Y Camps, feliz
El presidente valenciano se presenta como un Juan sin Miedo que considera "de risa" la decisi¨®n del Supremo de mantenerle como imputado por cohecho. Est¨¢ convencido de que tiene una misi¨®n en la Comunidad Valenciana y que nadie podr¨¢ impedirla
Sostiene un veterano pol¨ªtico valenciano, militante del PP y buen conocedor de las cruj¨ªas y los pasadizos de la sede de la presidencia del Gobierno valenciano, que el Palau de la Generalitat, un edificio g¨®tico del siglo XV, enloquece a sus inquilinos. No quiere decir que los sucesivos presidentes que lo han habitado y habitan hayan precisado camisas de fuerza pol¨ªtica para ser desalojados de sus despachos, aunque alguno hubo al que su partido, literalmente, abandon¨® en las estancias palaciegas para que se diera cuenta de que no ten¨ªa otra opci¨®n que dimitir. Nuestro pol¨ªtico del PP se refiere m¨¢s bien a que todos los presidentes auton¨®micos que en Valencia han sido se ven aquejados, en mayor o menor medida, de un s¨ªndrome similar; aunque ninguno lo padeci¨® tan temprano como Francisco Camps. Una patolog¨ªa que, por utilizar las palabras del diputado de IU Gaspar Llamazares referidas a un inquilino del palacio de la Moncloa, defin¨ªa de la siguiente guisa: "D¨ªcese de aquel s¨ªndrome que afecta fundamentalmente a la percepci¨®n de la realidad. El Gobierno percibe la realidad como una realidad triunfalista al margen de lo real e, incluso, al margen de la memoria".
En el PP est¨¢n inquietos porque habla siempre en primera persona y por la vindicaci¨®n crispada de su inocencia
Una cosa es que no se cuestione su honradez, y otra, las facilidades que dio a su "amiguito del alma" para enriquecerse
La descripci¨®n de Llamazares sobre el aislamiento, primero, y la consiguiente ceguera, despu¨¦s, que padecen los l¨ªderes pol¨ªticos se puede aplicar corregida y aumentada al presidente de la Generalitat valenciana. Desde que en febrero del a?o pasado se conociera que la Fiscal¨ªa Anticorrupci¨®n implicaba a Francisco Camps en la trama G¨¹rtel, la deriva presidencial ha sido cuanto menos preocupante. Por esas fechas, d¨ªas antes de que los medios de comunicaci¨®n dieran a conocer que el presidente hab¨ªa recibido regalos en forma de trajes por parte de la trama corrupta, un nervioso Camps llamaba personalmente a los medios para contarles que "eso que se iba a publicar" era "completamente falso". Pero si, pese a ello, la noticia sal¨ªa a la luz, ¨¦l dimitir¨ªa de inmediato "porque no podr¨ªa soportar la verg¨¹enza de salir a la calle con ese bald¨®n. Antes dimito si es eso lo que quer¨¦is".
El jueves pasado se cumpli¨® un a?o desde que prest¨® declaraci¨®n ante el Tribunal Superior de Justicia valenciano en calidad de imputado por un presunto delito de cohecho pasivo impropio. Ni hab¨ªa dimitido, ni ten¨ªa la menor intenci¨®n de hacerlo.
Durante los 15 meses que dura ya el proceso, los ciudadanos han asistido primero at¨®nitos, luego sorprendidos y finalmente estupefactos. ?Qu¨¦ ha pasado para que el temeroso Camps de primeros de 2009 se haya convertido en el Juan sin Miedo de mayo de 2010? Probablemente nada que no se supiera con antelaci¨®n a la crisis. Camps siempre ha cultivado una imagen de hombre pr¨®ximo a la gente, que acrecienta con un lenguaje relamido y algo cursi en el que las constantes referencias futbol¨ªsticas son la excusa perfecta para no hablar de los temas importantes.
Pero ese es el Camps aparente. El real oculta una voluntad de hierro, una capacidad de resistencia que, si bien es cierto que ha estado a punto de quebrarse en varias ocasiones -la primera, nada m¨¢s llegar a la presidencia de la Generalitat-, se mostr¨® con toda su fuerza cuando logr¨® doblarle la mano a Eduardo Zaplana, su predecesor en el cargo y persona que le design¨® como sucesor, hasta mantenerle exiliado pol¨ªticamente de la Comunidad Valenciana. Camps no es ning¨²n bambi de la pol¨ªtica, es un hombre de aparato que en 1982 ingres¨® en las Nuevas Generaciones tras la victoria electoral de Felipe Gonz¨¢lez. Casi 30 a?os de militancia en el PP, periodo en el que ha recorrido todos los escalones de la Administraci¨®n (local, auton¨®mica y central), le han permitido tejer una tupida red de relaciones con sus compa?eros de partido, para acabar convirti¨¦ndose en un pol¨ªtico correoso, que oculta tras la imagen de una persona afable.
No hay dos Camps: el bueno o el malo, el cuerdo o el iluminado. Siempre ha sido el mismo. No hay diferencia alguna entre el que lleg¨® al Gobierno valenciano convencido de que, como Jaime I, ten¨ªa una misi¨®n hist¨®rica para la Comunidad Valenciana del que el pasado martes, tras conocerse la sentencia del Tribunal Supremo, que le manten¨ªa como imputado, proclamaba: "Solo puedo decir que hoy soy m¨¢s feliz que ayer y que esto acaba antes de lo esperado". El mismo que es capaz de reivindicar el Estado de derecho y, al mismo tiempo, calificar la decisi¨®n un¨¢nime de los cinco magistrados del Supremo como una "cosa de risa".
Camps est¨¢ convencido de que tiene una misi¨®n que llevar a cabo en la Comunidad Valenciana y que nada ni nadie se lo va a impedir. Ha interiorizado este f¨¢tum de tal manera que no le va a ser f¨¢cil a Mariano Rajoy, l¨ªder nacional del PP, apartarle de su puesto. El presidente valenciano no se cree inocente. Se ve inocente. Y no descansar¨¢ hasta que de un modo u otro le sea reconocida esa condici¨®n. Esa es la fuerza que le permite desayunar sapos todas las ma?anas. Los medios de comunicaci¨®n, los tertulianos, no hay d¨ªa que no le llamen "indigno", "indecente", "miserable", "cad¨¢ver pol¨ªtico". Pero ¨¦l resiste. Sus apoyos ya no est¨¢n entre sus compa?eros de Gobierno o de partido. Ahora mismo, Camps se refugia en su familia, en su mujer, Isabel Bas, y en sus hijos. Fundamentales para dar solidez a su estado an¨ªmico. Tambi¨¦n en un sanedr¨ªn al margen del partido y del Consell vinculado a c¨ªrculos conservadores cat¨®licos de los que forma parte y que comparte con su vicepresidente tercero, Juan Cotino, y el responsable del ¨¢rea de Justicia del PP y diputado por Alicante, Federico Trillo, ambos del Opus Dei.
Desde que se supo de su implicaci¨®n en la trama G¨¹rtel, Camps se alej¨® de los medios de comunicaci¨®n. No respond¨ªa a las preguntas y su agenda se llen¨® de viajes al extranjero y se vaci¨® de actos en la Comunidad Valenciana. Los pocos que convocaba se hac¨ªan a ¨²ltima hora y pr¨¢cticamente en la clandestinidad para evitar preguntas y situaciones embarazosas. Camps ha tenido que escuchar en m¨¢s de una ocasi¨®n "ladr¨®n", "corrupto" o "p¨¢gate los trajes" en plena calle, y eso es algo que no soporta. Pero el d¨ªa en que se conoci¨® el avance de la sentencia del Supremo reapareci¨® un Camps diferente. Convoc¨® a la junta directiva regional, se present¨® como una v¨ªctima, comparando la situaci¨®n personal por la que atravesaba con lo que le ocurri¨® al PP durante la guerra de Irak y lo del Prestige, se ri¨® de la decisi¨®n del Supremo y, por primera vez en meses, acept¨® preguntas de los periodistas.
El que comparec¨ªa era un Camps euf¨®rico, seguro de s¨ª mismo y de lo que iba a ocurrir en el futuro. Que se hubiera equivocado en todos sus vaticinios anteriores no significaba nada. Ahora s¨ª. Ahora iba a presentar nuevas pruebas, nuevos documentos, grabaciones exculpatorias. Todo iba a servir para demostrar su inocencia porque "esto va a acabar antes de lo esperado". Lo mismo hab¨ªa dicho meses antes.?Son todos estos errores productos de una persona que vive fuera de la realidad? ?Trasladan un inconsciente en el que se intuye un temor real? ?O ambas cosas a la vez? El martes pasado, Camps se refer¨ªa as¨ª a la sentencia del Supremo: "Ha dicho [el tribunal] que no hay adjudicaciones irregulares , que no hay financiaci¨®n irregular del PP y que la causa puede ser sobrese¨ªda. Es todo un montaje". En realidad, la sentencia no trataba para nada las adjudicaciones de la Generalitat ni la financiaci¨®n de su partido, y por lo que a ¨¦l se refiere, lo que dec¨ªa implica que su situaci¨®n como imputado equivale a un procesamiento. Entonces, ?por qu¨¦ se manifest¨® as¨ª?: "Porque esos son sus miedos, porque teme que del cohecho pasivo impropio se pase al cohecho propio", apunta un dirigente del PP.
Camps se encuentra solo, mucho m¨¢s de lo que ¨¦l se cree. Su carrera desde el interior del aparato del partido y su aparente fidelidad hacia quien mandaba se lo pusieron todo muy f¨¢cil. Realiz¨® una carrera mete¨®rica con todo el viento a su favor. La alcaldesa de Valencia, Rita Barber¨¢, primero, y el ex presidente de la Generalitat Eduardo Zaplana, despu¨¦s, le llevaron de la mano hasta la c¨²spide del poder sin que ¨¦l tuviera que hacer grandes esfuerzos, Una fuente del PP lo explica gr¨¢ficamente: "Fue designado por el dedo de Dios. En realidad, es v¨ªctima del modo en que fue elegido. Cuando eres se?alado por el dedo divino, no te explicas por qu¨¦ Dios te ha abandonado". Y despu¨¦s, dos victorias electorales por mayor¨ªa absoluta.
Una fuente del Gobierno valenciano cree que "la paciencia de G¨¦nova, de una parte del PP valenciano y hasta de un sector de los que formaban parte de su c¨ªrculo m¨¢s pr¨®ximo se ha agotado". Tras un a?o de par¨¢lisis gubernamental, m¨¢s de un miembro del actual Consell ha estado a punto de tirar la toalla. Y no es extra?o. El Gobierno valenciano est¨¢ desaparecido desde hace meses; y el empresariado valenciano, desesperado, porque ve que no se toman medidas para atajar el crecimiento del paro m¨¢s elevado de toda Espa?a. En el Palau de la Generalitat, los tel¨¦fonos suenan menos que de costumbre.
Camps est¨¢ en otra cosa. En demostrar su inocencia a costa de lo que sea y de quien sea. En el PP est¨¢n muy preocupados por el lenguaje que utiliza, hablando siempre en primera persona, y por la vindicaci¨®n constante, y un tanto crispada, de su honradez. Algo que nadie le echa en cara en p¨²blico. ?ngel Luna, portavoz socialista en las Cortes Valencianas, se lo record¨® el pasado jueves: "Nadie le ha dicho que se haya enriquecido, el problema es que los valencianos se han empobrecido". Pero una cosa es que no se cuestione su honradez personal y otra, muy distinta, las facilidades que dio a ?lvaro P¨¦rez, El Bigotes, su amiguito del alma, para enriquecerse. Esa negaci¨®n de la realidad y un ego¨ªsmo que se revela en pr¨¢cticamente todas sus intervenciones preocupan en el PP: "Est¨¢ utilizando el partido, las instituciones y, si no lo impedimos, el cuerpo electoral valenciano para su beneficio personal".
Un fantasma recorre los pasillos de la calle de G¨¦nova, sede nacional del PP: la convocatoria de unas elecciones anticipadas en la Comunidad Valenciana. Nadie las quiere. Unos comicios coincidentes con los catalanes, donde la corrupci¨®n en la Comunidad Valenciana ser¨ªa la estrella en todos los medios de comunicaci¨®n, es algo insoportable para la direcci¨®n del PP, cuyos miembros no entienden a qu¨¦ espera Mariano Rajoy. Los socialistas, por el contrario, suspiran por esa convocatoria de elecciones anticipadas.
Camps busca en las urnas la absoluci¨®n, el perd¨®n de la sociedad. Por eso quiere celebrarlas antes de tener que sentarse en el banquillo. Un miembro de su Gobierno lo dice con total claridad: "Est¨¢ dispuesto a que lo juzguen sin dejar la presidencia de la Generalitat". A esa cruzada personal ha convocado a su partido, que le sigue cada vez con menos entusiasmo. Ya no son ¨²nicamente los zaplanistas de Alicante, reunidos en torno a su presidente provincial, Jos¨¦ Joaqu¨ªn Ripoll, quienes desconf¨ªan de Camps. Tampoco aquellos que ten¨ªan la palabra del presidente de acometer una remodelaci¨®n del Consell pasara lo que pasara en el Supremo y ven que no ocurre nada. Algunos alcaldes constatan en sus encuestas que el presidente de la Generalitat, lejos de ser un valor a?adido, es un fardo pesado. "Ya no suma, resta. Si se mantiene en sus trece y decide seguir pase lo que pase, puede que acabe por abocarnos a una especie de refundaci¨®n como la que ha tenido que hacer el PP en Baleares".
Pero Camps est¨¢ dispuesto a seguir. No importa que el l¨ªder del PP de Pa¨ªs Vasco, Antonio Basagoiti, diga que ¨¦l se apartar¨ªa del partido si estuviera imputado por cohecho impropio o que Mariano Rajoy le haya frenado por dos veces la intentona de convocar elecciones anticipadas. Camps prefiere creer a Carlos Iturgaiz, que llama hienas bolcheviques a todos los que han investigado el caso G¨¹rtel.
El presidente valenciano no es un ciego con una pistola. Es un pol¨ªtico con un rev¨®lver y juega con ¨¦l a la ruleta rusa; pero la v¨ªctima de ese juego puede acabar siendo el propio Mariano Rajoy.
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