Dos caras y la misma moneda
Me pregunto si la herida abierta de Espa?a es ahora m¨¢s grande o m¨¢s peque?a, o al menos m¨¢s limpia que antes, o si, por el contrario, permanece como anta?o gangrenada. Tambi¨¦n me pregunto, y creo que es l¨ªcito hacerlo, cu¨¢nto de cierto hay en la lucha de las dignidades contra los intereses, o cu¨¢nto hay de dignidad verdadera en el inter¨¦s ocasional de algunas de estas luchas y cu¨¢nto de beneficio directo, econ¨®mico, pol¨ªtico, electoralista. Es evidente que a cada G¨¹rtel se le responde con un Bono, y que ese Bono traicionado seguramente desde dentro de su propia casa es una cortina de humo con la que esconder otros problemas, y es evidente tambi¨¦n que mucho de lo que se discute al margen del inter¨¦s general tiene el escaso valor de la distracci¨®n y que se agitan causas, muchas veces m¨¢s que justas, al socaire del inter¨¦s particular de cada uno por su cada qu¨¦ puntual. En este fuego cruzado que es de nuevo la eterna circunstancia de lo nuestro, se reinterpreta el pasado a la carta, se abusa del presente y se ignora el futuro.
"De lo que se trata es de salir adelante entre el respeto y la comprensi¨®n"
As¨ª las cosas, resulta dif¨ªcil desbrozar cu¨¢nto hay de sensato en los desaf¨ªos a la ley, el estado o la memoria, y m¨¢s dif¨ªcil a¨²n desarbolar las naves del contrario sin tener del todo claro el nombre del enemigo.
La prensa deber¨ªa prestar en estos casos su m¨²sculo imparcial para tratar de orientar, que no fijar, los criterios, pero pensar en una prensa imparcial en estos d¨ªas parece poco menos que ingenuo y m¨¢s que peligroso. Debemos, por tanto, movernos entre el roce constante de las parcialidades esperando que al menos esas chispas iluminen algo. Piensa Trapiello con raz¨®n, o al menos as¨ª lo creo, que no todo es ni puede ser t¨¢bula rasa en la valoraci¨®n de la historia reciente de este pa¨ªs, por mucho que el da?o est¨¦ ya m¨¢s que hecho. La equidistancia no es sin¨®nimo de ceguera, y un alzamiento militar es una afrenta al Estado y la raz¨®n, y cuarenta a?os de represalias y cr¨ªmenes no se pueden justificar atendiendo al temblor de un sistema previo e imperfecto. Si as¨ª fuera, vivir¨ªamos para siempre en el a?o 36, y pienso que podemos coincidir, si no todos al menos muchos, en que esa no es una perspectiva que genere la ilusi¨®n que nos merecemos. La Ley de Memoria Hist¨®rica pretend¨ªa reparar los cr¨ªmenes no juzgados, al menos en el territorio tard¨ªo de la dignidad. Se me escapa, a m¨ª y a quienes desconocemos el exacto curso de las leyes, si la formulaci¨®n de dicha ley es o no la adecuada, pero no tengo dudas de la moral que la sustenta. Por la misma raz¨®n (mi ineptitud en asuntos legales), se me escapa el rigor de la praxis de tal o cual juez en la disputa de esas tumbas o estas patrias, o las ofensas imprecisas de un Estatut que no deber¨ªa enfrentar naciones, sino sumarlas, y se me escapa tambi¨¦n cu¨¢nto hay de l¨ªcito?o de il¨ªcito, o de mero intercambio de intereses en la formaci¨®n de nuestros m¨¢s altos tribunales. No ignoro, en cambio, la necesidad de un Estado?de ley y de unas leyes que aseguren el Estado por encima del Gobierno. Las palabras vuelan, las acusaciones se suceden y el ciudadano se desconcierta no sin motivos. Responsabilidad parece ser la palabra adecuada, la m¨¢s necesaria, pero a uno y otro lado de estas eternas barricadas, muchas de las actitudes que vemos a diario resultan profundamente irresponsables.
No parece probable que todo sea entre nosotros verdad blanca o mentira negra, no puede ser que sumidos en una de las situaciones econ¨®micas y sociales m¨¢s complejas que hemos conocido en democracia no haya una sola posici¨®n com¨²n, una posici¨®n de Estado. No parece sensato que otra vez se tire al aire la moneda de Espa?a, o de las naciones, ideas y lenguas que nos conforman, y que suene un redoble de tambores de circo, mientras esperamos una vez m¨¢s con la respiraci¨®n entrecortada que la dichosa moneda caiga esta vez de nuestro lado.
Tal vez si cambio la palabra Espa?a, que no parece encajar con todos, por una palabra que s¨ª nos ata?e a la mayor¨ªa directamente, futuro, se entienda mejor que de lo que aqu¨ª se trata es de salir adelante entre el respeto y la comprensi¨®n por lo que nos ha sucedido y la esperanza de que lo que a¨²n nos puede suceder sea menos oscuro que lo que ya nos ha sucedido. Todos nuestros hijos se merecen ese esfuerzo, y muchos de nuestros abuelos, tambi¨¦n.
Por cierto, al hablar de circo me he acordado de ?ngel Cristo y de su muerte. Lo conoc¨ª poco, en el transcurso de una sola noche, pero me pareci¨® entonces y me parece ahora que cualquiera que se enfrente a un le¨®n se merece al menos un segundo de silencio y un respeto y un cari?o y un adi¨®s.
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