a la crisis, sugerida por los dirigentes de CiU, parece una expresi¨®n de sentido com¨²n, una vez constatada la incapacidad para el pacto que est¨¢n demostrando los principales partidos. Y, sin embargo, cabe tambi¨¦n interpretarla como un nuevo riesgo para el cada vez m¨¢s acosado sistema institucional, al que un d¨ªa se desprecia invocando las peripecias del Estatut y otro los avatares procesales de un juez que tuvo un sue?o providencial.
Una cosa es que situaciones excepcionales requieran medidas excepcionales; otra distinta que la excepcionalidad se traslade desde las medidas a la instancia que debe adoptarlas. Nada tendr¨ªa de extra?o que, en el improbable caso de que prosperase la sugerencia de CiU, un Gobierno de unidad fuese incapaz de cosechar ¨¦xitos contra la crisis. Y si esto fuera as¨ª, y nadie en su sano juicio podr¨ªa descartar que lo fuera, el descr¨¦dito no alcanzar¨ªa a un partido, sino al sistema en su conjunto.
Cada d¨ªa que se mantiene en la inacci¨®n, el Gobierno pierde margen de maniobra contra la crisis
Sugerir que ha llegado el momento de un Gobierno de unidad equivale a declarar fracasados todos los mecanismos ordinarios para adoptar medidas contra la crisis. La paradoja es que, en nuestro caso, esos mecanismos no han sido utilizados ni hay visos de que nadie quiera recurrir a ellos. Es verdad que el Gobierno sigue creyendo que lo que necesita el pa¨ªs son pol¨ªticas de imagen para convencer a quien haga falta, ya sean mercados o electores, y multiplica anuncios que rara vez llegan a convertirse en medidas y arriesga pron¨®sticos sobre el crecimiento y el empleo que m¨¢s parecen apuestas de jugadores compulsivos. Pero esta es la hora en la que el Partido Popular no ha hecho otra cosa que recuperar entre profec¨ªas de cat¨¢strofe el milagro como programa, insinuando que basta con que su candidato se siente en La Moncloa para que la crisis desaparezca por arte de birlibirloque.
Si se re¨²nen los dirigentes del Gobierno y la oposici¨®n, como se reunieron la semana pasada, es para intentar endosarse el coste pol¨ªtico de la par¨¢lisis, en ning¨²n caso para desbloquearla. No es seguro que con otras medidas de Gobierno la oposici¨®n actuase de manera diferente, puesto que el PP tiene s¨®lidamente acreditada la capacidad de pedalear a pi?¨®n fijo. Lo que es seguro, en cambio, es que con una oposici¨®n diferente la par¨¢lisis resultar¨ªa insostenible para el Gobierno.
Probablemente, es lo que ha querido decir CiU al sugerir un Gobierno de unidad. S¨®lo que un diagn¨®stico acertado est¨¦ tal vez sirviendo de base a un remedio incongruente. Cuando un Gobierno est¨¢ paralizado y el principal partido de la oposici¨®n se resiste a desvelar la alternativa, si es que la tiene, el mecanismo ordinario que prev¨¦ el sistema es la convocatoria de elecciones, donde todas y cada una de las fuerzas est¨¢n obligadas a retratarse y a echar cuentas de sus apoyos. Por descontado, no parece que el adelanto electoral est¨¦ en los planes del presidente del Gobierno ni que el PP vaya a exig¨ªrselo, a no ser mediante cautelosos rodeos y con la boca peque?a. Pero es m¨¢s que dudoso que, puestos en la tesitura a la que pretende responder CiU, un Gobierno de unidad resulte mejor remedio contra la crisis que unas elecciones anticipadas. Sobre todo porque en las actuales circunstancias ya no sirve la l¨®gica del voto del miedo, esa abdicaci¨®n de las obligaciones ciudadanas que consisti¨®, seg¨²n una expresi¨®n de entonces, en "votar tap¨¢ndose la nariz".
A escasos dos meses del final, la presidencia de la Uni¨®n Europea no ha sido el hito que el Gobierno esperaba. En su inanidad y falta de perfil, el semestre espa?ol se ha convertido en una t¨¢cita tregua interna, durante la que ning¨²n partido, a excepci¨®n de CiU y su sugerencia de un Gobierno de unidad, ha planteado iniciativas de calado pol¨ªtico, sean viables o no. El 30 de junio, sin embargo, la tregua en la que se ha convertido la presidencia europea habr¨¢ llegado a su fin y el acertado diagn¨®stico de CiU, aunque rematado por un remedio incongruente, exigir¨¢ poner fin a este asfixiante comp¨¢s de espera. Cada d¨ªa que se mantiene en la inacci¨®n, el Gobierno pierde margen de maniobra contra la crisis, al mismo tiempo que apoyo electoral.
El Partido Popular, por su parte, se afianza en las encuestas como vencedor pero no como alternativa, un contrasentido que muestra hasta qu¨¦ punto pol¨ªtica y econom¨ªa comienzan a marchar por caminos diferentes; tan diferentes que, cuanto peor se ponen las cosas, parece importar menos decidir entre programas que creer en los milagros.
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