Naufragio
Este mayo se est¨¢ revelando como un aut¨¦ntico mes negro para nuestra historia reciente, pues la defenestraci¨®n del juez Garz¨®n, decidida el viernes pasado tras un sumar¨ªsimo ajuste de cuentas, se ha venido a a?adir al desastroso naufragio de nuestro cr¨¦dito soberano. Aqu¨ª aplazar¨¦ comentar esa tragedia judicial para centrar mi an¨¢lisis en el duro ajuste del d¨¦ficit decidido por el Gobierno ante la presi¨®n de nuestros socios externos. Una presi¨®n que el presidente Zapatero no ha podido resistir, teniendo por fin que dar su brazo a torcer. De ah¨ª que el mi¨¦rcoles pasado anunciara en las Cortes su decisi¨®n de recortar el sueldo de los funcionarios, congelar las pensiones de jubilaci¨®n y restringir la inversi¨®n p¨²blica entre otras diversas medidas de austeridad, como ¨²nica forma de reducir el disparatado desequilibro de nuestra deficitaria balanza fiscal de ingresos y gastos.
El ajuste duro, por necesario que sea, tambi¨¦n necesita ser explicado
Debemos aceptar sacrificios como el de Zapatero, que le costar¨¢ el puesto
Con ello Zapatero se traicionaba a s¨ª mismo desmintiendo todo su anterior discurso como garante de los derechos sociales, para tener que reinventarse como in¨¦dito cirujano de hierro dispuesto a sajar la burbuja del d¨¦ficit que nos est¨¢ hundiendo en un oc¨¦ano de endeudamiento. Y ante el naufragio de la Hacienda espa?ola, el capit¨¢n al mando se dispone a hundirse con su nave, poniendo su cabeza en juego con la esperanza de salvar a la tripulaci¨®n y al pasaje. Con ello muere el Zapatero buenista del talante complaciente que s¨®lo sab¨ªa usar el soft power de Nye, que carec¨ªa tanto de estrategia como de narrativa, y que s¨®lo trataba de medrar como un fun¨¢mbulo haciendo equilibrios t¨¢cticos en la cuerda floja, a fin de eludir la responsabilidad de tomar decisiones comprometedoras. Y a cambio nace un nuevo Zapatero que por fin se ve obligado a elegir, adoptando una decisi¨®n arriesgada, peligrosa y comprometida, cuya incierta ejecuci¨®n le exigir¨¢ ejercer todo el hard power que sea capaz de esgrimir.
Pero semejante ejercicio de ajuste duro, por necesario que sea en estas excepcionales circunstancias, tambi¨¦n necesita ser explicado a los ciudadanos para que comprendan su necesidad y acepten de buen grado los arduos sacrificios que acarrea. De modo que el nuevo Zapatero hard, que ha venido a sustituir al Zapatero soft, tambi¨¦n debe contar una historia (como recomiendan los manuales de storytelling), lo que exige disponer de discurso pol¨ªtico y narrativa propia. O sea, que Zapatero debe dejar de parecer Mister Bean para pasar a parecerse a Mister Churchill, capaz de convencer a los ciudadanos de que deben entregar a su pa¨ªs sangre, sudor y l¨¢grimas. Pero el presidente Zapatero todav¨ªa no ha sabido encontrar ning¨²n discurso propio.
Y ante la ausencia de narrativa cre¨ªble, todos sus cr¨ªticos, tanto sindicales como de la oposici¨®n, le achacan que se ha plegado a las exigencias y presiones extranjeras por pura debilidad, en lugar de reconocer la audacia y valent¨ªa de su decisi¨®n como ha hecho por ejemplo Obama. Pero esta cr¨ªtica populista, que s¨®lo revela nostalgia de la autarqu¨ªa franquista, ya no tiene sentido en el mundo global de hoy. Zapatero no puede dejar de atender las solicitudes de los pa¨ªses de nuestro entorno porque los espa?oles estamos en deuda con ellos, tras haber vivido estos ¨²ltimos 15 a?os de su cr¨¦dito (como demuestra nuestra ingente deuda externa tanto p¨²blica como sobre todo privada) o incluso a costa de ellos (Fondos Estructurales y de Cohesi¨®n). Los espa?oles somos deudores netos del exterior porque hemos estado viviendo muy por encima de nuestras posibilidades, y por tanto debemos atender las solicitudes de nuestros acreedores que nos demandan salir de n¨²meros rojos para volver a prestarnos cr¨¦dito.
De modo que todos debemos aceptar amargos sacrificios durante un tiempo, renunciando a esa cultura consumista de nuevos ricos adictos al pelotazo que nos condujo al actual naufragio colectivo. Los funcionarios bien podemos renunciar a parte de nuestros sueldos, y los jubilados al incremento de las pensiones, pues sabemos que quien nos paga, que es el Estado, nunca dejar¨¢ de hacerlo ni tampoco nos despedir¨¢. De ah¨ª que debamos ser leales con ese Estado del que vivimos, contribuyendo a sostenerlo para que supere sus actuales dificultades. Una lealtad y un sacrificio que no podemos pedirles a los trabajadores precarios que son v¨ªctimas del ingente desempleo, mientras que en cambio s¨ª deber¨ªamos ped¨ªrselo a propietarios, sindicatos y empleados estables, a sabiendas de que ser¨¢ in¨²til hacerlo como demuestra el actual bloqueo de la reforma laboral. Un sacrificio, en fin, como el que acaba de hacer el propio Zapatero, al suicidarse pol¨ªticamente tomando una decisi¨®n que le costar¨¢ el puesto. Pues ese gesto le har¨¢ salir del Gobierno, aunque al menos le permitir¨¢ recobrar la dignidad.
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