Simplemente Forl¨¢n
El delantero del Atl¨¦tico, rematador por naturaleza, consigue dos goles y el triunfo en la primera final de su carrera
Diego Forl¨¢n asom¨® en Hamburgo con el pelo revuelto y los cascos del iPod acoplados en lo m¨¢s profundo de los t¨ªmpanos. Desde el primer momento, el matador del Atl¨¦tico fue muy consciente de la misi¨®n que lideraba.
La responsabilidad de los goles era cosa de Forl¨¢n. Lo hab¨ªa reconocido hasta Ag¨¹ero, su compa?ero de danza. El doble Bota de Oro, dos premios de muchos lingotes que reconocen los dos fusiles que tiene por piernas, firm¨® anoche una de las mejores faenas que se le recuerdan. "Es tan voraz... Me recuerda a cuando era joven, a cuando el gol era mi ¨²nica obsesi¨®n. Forl¨¢n es como yo", le vanagloriaba hace unos d¨ªas Enzo Francescoli en la tarima del Calder¨®n. Por lo que m¨¢s perplejo estaba El Pr¨ªncipe, uruguayo como Forl¨¢n, como ¨¦l de Montevideo, era por la puesta a punto del goleador, siempre de menos a m¨¢s: "Diego hiberna en las primeras vueltas y sale rugiendo de la cueva en las segundas, que es cuando se juegan los t¨ªtulos. Quiz¨¢s lo hace inconscientemente, quiz¨¢s se administra como hacemos todos cuando pasan los a?os, no lo s¨¦... Lo que s¨ª s¨¦ es que lo hace de maravilla".
El equipo mandaba pero no llegaba el premio. Hasta que 'Diegol' fue a buscarlo
El estadio bail¨® al son del grito m¨¢s repetido y feliz de la noche: "?U-ru-gua-yo!"
El Cachabacha, el sobrenombre que acompa?a a Forl¨¢n en el vestuario -"Yo le llamo Diegol, es m¨¢s lindo y le define mejor", protesta el Kun- dio la raz¨®n a su precursor. Aunque no hac¨ªa falta, el ambientazo del Hamburgo Arena le desperez¨®. Despert¨® sus instintos m¨¢s primarios. Los m¨¢s salvajes. "Por Dios, que ganen al Fulham, si no estar¨¢ insoportable, no podremos entrar en casa", rogaba Pablo, su padre. El hijo permanec¨ªa ajeno a la conversaci¨®n. La final estaba a punto de comenzar y Forl¨¢n no apartaba la vista del suelo, del cielo, con la vista perdida. Los dem¨¢s componentes del Atl¨¦tico estaban en corrillo, d¨¢ndose palmadas y gritos de ¨¢nimo mientras el charr¨²a parec¨ªa una estatua de Buda meditando. Casi contra su voluntad, abandon¨® su postura de depredador solitario y se uni¨® al c¨®nclave.
Su aportaci¨®n fue much¨ªsimo m¨¢s intensa y extensa en cuanto Nicola Rizzoli pit¨®. Era la se?al que Forl¨¢n llevaba esperando toda una vida. Por fin disputaba su primera final. No lo pareci¨®. Sus desmarques metieron en m¨¢s de un berenjenal a Hangeland. Los intercambios de posici¨®n con Ag¨¹ero, buscando la espalda de Hughes pusieron al otro central del Fulham de los nervios. A los 12 minutos, el delantero de rizos dorados lanz¨® su primer zarpazo: Ag¨¹ero recuper¨® el bal¨®n con el cuadro de Hogdson al contrapi¨¦ y asisti¨® en diagonal a Forl¨¢n que, tras un control sutil, remat¨® cruzado al palo largo. Diez minutos despu¨¦s enganch¨® una pelota suelta al borde del ¨¢rea y no se lo pens¨® dos veces, aunque la envi¨® alta.
El Atl¨¦tico mandaba pero no llegaba el premio. Hasta que Diegol fue a buscarlo. En una jugada que reuni¨® a los cuatro fant¨¢sticos del Manzanares, Reyes la puso por la derecha, Sim?o toc¨® la bola, Ag¨¹ero chut¨® con la izquierda y le sali¨® una asistencia perfecta para que Forl¨¢n fusilase. La celebraci¨®n le llev¨® al ¨¦xtasis, con la mejor banda sonora de fondo posible. "?U-ru-gua-yo! ?U-ru-gua-yo! ?U-ru-gua-yo!" celebr¨® el fondo que reun¨ªa a la hinchada. El gol de Davies s¨®lo le concedi¨® seis minutos de gloria.
El Fulham no quer¨ªa serla cenicienta. Los otros tres remates que le permiti¨® no llevaban veneno. Pero Forl¨¢n no cej¨® en el empe?o. La entrada de Jurado le dio m¨¢s vuelo. Y la pr¨®rroga, la segunda en 15 d¨ªas, le devolvi¨® al disparadero. Con 100 minutos en los gemelos busc¨® las cosquillas de Schwarzer en un remate lateral que hizo suspirar de terror a unos y de desesperaci¨®n a otros. A punto de concluir la primera parte del tiempo a?adido, se invent¨® una jugada de f¨¢bula, y¨¦ndose de tres contrarios y dejando el gol en las botas del Kun, primero, y despu¨¦s de Salvio. El esf¨¦rico peg¨® por fuera de la red por m¨¢s que la gente del Atl¨¦tico lo gritara dentro. La falta de punter¨ªa no arredr¨® a Forl¨¢n. Sigui¨® a lo suyo. Ujfalusi termin¨® una galopada por la banda con un env¨ªo atr¨¢s que el nueve rojiblanco mand¨® por encima del larguero. No import¨®. Quedaba lo mejor.
Un centro del Kun lo mand¨® a la red con la espuela. Schwarzer, que era el portero del Middlesbrough en la final de 2006, hinc¨® la rodilla derrotado. El Sevilla le endos¨® entonces cuatro goles como cuatro soles. Luis Fabiano, Maresca y Kanout¨¦ convirtieron el Philips Stadion de Eindhoven en una tortura para el australiano. Desde anoche, Forl¨¢n es su nueva pesadilla.
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