La fiebre del oro

El lingote es m¨¢s grueso y estrecho que un ladrillo. Del tama?o de un bizcocho. Pesa 30 kilos. Sali¨® hace horas al rojo del horno. Muestra una superficie irregular, rugosa y mate. Sembrada de costras cristalinas. Tiene un tono plomizo. Cuesta levantarlo. Est¨¢ helado. Como si guardara en su alma la memoria de haber permanecido millones de a?os atrapado en las entra?as de la tierra en un territorio donde se alcanzan los 40 grados bajo cero. Vale 400.000 euros. Contantes y sonantes. M¨¢s adoquines de oro duermen sobre el suelo de la fundici¨®n. Los mineros los manejan con indiferencia. Casi con desprecio. Son tipos duros y silenciosos. Muy cautos. En el negocio del oro la discreci¨®n es la ley.

El oro se est¨¢ agotando. Hay m¨¢s en las grandes ciudades y en los bancos que bajo tierra

Lo primero que hizo Barrick en los andes fue construir un camino de 160 kil¨®metros

El oro no sirve para nada. No mueve el mundo como el petr¨®leo o el uranio

"Crear una mina es un proceso lento. Pueden pasar 10 a?os hasta conseguir oro"

La cotizaci¨®n del oro se alimenta del miedo. Y hoy abunda, desde grecia y el euro hasta wall street

En Suiza, los lingotes en bruto son refinados y convertidos en oro con una pureza de 999,99

La miner¨ªa irregular proporciona un cuarto de la producci¨®n y acaba con muchas vidas

J¨®venes ya viejos. An¨®nimos en su cl¨®nico atuendo de faena. Con la cara tiznada, barba de d¨ªas y manos nudosas como cepas. Consumen su existencia en la mina Veladero, a 5.000 metros de altura. Donde hasta hace una d¨¦cada s¨®lo habitaban los guanacos, unos mam¨ªferos emparentados con las llamas. Donde el aire es seco como la lija y nunca llena del todo los pulmones. A los operarios no les preocupa el producto de su trabajo. Si un pedazo de este lingote parir¨¢ un d¨ªa un Rolex de 20.000 euros. Ellos trabajan por 800. Se alimentan con un pesado rancho cuartelero. Hoy, lentejas y empanada. Sobreviven. Y sue?an con sus 14 d¨ªas de descanso tras 14 de trabajo; escapar, bajar, respirar. Antes de abandonar el campamento rumbo a San Juan, Tudcum o Rodeo, a nueve horas de aqu¨ª, ser¨¢n registrados a conciencia. En especial sus botas. Las suelas son sometidas a un riguroso control de metales. Tambi¨¦n las de los dos periodistas. "Es un procedimiento habitual. Siempre desaparece algo; se pierde entre la ropa interior... descontamos una merma de 200 gramos al mes", aclara el encargado de seguridad de la mina.

Para producir este lingote de 30 kilos los mineros han tenido que arrancar, mover, pulverizar y someter a procesos qu¨ªmicos 20.000 toneladas de roca. Primero las explosiones a base de nitrato de amonio y fuel (puntuales tras el almuerzo) que retumban en todo el valle del Cura. Luego pegarle un bocado a la cordillera (como llaman aqu¨ª a los Andes) con excavadoras que degluten 20 toneladas de monta?a en cada paletada. Y trasladar los escombros en monstruosos camiones Caterpillar. Triturarlos a conciencia y regarlos con una soluci¨®n de agua alcalina y cianuro hasta conseguir un barro gris¨¢ceo con pinta de comida para gatos. El ¨²ltimo paso para conseguir los lingotes de metal dor¨¦ (mezcla de oro y plata) es hornear esa pasta en la retorta. ?Ale hop! Surge el oro por arte de magia.

Esta mina perdida en los Andes argentinos, a 5 kil¨®metros de Chile y 170 de la civilizaci¨®n, va a proporcionar 200 toneladas de oro a lo largo de sus 17 a?os de vida a la canadiense Barrick. Despu¨¦s caer¨¢ agotada. Y pasar¨¢ al olvido. Como aquellos poblados americanos del Gold Rush. Usar y tirar. Y buscar nuevos filones. Lo denominan miner¨ªa golondrina. La producci¨®n durante esos 17 a?os est¨¢ calculada al gramo. Inventariada como reservas. Barrick basa su valor en Bolsa en la promesa de extraer y colocar en el mercado esos kilos de oro. Y en los de otras 27 minas de su propiedad en los cinco continentes. En Veladero, cada tonelada de roca proporciona 1,4 gramos de metal precioso. Para conseguir un discreto anillo de oro hay que volar 20 toneladas de monta?a. A ciegas. El oro no se ve. Se adivina. Qu¨ªmica y geol¨®gicamente. Las pepitas son una an¨¦cdota del pasado. Ya no existe el tesoro de Sierra Madre. Est¨¢ disperso en cantidades microsc¨®picas. Como si alguien lo hubiera espolvoreado sobre kil¨®metros de terreno desierto. Hay que ir m¨¢s lejos, a lugares m¨¢s inaccesibles, cavar m¨¢s hondo y gastarse m¨¢s dinero para arrancar menos. Y, desde los ochenta, trabajar a cielo abierto. Como en Veladero. Este tipo de explotaci¨®n dobla la producci¨®n de la miner¨ªa tradicional de galer¨ªas. El da?o ambiental puede ser irreparable.

El oro se est¨¢ agotando. Se ha producido m¨¢s del que queda. Hay m¨¢s oro en las grandes ciudades, en los bancos centrales, en los fondos de inversi¨®n, que bajo tierra. M¨¢s cosechado que por cosechar. Los expertos dicen que los yacimientos aur¨ªferos tocar¨¢n fin en 20 a?os. Las minas de Sud¨¢frica, la ubre mundial durante un siglo, est¨¢n extenuadas. China ha tomado el relevo como primer productor. Devora. Y primer consumidor. Compra todo lo que puede. Inmersos en una sociedad rural y poco bancarizada, los chinos prefieren ahorrar en oro que en papel moneda. Para responder a su demanda, las multinacionales se han lanzado a explorar fren¨¦ticamente. Se intenta incluso reabrir minas que se daban por agotadas. Se ha triplicado la inversi¨®n en exploraci¨®n. Al precio actual del gramo (cuatro veces m¨¢s que en 2000) vale la pena arriesgarse. El premio es seguro.

Observadas con lupa por sus desmanes, arrastrando siempre el complejo de arramplar m¨¢s de lo que aportan, las mineras se ven hoy obligadas a proyectar una imagen de responsabilidad social y laboral y de compromiso con el medio ambiente. Engrasar lobbies. Ganarse a los pol¨ªticos y las comunidades vecinales. Elaborar sinceros informes de impacto ambiental. Ofrecer mejores condiciones laborales. Especialmente en los pa¨ªses desarrollados. Algo que no pasa en China, donde 2.000 mineros mueren cada a?o. O en Ucrania y Rusia, que le va a la zaga. Ya no es est¨¦tico (ni ¨¦tico) dejar a la vista las heridas que provoca la miner¨ªa. Hay que taparlas. Y monitorizar los vertidos. Y torear a los ecologistas. Y ganarse a los medios. E invertir en el desarrollo de la regi¨®n. Las mineras tienen que gastar m¨¢s para ganar mucho. Y el mercado est¨¢ alerta. Barrick se juega cada jornada su cotizaci¨®n. Sus ejecutivos tienen un ojo puesto en los yacimientos y otro en Wall Street. Su director de comunicaci¨®n, Miguel Mart¨ªn, lo explica: "No es que hagamos filantrop¨ªa; es que practicar una miner¨ªa responsable, moderna, sostenible y respetuosa es un buen negocio. Lo exigen nuestros inversores. Sobrevives en este negocio si consigues proyectos; si tienes una buena imagen global y ganas licitaciones. Los inversores ponen su dinero en tus acciones si haces bien las cosas. No quieren problemas. No quieren esc¨¢ndalos". No se equivoca nuestro compa?ero de viaje, las multinacionales mineras ya no quieren ser tachadas de peligrosas, sucias, depredadoras, golpistas y ego¨ªstas. Nada de diamantes de sangre. A la larga supone perder dinero. Un buen ejemplo es la ca¨ªda en picado de las acciones de British Petroleum tras su vertido de crudo en el golfo de M¨¦xico. Un ave agonizando entre petr¨®leo no es la mejor tarjeta de presentaci¨®n en Bolsa.

Crear una mina es un proceso lento. Desde que se descubrieron los yacimientos de Veladero hasta que se fundi¨® el primer lingote de oro pasaron 10 a?os. La regi¨®n llevaba 20 siendo explorada. Con mula y tienda de campa?a. En 1997, su adjudicataria, una compa?¨ªa argentina, encontr¨® oro. Mantuvo en secreto el descubrimiento. Estrategia empresarial. El precio del metal precioso se hab¨ªa desplomado en esos d¨ªas. No era momento de rascarse el bolsillo. Barrick puso sus ojos en Argentina. Un pa¨ªs virgen. Sin tradici¨®n minera. Consigui¨® hacerse con la propiedad del yacimiento tras varias operaciones financieras. En 2003, con la totalidad de las acciones de Veladero en su poder, comenz¨® la construcci¨®n de este complejo de 130 kil¨®metros cuadrados. Para empezar, un camino minero de 160 kil¨®metros que cruza monta?as y corta glaciares a 5.000 metros de altura. Por fin, en octubre de 2005, durante una gran fiesta en San Juan, fue presentado en sociedad el primer lingote del yacimiento.

El oro es una apuesta a largo plazo. Una vez que una mina arranca, cada minuto cuenta. Hay que hacer caja. Y repartir dividendos. Para que cuadren los balances y se cumplan sus previsiones hasta el cierre del yacimiento, la minera deber¨¢ llevar a cabo miles de explosiones y mover cientos de miles de millones de toneladas de terreno. Ya ha desviado r¨ªos. Trazado y construido caminos y carreteras; campamentos y un gigantesco centro log¨ªstico; instalado generadores solares y e¨®licos; centros de comunicaciones, puestos de control policial y refugios contra la nieve. Sus 1.500 empleados trabajan d¨ªa y noche en tres turnos. Cada uno de los 34 camiones Caterpillar?793 cuesta dos millones de euros. Barrick, la primera empresa del sector, ha enterrado en este yacimiento 630 millones de euros. No hay tiempo que perder. El mundo padece una insaciable sed de oro.

La cotizaci¨®n del metal amarillo se alimenta de la incertidumbre. Y hoy abunda. Sea por la ansiedad de Wall Street, la crisis del sistema bancario, la amenaza de Ir¨¢n, el creciente papel de China, la quiebra de Grecia o la debilidad del euro. O por la suma de todos ellos. El oro es el valor refugio. El lingote bajo la cama. La inversi¨®n de los cobardes. Una "reliquia b¨¢rbara", como la defini¨® el economista John Maynard Keynes. "El oro cristaliza el miedo", explica Juan Ignacio Crespo, matem¨¢tico, experto financiero y director europeo de la compa?¨ªa Thomson Reuters. "El oro es miedo; miedo palpable. Ante la incertidumbre reacciona al alza. La gente lo compra para refugiarse. Y su precio ha sobrerreaccionado ante la intranquilidad de los mercados, las p¨¦rdidas empresariales y algunas sorpresas como la estafa de Madoff. Todo eso ha provocado una fiebre por este activo, que se mueve generalmente al margen de los intermediarios (como el odiado Bernie Madoff). El oro se ha disparado. Sube porque sube. No hay otra explicaci¨®n. El d¨®lar est¨¢ fuerte, y la inflaci¨®n, controlada. Y el oro se consider¨® siempre un salvavidas cuando el d¨®lar deca¨ªa y la inflaci¨®n arreciaba. No hay explicaci¨®n. Subir¨¢ hasta que los inversores se den cuenta de que esta rosa tiene sus espinas".

Algo que no se prev¨¦ a corto plazo. Su precio supera los 30.000 euros el kilo. El triple que hace cinco a?os. Cuatro veces m¨¢s que en 2000. El mayor de su historia. Las acciones de las mineras se han disparado. Especialmente en el ¨²ltimo mes. "Cuando el oro sube uno, las mineras suben dos; y cuando baja uno, las mineras bajan dos. Hay que aprovechar la coyuntura cuando hay dinero fresco", dicen desde la industria.

En torno al oro todo son preguntas sin respuesta. La ¨²nica certeza es que si sube, mal asunto. Hay que echarse a temblar. No es lo mismo que con otras materias primas estrat¨¦gicas. El paladio y el platino, metales preciosos y componentes clave de la industria automovil¨ªstica, pueden cotizar al alza si se prev¨¦ un despegue de las ventas de coches. El petr¨®leo puede escalar si China y la India anuncian crecimiento y se prev¨¦ una mayor demanda energ¨¦tica. El oro s¨®lo sube cuando algo va mal. Es gafe. Un chivato que avisa de un futuro negro. Lo reconoc¨ªa durante unas jornadas sobre el oro en el Instituto de Estudios Burs¨¢tiles el economista y estratega de Citigroup Jos¨¦ Luis Mart¨ªnez Campuzano: "Comprar oro es jugar al riesgo. Tirar la moneda al aire esperando que ocurra algo horrible. La inquietud le viene bien. Su precio se basa en expectativas. Vive del miedo. Es poco racional. Y aunque se nos diga que la recuperaci¨®n econ¨®mica mundial es un hecho, el creciente papel del oro como refugio nos est¨¢ indicando que no se pueden lanzar las campanas al vuelo".

El oro es el ¨²ltimo mito. El ¨²ltimo dios pagano. Vale porque queremos que valga. Es una alucinaci¨®n colectiva. No sirve para nada, pero se mata y muere por ¨¦l. Tiene valor porque creemos que lo tiene. Podr¨ªamos vivir sin ¨¦l. No es indispensable. Es un activo financiero m¨¢s que una materia prima. No mueve el mundo como el petr¨®leo, el uranio o el gas. No tiene la utilidad del cobre, el n¨ªquel, el carb¨®n o el hierro. No alimenta como la soja; no se convierte en combustible como el ma¨ªz. Tiene un papel marginal en la medicina y la industria electr¨®nica. Su uso principal es la joyer¨ªa (la India consume un 80%), la inversi¨®n y la especulaci¨®n. Y como est¨¢tica reserva de los Estados; como elemento de su soberan¨ªa y prestigio y ante situaciones de emergencia: desde una guerra hasta una suspensi¨®n de pagos (otra raci¨®n de miedo).

Y con todo, es la materia m¨¢s codiciada. La m¨¢s escasa. Resistente, inalterable, maleable, divisible. La mayor¨ªa del oro que se ha producido a lo largo de la historia (160.000 toneladas que cabr¨ªan en dos piscinas ol¨ªmpicas) permanece en circulaci¨®n. Una y mil veces fundido nunca pierde su brillo ni su poder. Contemplar c¨®mo se derrite entre llamaradas azules en el fondo de un crisol es un espect¨¢culo m¨¢gico. Vale por su leyenda. El oro del anillo de cualquier lector (lectora) de este reportaje tal vez recubri¨® el sarc¨®fago de un fara¨®n o fue arrebatado a los dacios por los romanos; lleg¨® a Europa a bordo de un gale¨®n; o fue un lingote de la Alemania nazi con la esv¨¢stica grabada. Es el mismo oro. Es eterno.

Es leyenda. En ocasiones negra. Desde los yacimientos esquilmados por los conquistadores espa?oles y portugueses en Potos¨ª, Ouro Preto, Sucre, Guanajuato, Huanchaca y Zacatecas para financiar el capitalismo europeo, hasta el oro africano manchado de sangre, la industria arrastra un triste legado. Y tambi¨¦n un presente inhumano con la denominada miner¨ªa artesana; la miner¨ªa irregular, la de la miseria, que supone una cuarta parte de la producci¨®n mundial de oro. Seg¨²n la Organizaci¨®n de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (UNIDO en sus siglas inglesas), al menos 1,5 millones de personas, un tercio mujeres y ni?os, se dejan la vida en Sud¨¢n, Tanzania, Laos, Mongolia, Per¨² o Brasil extrayendo oro en condiciones intolerables. En algunas minas de los Andes peruanos, los operarios son contratados bajo el feudal r¨¦gimen del cachorreo: el minero trabaja un mes sin cobrar y el d¨ªa 31 puede quedarse con todo el material que sea capaz de extraer. Si encuentra una veta, puede ganar una peque?a fortuna; si no, debe empezar de nuevo. Esta miner¨ªa de los pobres alentada por la febril demanda de oro est¨¢ desforestando regiones de la Amazonia, lanzando toneladas de mercurio a la atm¨®sfera y los r¨ªos y pudriendo los pulmones de los mineros. Mientras aumente la cotizaci¨®n del oro, seguir¨¢ creciendo.

Al igual que la industria del reciclaje, la llamada miner¨ªa urbana. La creciente demanda de oro y el estancamiento de la producci¨®n minera han hecho que los pa¨ªses en desarrollo, principalmente en Oriente Medio, India y el sureste Asi¨¢tico, se hayan lanzado a recuperar minerales preciosos (oro, plata, platino, rodio, paladio) de los tel¨¦fonos m¨®viles, los ordenadores y los catalizadores de los coches con procedimientos fuera de control. De una tonelada de chatarra inform¨¢tica se pueden extraer 15 gramos de oro. Diez veces m¨¢s que de una tonelada de roca de Veladero. El reciclaje es el segundo mayor proveedor de oro. El problema es el impacto ambiental. Y las condiciones de trabajo de esos otros mineros.

Posiblemente a causa de esa realidad tr¨¢gica que arrastra, el negocio del oro sea tan opaco. Sus explotaciones est¨¢n localizadas en lugares remotos. El negocio rara vez abre sus puertas. Ni muestra sus lingotes. Ni proporciona m¨¢s informaci¨®n que la justa. Empezando por los bancos centrales, que almacenan con sigilo una cuarta parte de las reservas mundiales, y continuando por las refiner¨ªas, principalmente suizas, que se mantienen enfermizamente fuera de los focos. Tampoco son transparentes los compradores y vendedores profesionales. Apenas hay que entrar en algunos comercios de los barrios m¨¢s populares de Madrid y Barcelona, para sumergirse en un universo inquietante donde la violencia se palpa cuando uno se presenta como periodista. "Aqu¨ª nada de fotos", es la respuesta. A.V., un treinta?ero empresario holand¨¦s que dirige Oro-Express, una de las franquicias de compraventa nacidas al rebufo de esta ¨²ltima fiebre del oro, pide que no figure su nombre en este reportaje por motivos de seguridad. "Pueden amenazar a mi mujer, secuestrar a mis hijos... El negocio del oro en Espa?a no es profesional. En Oro-Express le queremos dar la vuelta. Esto no tiene nada que ver con Suiza, Alemania o Austria, donde todo es serio; un veh¨ªculo de inversi¨®n respetable con mucha demanda. Aqu¨ª la gente no se f¨ªa. Todo es cutre. Da miedo. El oro en Espa?a siempre ha tenido mala imagen. A nuestras tiendas vienen a vender cosas robadas o a comprar oro con dinero negro y sin factura, y no puede ser. Nos negamos. Hay que convertir este negocio en algo respetable. Donde tu madre pueda venir a vender sus joyitas. Sacarlo de las sombras".

El ¨²ltimo eslab¨®n de la cadena de esa opacidad del sector son los inversores rusos y canadienses que han vuelto sus ojos hacia los hist¨®ricos yacimientos aur¨ªferos de Asturias que pretenden resucitar. Se han negado a ofrecer ninguna informaci¨®n para este reportaje sobre sus proyectos a cielo abierto en El Valle-Boin¨¢s, Carles y Salave. Tras los primeros contactos, la callada por respuesta. Los ecologistas aguardan.

Quiz¨¢ debido a esa espesa opacidad del sector fue una sorpresa que Barrick, la compa?¨ªa l¨ªder del sector con una producci¨®n de 250 toneladas de oro al a?o, autorizara nuestra visita a Veladero, una de las minas m¨¢s aisladas del planeta, en tiempo r¨¦cord. Su intenci¨®n era clara: dar ejemplo de transparencia en un negocio siempre en tela de juicio. Esta compa?¨ªa canadiense nacida en 1983 comenz¨® a explorar fuera de Norteam¨¦rica en 1993. Hoy est¨¢ presente en una decena de pa¨ªses, desde Australia hasta Tanzania. Argentina es su ¨²ltimo El Dorado. Un territorio virgen e inexplorado. Espalda con espalda con Chile, donde cerca de un 10% del PIB se debe a la miner¨ªa. A s¨®lo cinco kil¨®metros de Veladero se construye el complejo Pascua-Lama, que re¨²ne a los dos pa¨ªses en un proyecto binacional en el que Barrick invertir¨¢ cerca de 3.000 millones y donde espera extraer 10 veces m¨¢s cantidad de oro que en Veladero. Entrar¨¢ en funcionamiento en 2013. Un tercer proyecto aur¨ªfero al sur de Argentina, en la localidad de Esquel, fue rechazado por el 81% de su poblaci¨®n en un refer¨¦ndum celebrado en 2003. Su futuro es incierto. Su nueva propietaria, la minera canadiense Yamana Gold, no ha tirado la toalla. El debate est¨¢ abierto. "La pregunta que nos hacemos en Argentina es si esto vale la pena. Conforme, puede traer riqueza, pero tambi¨¦n sabemos que esta gente no ha venido a hacer beneficencia", reflexiona un cirujano de San Juan que solicita permanecer en el anonimato. "A la larga, ?qu¨¦ vamos a sacar de todo esto? Estamos entregando el oro como hac¨ªan los indios en el siglo XVI a cambio de muy poco; de un 3% de regal¨ªas por lo producido. Esta miner¨ªa es multinacional, intensiva, entreguista y exportadora. Todo lo contrario a como deber¨ªa ser. ?Y despu¨¦s de esos 17 a?os, qu¨¦? ?Qu¨¦ nos queda? ?La contaminaci¨®n y la pobreza? Pero los ecologistas lo han hecho mal. Han mentido. Han dado datos falsos. Y con la mina est¨¢ entrando mucho dinero en San Juan. El 30% de los ingresos de la provincia vienen de Veladero. Hablan de 45.000 empleos inducidos. Esta provincia era lo ¨²ltimo de Argentina. Y las minas han frenado el ¨¦xodo. ?A qu¨¦ carta nos quedamos?".

Seg¨²n nuestro acuerdo con Barrick, la visita a la mina Veladero durar¨ªa, por cuestiones de seguridad, un d¨ªa. Doce horas de avi¨®n desde Madrid hasta Buenos Aires. Tres hasta Mendoza. Dos de coche hasta San Juan. Un exhaustivo reconocimiento m¨¦dico. Una sesi¨®n de propaganda corporativa. Y la firma de un documento eximiendo a la minera de cualquier responsabilidad sobre nuestra integridad f¨ªsica. A las tres de la madrugada comenzaba el viaje hasta Veladero: tres horas de carreteras secundarias y seis de camino minero bajo la protecci¨®n de la Gendarmer¨ªa Nacional y escoltados por una ambulancia. El camino de tierra est¨¢ tapizado de sal para evitar su congelaci¨®n. Cada pocas horas un enfermero mide a los visitantes la saturaci¨®n de ox¨ªgeno en la sangre.

Un recorrido bell¨ªsimo, agotador e interminable. Con paradas inesperadas por los vientos de 100 kil¨®metros. Por un territorio agreste, sin vegetaci¨®n ni vida animal. Paredes verticales de miles de metros. Nieves perpetuas. Volcanes. R¨ªos congelados y una luz que abrasa. En el paso de Conconta, a 5.000 metros de altura y 9 grados bajo cero de temperatura (el invierno comienza en Los Andes en mayo), con los cristales del veh¨ªculo cubiertos de hielo que se elimina con chorros de alcohol, surge entre los viajeros el mal de altura, el maldito soroche, que llevamos intuyendo desde que hemos superado la cota de los 3.500 metros. A partir de esa altura llega menos ox¨ªgeno a los tejidos. Se traduce en mareos, nauseas y dificultad para respirar. Conversaciones, las justas. Caminar con parsimonia. Subir escaleras es correr un marat¨®n. El conductor se enchufa la mascarilla de ox¨ªgeno, se llama Daniel Gris y es de Rodeo. Nos pone ¨¦xitos de los ochenta. No divisamos un veh¨ªculo durante horas.

El ¨²nico que se cruza en nuestro camino como un torpedo amarillo surgido de la nada es un furg¨®n blindado de Prosegur. Procede de la mina. Va a toda velocidad. "Semanalmente transportamos desde Pascua-Lama hasta el aeropuerto de Mendoza 1.500 kilos de metal dor¨¦", confirma la compa?¨ªa de seguridad. "El equipo que realiza este duro trabajo cuenta con una gran preparaci¨®n f¨ªsica y es sometido a revisiones m¨¦dicas para velar por su salud y su seguridad. Las unidades blindadas disponen de calefacciones suplementarias, dep¨®sitos especiales de combustible, dispositivos de seguimiento AVL y GPS con comunicaci¨®n satelital y un equipamiento especial de supervivencia con tanques de oxigeno". Una vez que los guardias de seguridad depositen esos lingotes en Mendoza ser¨¢n embarcados en vuelos privados de Barrick con direcci¨®n a Z¨²rich (Suiza). Y desde all¨ª, enviados a las refiner¨ªas del sur del pa¨ªs. En ellas ser¨¢n separados la plata y el oro, y este, convertido en lingotes oficiales de 12,5 kilos con una pureza de 999,99. De ah¨ª, al mercado. Desde una de estas empresas refineras, Argor-Heraeus, confirman que la demanda de joyer¨ªa ha bajado (sobre todo en Europa) y la de lingotes para inversi¨®n se ha disparado. "No damos abasto".

No siempre fue as¨ª. El oro no siempre ha estado de moda. En la historia ha protagonizado distintos papeles: mito religioso, tesoro imperial, material para acu?ar, respaldo del papel moneda. A comienzos de los setenta perdi¨® su funci¨®n de convertibilidad con el d¨®lar. Y comenz¨® su traves¨ªa del desierto. Ten¨ªa que redefinir su papel. En los noventa pas¨® al olvido. Alcanz¨® m¨ªnimos. No pod¨ªa competir con la burbuja tecnol¨®gica. Y los nuevos productos de alto riesgo y gran rentabilidad. Las mineras dejaron de explorar y vendieron sus producciones a precios bajos, pero seguros. Los bancos centrales se desprendieron de cientos de toneladas de sus anacr¨®nicas reservas (caras de almacenar y custodiar), en busca de activos que les proporcionaran mayores beneficios. El Banco de Espa?a puso en el mercado 240 toneladas entre 2005 y 2007. Se precipit¨®. Ingres¨® menos de lo que pod¨ªa haber ingresado. Los analistas afirman que nadie pensaba que el oro fuera a subir de los 400 d¨®lares la onza. S¨®lo unos meses despu¨¦s su cotizaci¨®n iniciaba un ascenso vertiginoso provocado por la crisis hipotecaria estadounidense. El oro se convert¨ªa en un refugio seguro. Y doblaba su cotizaci¨®n. No ha dejado de subir desde entonces.

La primera visi¨®n de los yacimientos de Veladero es imponente. Una monta?a rebanada. Un anfiteatro de un kil¨®metro de profundidad donde cada pelda?o tiene 17 metros de altura. Un escenario irreal de Mad Max donde se pierde la dimensi¨®n del tama?o de las cosas. La visita es agotadora. Al mal de altura se suma la interminable contrainformaci¨®n y propaganda de los directivos de Barrick. Tienen una respuesta para cada pregunta; un procedimiento de seguridad para denegar cada petici¨®n; una cifra, un dato, un estudio que rebate cualquier cr¨ªtica a su gesti¨®n medioambiental. No hay por d¨®nde cogerles. Es imposible. Si pides uno, te dan tres. El cianuro es inofensivo; gastan menos agua de la autorizada; gracias a ellos sobreviven los glaciares, la flora y la fauna. Suma y sigue. Es un partido de tenis en la red en la que responden a cada raquetazo con un golpe ganador. Est¨¢n bien entrenados.

Hemos visto y no hemos visto. Cada d¨ªa 60 kilos de oro salen de estas minas. De ah¨ª, rumbo al planeta para saciar la sed de?metal amarillo. El futuro de esta tierra perdida habr¨¢ que verlo en 17 a?os. Cuando se cierre la mina. De vuelta a San Juan, al anochecer, con el cielo te?ido de un extra?o tono a?il y la temperatura cayendo en picado, distinguimos una manada, aqu¨ª la llaman tropilla, de guanacos inm¨®viles en una charca. Son como esfinges. No se inmutan.