Un se?or demasiado elegante y curioso
Cuando vas a conocer a Gay Talese, ¨¦l acaba haciendo las preguntas. Pronto te enteras de que tus respuestas deben ser urgentes y van en serio. Es un interrogatorio hecho con un sombrero, desde una curiosidad no detectivesca ni infantil, sino la de un cirujano cardiovascular que intenta llegar a un diagn¨®stico vital desde tus actos m¨¢s pasionales hasta los m¨¢s aburridos. No es una man¨ªa profesional; es una marca gen¨¦tica que ya es parte del personaje Talese. Hijo de unos inmigrantes italianos que viajaron a Am¨¦rica y se dedicaron en casa a hacer trajes a mano (su padre) y a vender vestidos (su madre), parece haber heredado esa mirada microsc¨®pica del detalle significativo propia del sastre, un trabajo silencioso y colmado de paciencia, m¨¢s bien anacr¨®nico y contemplativo. Su vena familiar fue modelando su elegancia de gentleman, tambi¨¦n de se?or de otros tiempos y s¨®lo a medida de la de Tom Wolfe, quien lo bautizar¨ªa como el padre del New Journalism, un t¨ªtulo nobiliario que no le va bien con sus m¨¢s de cincuenta trajes colgando del ropero de su mansi¨®n en Manhattan.
El autor de Frank Sinatra est¨¢ resfriado nunca hace entrevistas. Jam¨¢s se la hizo a este divo, y sin embargo -o tal vez por ello mismo- pudo trasmitir la atm¨®sfera de g¨¢nsteres y la personalidad impredecible, tan generosa como intimidante, de un Sinatra, cantante agripado, sin mencionar en ning¨²n momento la palabra mafia. Las entrevistas son para Talese un escenario teatral donde la gente no se comporta como es. Prefiere entonces ser m¨¢s cinematogr¨¢fico y, cuando te acompa?a, enciende sus sentidos como una c¨¢mara del futuro que, al final de su rodaje, capta las escenas reveladoras de una vida. El se?or demasiado curioso sale durante semanas o meses con los personajes de sus historias -a veces m¨¢s de cinco a?os, como con los mafiosos de Honrar¨¢s a tu padre-, y los acompa?a gan¨¢ndose su confianza hasta ser testigo de c¨®mo cambian su humor frente a ¨¦l. Si retroceden, ha aprendido a evitar el portazo en la cara con esos trajes y modales marca Talese que, en lugar de distanciar, hace que sus personajes se confiesen. Sus maniobras de sastre las ha llevado hasta su modo de tomar apuntes: no escribe sus notas en una libreta de dise?o tipo moleskine sino en unas tiras hechas con esos cartones que sostienen el talle de las camisas cuando las devuelven de la lavander¨ªa.
De un momento a otro el sastrecillo valiente se vuelve un introvertido minero que excava en la vida de unos de personajes desconocidos. No le apetecen las noticias de primera plana. En su primera historia, que The New York Times public¨® sin su firma, el ¨²nico trabajo con un horario que acept¨® en toda su vida, un Gay Talese veintea?ero que hasta una semana antes s¨®lo era el chico de los mandados contaba la historia del hombre que proyectaba los titulares como flashes luminosos en los altos de un edificio de Times Square. As¨ª, por su literatura de la realidad han desfilado boxeadores olvidados, escritores de obituarios, un restaurante que siempre fracasa en una esquina y hasta el c¨¦lebre pene de un hombre castrado por su mujer. Hoy Talese trata como una perfecta desconocida a la se?ora con la que lleva durmiendo m¨¢s de medio siglo, la prestigiosa editora Nan Talese. Y ensaya no una memoria sino un reportaje sobre su propio matrimonio y el misterio de su duraci¨®n. Su m¨¦todo para escribir es a¨²n m¨¢s extravagante, lo que lo eleva a la categor¨ªa de lun¨¢tico muy bien vestido.
Cada ma?ana, Gay Talese se viste elegante s¨®lo para bajar a escribir al s¨®tano de su casa. All¨ª, aislado y sin tel¨¦fonos ni timbres en la puerta, dibuja a l¨¢piz y sobre una libreta amarilla una primera frase en may¨²sculas. Cuando tiene cinco p¨¢ginas con esas frases, las transcribe en una m¨¢quina el¨¦ctrica y all¨ª las sigue corrigiendo hasta imprimir una sola p¨¢gina. Cuando por fin le satisface, la pega con un alfiler en una pared con un panel. Hasta hace unos a?os se iba al otro extremo de su cuarto, desde donde las le¨ªa con unos binoculares. Hoy las reduce en una fotocopiadora a un sesenta y siete por ciento de su tama?o original. Busca experimentar con la percepci¨®n. Leer su propio texto como si lo hubiese escrito otro. Es cuando, de haber sido un minero introvertido, Gay Talese pasa a ser con sus palabras un joyero despiadado. Y se vuelve a hacer preguntas contra s¨ª mismo.
Julio Villanueva Chang (Lima, 1967) es autor del libro Elogios criminales (Mondadori. M¨¦xico, 2008) y fundador de la revista Etiqueta Negra.
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