Mercado en el Retiro
Algunos medios de informaci¨®n se?alaban en estos d¨ªas la semejanza en sus cometidos de nuestra Feria del Libro -Feria del Libro en Madrid m¨¢s que Feria de Madrid- a la fiesta del libro en la calle del Sant Jordi barcelon¨¦s. Sin embargo, con tener Sant Jordi un encanto inimitable por su espontaneidad y su alegr¨ªa, no busca en sus objetivos ni en sus dimensiones, a?adida su cada vez m¨¢s intensa concentraci¨®n en el libro catal¨¢n, el alcance estatal que la Feria del Retiro ha venido ganando a lo largo de los a?os. No es este el a?o m¨¢s alegre para nadie, y no lo es, por supuesto, para los editores, libreros y distribuidores que van a la feria a trabajar. Tampoco para los lectores que acuden a disfrutarla y cuyos bolsillos menguados pueden ser la amenaza m¨¢s cierta para el ¨¦xito de la Feria. Porque una Feria es, sobre todo, un mercado. La palabra mercado en el negocio de las sensibilidades, y el de los libros lo es, o al menos el de los mejores libros, resulta a veces inc¨®moda, pero tiene aqu¨ª el valor de las antiguas recovas y no el sentido casi teol¨®gico que la palabra mercado nos impone ahora desde el temor a ese dios del capitalismo financiero que decide nuestros destinos y reduce dr¨¢sticamente la importancia de nuestro voto en las urnas. Las ferias del libro, que con la aparici¨®n del libro electr¨®nico ser¨¢n en poco tiempo otra cosa, conservan algo del esp¨ªritu de los antiguos mercadillos, pero ni los viejos ni los antiguos feriantes son indiferentes al negocio. Tampoco el libro es un objeto sagrado, aunque lo que a veces contenga pueda serlo m¨¢s o menos, y adem¨¢s lo sagrado se somete tambi¨¦n a la compra y venta, de modo que hay gente que gana vida y placer con los libros, y estos son los clientes, y gente que gana dinero con los libros, los que los hacen y venden. Tanto es as¨ª que no faltan quienes se han hecho ricos con los libros ni, como ha sucedido siempre en los negocios, los que se han arruinado con ellos.
La tarea creadora es muy solitaria y la Feria les da a los escritores la oportunidad del agasajo
Pero el mercado del libro no es solo un indicador econ¨®mico, es tambi¨¦n un term¨®metro cultural. Ninguna feria de libros se hace solo con libros, como es obvio; se hace tambi¨¦n con autores y con libreros. Y, por supuesto con lectores. Los lectores son muy diversos: unos buscan emoci¨®n, otros diversi¨®n y algunos catequesis. En todo caso, el ¨²nico que en la Feria en lugar de recibir dinero lo pone es el lector, y lo pone por gusto, con lo cual adem¨¢s del descuentillo que no le hacen en la librer¨ªa a lo largo del a?o, tiene el gozo a?adido de ver en carne mortal a su escritor o escritora preferidos. Y ¨¦stos tambi¨¦n son muy diversos: unos, meros gur¨²s con f¨®rmulas m¨¢gicas, firmantes de libros-reliquias; otros, frecuentemente m¨¢s solitarios, estampan sus firmas en un mundo que han venido creando y lo comparten. Y a esos dos tipos sigue un largo etc¨¦tera, tan variado como el n¨²mero de libros que se abren paso con dificultad en los anaqueles de las librer¨ªas. Para los profesionales del libro en general, y de la literatura en particular, la Feria es adem¨¢s lugar de encuentro de todos los que trabajan en el libro y en muchos casos lo aman. Pero los escritores, algunos de los cuales comen de los libros, mientras muchos se pagan solo la merienda, aunque vayan a la feria a trabajar reciben otras compensaciones. La tarea creadora es muy solitaria y la Feria les da la oportunidad del agasajo, gratific¨¢ndoles la vanidad, o de vivir la complicidad del lector con su obra. Al lector, lector, para el que los libros son una fiesta continua y una pasi¨®n que cultiva, las ferias no le son estrictamente necesarias, pero al que, sin serlo, tiene verdadera voluntad lectora y le importa un pimiento la publicidad, aunque no sabe exactamente lo que quiere leer y teme que al entrar en una librer¨ªa lo examinen, le complace tocar el libro libremente en el Parque, sin vigilancia, elegir por su cuenta y marcharse. El peligro est¨¢ en que se equivoquen de libro. Pero ese libre riesgo es cada d¨ªa mayor, y no hay feria que lo evite. Lo es porque hay m¨¢s libros, y seguramente m¨¢s libros malos, con ¨¦xito no obstante algunos de ellos. Bueno ser¨ªa que aumentaran tambi¨¦n los textos geniales, pero de todos es sabido que lo genial es m¨¢s ins¨®lito y no siempre bien cotizado. Y el problema, que no solo es el del mercado del libro, sino seguramente uno de los problemas generales del mercado, consiste en la abundancia de producci¨®n, en el exceso. As¨ª que, sin meter en pelea est¨²pida al mercado y a la cultura, quiz¨¢ sea necesario cada vez m¨¢s distinguir los terrenos del uno y de la otra, sin menospreciar, todo lo contrario, los espacios en que se encuentren.
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