Siento que Cuba ya para m¨ª es imposible
Una huida exitosa de la isla y un estilo m¨¢s conciso marcan El bailar¨ªn ruso de Montecarlo, la cuarta novela del escritor en la que el ballet se presenta como "met¨¢fora de la perfecci¨®n"
Nijinsky, en Nueva York, entre 1910-1912, leyendo una partitura; m¨¢s arriba, el delgado Virgilio Pi?era, casi fuera de cuadro por efecto del corpulento Alejo Carpentier; a la derecha, un dibujo de Jos¨¦ Mart¨ª y, en el centro, sus padres, en otro a?ejo marco. Son fotograf¨ªas que Abilio Est¨¦vez (La Habana, 1954) contempla en la pared de la sala en la que escribe, obrador de donde acaba de salir El bailar¨ªn ruso de Montecarlo (Tusquets), cuarta novela tras la aclamada trilog¨ªa encabezada por Tuyo es el reino (1999). La historia del experto en el libertador Jos¨¦ Mart¨ª de visita a Espa?a para una conferencia y que arrastra (uno de los hallazgos del relato) la imagen recurrente en sus recuerdos de un amigo bailar¨ªn ensayando en un hotel desvencijado est¨¢ llamada a se?alar un recodo en el camino literario del autor cubano.
El bailar¨ªn ruso de Montecarlo
Abilio Est¨¦vez
Tusquets
Barcelona, 2010
200 p¨¢ginas. 16 euros.
Augusto de Moreas, el maduro protagonista, quema su pasaporte, desaparece y se instala mal que bien en una humilde pensi¨®n en Barcelona, donde compartir¨¢ esperanzas vanas con la due?a, siendo as¨ª el primer personaje de Est¨¦vez que logra con ¨¦xito escapar del mundo habanero. "La huida es uno de los grandes temas de mi pa¨ªs, el m¨¢s desgarrador porque ?qu¨¦ hay m¨¢s triste que un pa¨ªs en el que nadie quiere estar?". Y se expande sobre la fuga, que en Cuba llega al extremo del "insilio: est¨¢s dentro y mentalmente no est¨¢s".
La victoria del personaje, de alguna manera, es quiz¨¢ la de su creador. "A m¨ª el desarraigo me ha costado mucho porque sal¨ª de Cuba con 46 a?os y a esa edad...". Y mirando la ca¨®tica hilera de libros que reducen el pasillo, una biblioteca que ha reconstruido ("tuve que dejarla all¨¢, me vine con dos o tres libros; quien puede me va trayendo"), admite: "Siento que Cuba ya para m¨ª es imposible; tengo 56 a?os y... El pa¨ªs que fue nunca ser¨¢". ?Ni con la salida de Fidel Castro? "Es como en El oto?o del patriarca: como no saben si est¨¢ muerto o no, sigue mandando; Fidel est¨¢ tan en el imaginario colectivo que todo sigue igual, se est¨¢ como en 1992 y con esta crisis ni con pesos convertibles se consigue comida me dicen. No, no espero grandes cambios".
Alertado por el autor -"a veces cargo demasiado mis libros de simbolismo"-, hay que mirar en la trastienda de la elecci¨®n de Mart¨ª y de Barcelona. "Batista, Fidel..., todos se apropiaron de Mart¨ª hasta el extremo de que hoy ya no entiendes lo que es ser martiano y as¨ª todo un s¨ªmbolo de la patria lo identificas con la ret¨®rica del poder". ?Y la ciudad, elogiada? "Barcelona, y dej¨¦moslo ah¨ª, me ha salvado literalmente".
Un libro de fotos de Walker Evans sobre Cuba, otro de Justo Carrillo (Cuba, 1933) u obras por doquier de Lezama Lima se imponen entre los amasijos de papel. "Siempre siento la nostalgia de estar en otro lugar; de peque?o, me encerraba para imaginar otros mundos, cog¨ªa un atlas y marcaba lugares donde querr¨ªa estar". ?Y detr¨¢s? "Quiz¨¢ un disgusto conmigo mismo, un no querer ser yo y una manera de rebelarse ante circunstancias que te pasan".
Sabiendo que nunca formar¨¢ parte de la compa?¨ªa de ballet a la que aspira, en medio de la cat¨¢strofe se entrena sin barra ni parquet, solo y en un hotel deshabitado un amigo del protagonista, ambos mozos, recuerdo recurrente de brutal fuerza. "Es el ballet como met¨¢fora de la
perfecci¨®n; lo que dec¨ªa la bailarina Alicia Alonso: dominar la t¨¦cnica y, luego, extender la ilusi¨®n de la facilidad; a lo mismo debe aspirar la literatura, el lector no ha de percatarse del trabajo que hay atr¨¢s: la vida es ardua, no hace falta que se sepa que es dolorosa".
En un momento, el protagonista piensa: "Una biograf¨ªa debe consistir, a lo sumo, en la historia de un encuentro". Est¨¦vez tiene el suyo. "Nac¨ª dos veces y la segunda fue cuando conoc¨ª a Virgilio Pi?era; ese encuentro propici¨® todos los dem¨¢s", dice el escritor evocando las tertulias literarias en un jard¨ªn, con v¨ªdeos de ¨®peras, antes de que la polic¨ªa las clausurara y luego vinieran cuatro d¨ªas de calabozo por supuesta denuncia de alteraci¨®n del orden p¨²blico, juicio que no se vio hasta a?os despu¨¦s. Las secuelas: pavor al timbre de la puerta y no contestar al m¨®vil.
Habla Abilio Est¨¦vez con fraseolog¨ªa breve, la misma que impregna El bailar¨ªn ruso de Montecarlo, alejada de esa hasta hoy prosa m¨¢s barroca y alejocarpentiana. "Uno se ajusta con los a?os, no requiero de tres adjetivos para explicar nada, deseo mostrar la honradez con la que trabajas el material; eso me parece m¨¢s importante que el falso brillo, que la coheter¨ªa artificial". Escribe ahora poes¨ªa, dice mientras se fija en unas fotos de su amiga Rosario Su¨¢rez, ex primera danzarina en La Habana. "Igual soy un bailar¨ªn frustrado", resume mir¨¢ndola. Igual.
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