Chris Stewart ya no grita

Antes de pasar por la Feria del Libro, Chris Stewart se escap¨® a la Provenza para visitar a su hija Chloe y hartarse de buenos vinos. Son dos cosas nuevas que agradece al incontestable ¨¦xito editorial de Entre limones y El loro en el limonero. Hace a?os no habr¨ªa podido pagarse ese viaje ni permitirse buenos vinos a diario: "Tampoco estoy forrado, pero vivimos m¨¢s c¨®modamente".

Hay algo m¨¢s que tambi¨¦n ha cambiado: "No tengo que gritar. Sigo diciendo las mismas tonter¨ªas que antes, pero ya no tengo que gritar para que la gente me escuche". Lo descubri¨® de s¨²bito en un pueblo ingl¨¦s, donde hab¨ªa sido invitado a dar una conferencia. Su primera conferencia. Atenazado por el p¨¢nico, el autor se trag¨® media pinta de whisky antes de salir al escenario. "Fue la hostia", describe.

"Annie y yo queremos que nos entierren entre naranjos"

O sea que ya tiene quien le escuche y quien le edite. Su nueva novela, Tres maneras de volcar un barco, ha salido en Salamandra, que tambi¨¦n se encargar¨¢ de publicar la tercera parte de la saga alpujarre?a, El club de admiradores de los almendros en flor, tras la agria ruptura entre Stewart y la editorial Almuzara. Hay tambi¨¦n algo m¨¢s novedoso y dr¨¢stico: "Me considero escritor por fin".

Otras cosas no cambian. Stewart sigue ri¨¦ndose de s¨ª mismo y explotando la veta humor¨ªstica de pasadas aventuras. En Tres maneras de volcar un barco narra sus peripecias como falsario patr¨®n de un velero que navega entre islas griegas durante un verano. El p¨ªcaro optimista, que es un traje en el que se siente c¨®modo, reina en cada p¨¢gina.

Stewart es, sin embargo, algo m¨¢s que un p¨ªcaro optimista con vida de saltimbanqui (esquil¨® ovejas, trabajo en un circo, en la BBC y como bater¨ªa del grupo Genesis). "Mi generaci¨®n ha sido la m¨¢s afortunada de la historia, exceptuando a los emperadores romanos. Pudimos aprovecharnos de la tecnolog¨ªa: tuve un coche a los 17 a?os que no me cost¨® un duro, servicios sociales y m¨¦dicos, a?os de paz en nuestro rinconcillo del mundo y riqueza. Viv¨ªamos como reyes".

Su reflexi¨®n sobre la etapa fin de fiesta a la que asistimos y su necesidad de oponerse, aunque solo fuera de forma simb¨®lica, le llev¨® a incorporarse a las listas de Los Verdes en ?rgiva (Granada), el pueblo alpujarre?o donde vive. "Me encantar¨ªa ser alcalde para incorporar mis ideas radicales". Bromea. Detesta las reuniones pol¨ªticas que se eternizan y, contra lo presumible, no es el m¨¢s querido del mundo. "Soy el vecino m¨¢s impopular. Los guiris piensan que soy gilipollas. Uno de los vicios de los ingleses es el rencor ante el ¨¦xito de los dem¨¢s".

-?No le perdonan el triunfo?

-Piensan: "Mira el tonto este que ha escrito un libro que yo habr¨ªa podido escribir mejor".

Medita, sonr¨ªe algo mal¨¦fico y suelta: "Lo importante es que ellos no lo hicieron". Y sin contenerlo, deja asomar al p¨ªcaro: "Todo el mundo debe tener un par de enemigos para ser una persona redonda". No ser el vecino m¨¢s popular no menoscaba su devoci¨®n por la tierra. "Annie

y yo queremos ser parte del humus de la Alpujarra, que nos entierren entre naranjos".