"Tuve que escoger: morir entre rejas o criticar a los m¨ªos"
Sus ojos se empa?an de un brillo bonito y triste al recordar a su madre. Muri¨® cuando Rebiya Kadeer, l¨ªder de los uigures en el exilio, era muy joven. A sus 63 a?os, Kadeer vive en Virginia (EE UU), lejos de su familia -tiene 11 hijos- y de la tierra que defiende s¨®lo para los suyos, la regi¨®n aut¨®noma china de Xinjiang, engullida por el gigante asi¨¢tico en 1949. La mirada risue?a y sus divertidos posados con el fot¨®grafo se esfuman con la primera pregunta: "?Se considera china o uigur?". "Soy uigur. No tengo nada que ver con China".
A mediados de los noventa, Kadeer hab¨ªa dejado ya muy atr¨¢s sus primeros pasos como lavandera para convertirse, gracias a las exportaciones de sus grandes almacenes a Kazajist¨¢n, en la primera fortuna de Xinjiang y s¨¦ptima de China. "Pod¨ªa hacer mucho dinero, pero no pod¨ªa ayudar a mi gente". Fue entonces, en el a?o 1997, cuando Kadeer fund¨® el Movimiento de las Mil Madres. "Pek¨ªn", afirma Kadeer dibujando un relato con sus manos que no deja probar bocado, "me apoy¨® hasta que creci¨® nuestro activismo". El Gobierno cerr¨® la organizaci¨®n y su cooperaci¨®n pol¨ªtica con el Partido Comunista decay¨® hasta su encarcelamiento en agosto de 1999, poco antes de una reuni¨®n con una delegaci¨®n estadounidense para hablar de derechos humanos. Nunca se celebr¨®.
La s¨¦ptima fortuna de China se convirti¨® en l¨ªder separatista de los uigures
A esa prisi¨®n en la que estuvo m¨¢s de cinco a?os le recuerda -sonr¨ªe por la an¨¦cdota- una de las im¨¢genes inmortalizadas por el fot¨®grafo a trav¨¦s de la cristalera de la cafeter¨ªa. "No fue f¨¢cil la c¨¢rcel, pero nunca me arrepent¨ª", aclara tras un t¨ªmido sorbo de t¨¦. La presi¨®n de Occidente y de una ONG como Amnist¨ªa Internacional, que la adopt¨® como presa de conciencia, abri¨® las puertas del penal. Con condiciones: "Me dieron dos posibilidades: morir entre rejas o dejarme grabar en v¨ªdeo criticando el separatismo uigur para obtener mi liberaci¨®n". Con una sorna ani?ada, Kadeer reconoce que, en cuanto puso el pie en Chicago y volvi¨® a hablar, Pek¨ªn colg¨® el v¨ªdeo en YouTube.
Pero ni el popular contenedor de Internet logr¨® colocar a la minor¨ªa uigur -un 45% de los 20 millones de habitantes de Xinjiang- en los quioscos de Occidente. S¨ª lo hicieron los casi 200 muertos que el pasado mes de julio causaron los choques entre uigures y chinos de la etnia han, mayoritaria en el pa¨ªs, en Urumqi, capital de Xinjiang. "No es una lucha ¨¦tnica, sino una lucha de los uigures contra 60 a?os de dominio brutal", interrumpe Kadeer atizada por las acusaciones desde Pek¨ªn de provocar a los uigures desde su exilio. Un hostigamiento que el pasado 6 de mayo deriv¨® en un portazo del Ministerio de Exteriores espa?ol a la l¨ªder uigur incumpliendo una cita cerrada 15 d¨ªas antes. Ese mismo d¨ªa, una portavoz del Gobierno comunista advirti¨® de que el contacto con Kadeer podr¨ªa perjudicar las relaciones bilaterales.
Diferente hubiera sido si hubiese ganado el Premio Nobel de la Paz de 2006, al que fue candidata. "Si lo hubiera ganado", sonr¨ªe, "el Gobierno chino habr¨ªa tenido m¨¢s cuidado". Se lo llev¨® Mohamed Yunus, el padre de los microcr¨¦ditos.
Pero no se llev¨® su orgullo. "?Recuerdas la foto de una mujer frente a los tanques chinos en Urumqi?", interroga ahora Kadeer. "Era una madre uigur". "Y usted, ?es buena madre?" "?Por supuesto!".
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