Progenitores
"De mi madre", escribe el novelista estadounidense Richard Ford (Jackson, Misisipi, 1944) en su libro Mi madre (Anagrama), "no conservo m¨¢s que recuerdos sueltos hasta los 16 a?os, en 1960, un a?o decisivo para los dos: el a?o en que mi padre se despert¨® jadeando un s¨¢bado por la ma?ana y muri¨® antes de poderse levantar". Se trata, pues, de una declaraci¨®n que, en principio, emplaza la relaci¨®n materno-filial en los veinte a?os posteriores, cuando ese hijo ¨²nico, a la saz¨®n un adolescente atribulado, inicia sus primeros a?os como adulto, que le acabar¨¢n convirtiendo en un gran narrador. Pero Ford, que escribi¨® esta historia unos a?os despu¨¦s del fallecimiento de su madre y que fue publicada originalmente en 1988, no se limita a contar s¨®lo la ¨¦poca en la que ambos debieron sobrevivir juntos, sino que rememora los primeros recuerdos dispersos de su infancia y, todav¨ªa m¨¢s, se remonta, como puede, hasta los de la de su madre. A los recuerdos personales se suman, por tanto, los indirectos de su indagaci¨®n, como debe hacerse cuando alguien quiere explicarse de verdad a s¨ª mismo.
En Tiempo de vida (Anagrama), el escritor espa?ol Marcos Giralt Torrente (Madrid, 1968), otro hijo ¨²nico, tras la muerte de su padre, el pintor Juan Giralt (Madrid, 1940-2007), tambi¨¦n necesit¨® reflexionar sobre su propio andamiaje existencial, aunque en su caso, habi¨¦ndose divorciado sus padres cuando era todav¨ªa un ni?o, centrando su relato en la historia de su conflictiva recuperaci¨®n de la efigie del padre ausente, algo que afortunadamente logra cuando ¨¦ste est¨¢ ya al borde de la muerte. Pero, como Ford, Marcos Giralt no s¨®lo se limita a narrar el largo lapso de sus desencuentros con el padre, que perdi¨® en su primera infancia y reencontr¨® al inicio de su madurez, sino que tambi¨¦n hace acopio de toda la informaci¨®n que dispone acerca de la vida completa de su progenitor para que su memoria autobiogr¨¢fica no se quede, nunca mejor dicho, sin patr¨®n.
Hijos ¨²nicos o no, hay una abundant¨ªsima literatura en la que escritores han hurgado en el misterio de su propia identidad a trav¨¦s de captar la de sus padres, porque, al fin y al cabo, es all¨ª, en medio de estos velados entresijos, donde se esconde el tesoro, fascinante y terrible, de qui¨¦n y c¨®mo somos. El relato esencial, o, si se quiere, el m¨¢s veraz: la historia que encadena todas las historias. El testamento o testimonio del patrimonio familiar. El t¨¦rmino latino patrimonium significa el conjunto de bienes que se heredan de los padres, siendo su tasaci¨®n econ¨®mica finalmente lo m¨¢s irrelevante de esta adquisici¨®n, porque siempre el problema est¨¢ en el ser m¨¢s que en el tener.
Cuando, al final de su evocaci¨®n materna, la de una mujer sin el menor relieve p¨²blico, Ford intenta dar un sentido a su historia, le atribuye el que ella hiciera para ¨¦l posibles "sus afectos m¨¢s verdaderos" y la aceptaci¨®n de la realidad, "un acto de conocimiento que confirma el amor". Tras anunciar que est¨¢ esperando un hijo, la ¨²ltima frase del libro de Marcos Giralt Torrente enuncia el siguiente deseo: "Me gustar¨ªa conservar algo de lo mejor de mi padre para que le llegue a trav¨¦s de m¨ª". Y es que el relato patrimonial planta en el horizonte el vertical ¨¢rbol que enlaza la ra¨ªz con el cielo, el pasado con el futuro: la aut¨¦ntica progresi¨®n de la memoria.
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