Entre el v¨®mito y el voto
Hasta el pr¨®ximo 13 de junio se expone en el CaixaForum de Madrid obra abundante de Miquel Barcel¨®, acaso el pintor m¨¢s mimado del arte espa?ol en los ¨²ltimos 30 a?os y propicio objeto de pol¨¦mica. Barcel¨®, con apenas 25 a?os, fue el ¨²nico representante espa?ol en la VII Documenta de Kassel (1982) y el ¨²nico representante espa?ol en la LIII Bienal de Venecia (2009).
La envidia envenena a sus colegas y, paralelamente, una parte de la cr¨ªtica espa?ola ha afilado sus herramientas. Sin duda, Barcel¨® concentra los atributos personales y profesionales m¨¢s apetitosos para hacer rodajas, sea por el lado de no permitir profetas en su tierra sea por el lado de hacer croquetas con uno de los artistas que se manifestaron envueltos en el "club de la ceja", tal como recordaba pronto Fernando Castro Fl¨®rez en su lacerante texto del semanario cultural ABCD el pasado 27 de marzo.
Parte de la cr¨ªtica espa?ola ha afilado sus herramientas ante Miquel Barcel¨®
No basta conocer mucho de arte, para apreciarlo se requiere paladar
En t¨¢cita r¨¦plica a ese art¨ªculo, semanas despu¨¦s, Francisco Calvo Serraller public¨® en Babelia (8-5-10) un art¨ªculo tan largo como el de Castro Fl¨®rez pero en sentido inverso. Si Castro afirmaba que la pintura de Barcel¨® "est¨¢ en el l¨ªmite de la mediocridad y no ha aportado nada a la historia del arte reciente", Calvo declar¨® que se "est¨¢ frente a un artista muy s¨®lido e importante... que ha entrado en la historia de nuestro pa¨ªs de una manera insoslayable".
La cr¨ªtica de Castro Fl¨®rez enardece al lector porque dice lo que pide el calor del cuerpo, mientras Paco Calvo, con m¨¢s reflexi¨®n y frialdad, se vale de la mente y su memoria para describir el relevante itinerario de Barcel¨®, desde su exaltaci¨®n en Kassel al aprecio que ya le han prestado los mejores galeristas y acreditados museos del mundo. Esto sin contar con el privilegiado andamiaje que f¨ªsica y simb¨®licamente han supuesto sus obras en la catedral de Palma y en la c¨²pula para la ONU en Ginebra.
Para quien conozca personalmente a estos famosos cr¨ªticos no ser¨¢ una sorpresa que el primero escriba acalorado y el segundo sin sudor alguno. ?Qui¨¦n tiene la raz¨®n? ?Barcel¨® mediocre o excelente? ?Sicario de Zapatero, seg¨²n Castro, o continuador de "T¨¤pies, Gaud¨ª, Mir¨® y la gran tradici¨®n hist¨®rica que se remonta hasta Ribera", seg¨²n Calvo?
La pol¨ªtica, no cabe duda, lo enmerda casi todo y, en el caso de Barcel¨®, sus astracanadas escult¨®ricas embarullan su obra, de por s¨ª proteica. Con todo, la pol¨¦mica Castro / Calvo procura luz e higiene no ya sobre el caso concreto de un pintor, sino sobre la condici¨®n del cr¨ªtico con o sin mediaci¨®n ideol¨®gica pero, sobre todo, con o sin gusto, un don susceptible de perfecci¨®n pero insustituible en origen.
El gusto ser¨¢ en el cr¨ªtico como el gen creador en el artista. Ni las escuelas, las cl¨ªnicas, las drogas o la veteran¨ªa logran inculcar el buen gusto en quien no lo tiene. Es lo mismo que en el buen criterio para elegir la ropa. A despecho de sus infinitas posibilidades, todos los a?os se publican listas de las mujeres, ricas y famosas, peor vestidas del mundo. Y no s¨®lo "peor" sino, en absoluto, mal vestidas. M¨¢s que sufrir de mal gusto, carecen de ¨¦l y ni el dinero, los consejos o los desfiles logran superar esa mutilaci¨®n.
No basta conocer mucho de arte; para apreciarlo se requiere un buen paladar. Sin esta condici¨®n, casi org¨¢nica, el cr¨ªtico se desorienta o se emberrenchina ante aquello que no le sabe porque la repetida insipidez pone de muy mal humor. Esto explica el tono desabrido en el que, a veces, se expresan: no se trata de que esa obra no les guste sino que no les sabe y el sabor, como anuncia su etimolog¨ªa, es la base consecuente al saber.
No he tenido la experiencia de ver ninguna exposici¨®n con Castro Fl¨®rez, siendo sobresaliente en su conducta el exabrupto. He paseado, sin embargo, con Calvo Serraller ante numerosos cuadros y lo memorable de esa experiencia, siendo Paco Calvo un tipo raro, fue su sosegada degustaci¨®n. Cada cual escoge la gu¨ªa que prefiere pero no es verdad que sobre el gusto "no hay nada escrito". En esta pol¨¦mica, por ejemplo, hay un gusto y un disgusto escritos respecto al mismo men¨². Y un v¨®mito y un voto servidos sobre el mismo plato.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.