El arte de distraer confesando
Tambi¨¦n la introspecci¨®n es espect¨¢culo, memoria en el escenario, show y choque de realidad, deseo teatral de ser verdaderos, incluso escandalosos, sensacionalistas, o solo period¨ªsticos. Hay un descr¨¦dito del cuento, de la ficci¨®n, quiz¨¢ por contagio de la man¨ªa pol¨ªtica de parecer cre¨ªbles mientras los gabinetes de comunicaci¨®n dedican toda su energ¨ªa al arte de la propaganda. Las novelas se visten de memorias o remembranzas de lo realmente vivido. Ya dec¨ªa Josep Pla que la mejor literatura es la que los literatos hacen sobre s¨ª mismos.
Es larga la tradici¨®n moderna de distraer confesando, desde el inc¨®modo Rousseau, resentido y acosado por la polic¨ªa (y, antes, el agrialegre Torres Villarroel en Espa?a), hasta la egoman¨ªa claustrof¨®bica de Bernhard y la claridad de cristales de colores traspasados de luz de Habla, memoria, de Nabokov. El examen de conciencia puede ser una v¨ªa para juzgar, entre el interrogatorio y la confesi¨®n, la maldici¨®n y la celebraci¨®n, el desenmascaramiento o el enmascaramiento en p¨²blico. La infelicidad puede ser lo m¨¢s c¨®mico, o eso dec¨ªa un personaje de Beckett, y lo m¨¢s alucinado y potencialmente doloroso es festivo en Recortes de mi vida, de Augusten Burroughs.
Recordar vale para verse o no verse en los ojos de otros, autorretratarse temblorosamente a trav¨¦s de los otros y vivirse en otros, como en Un pedigr¨ª, de Patrick Modiano, o para denigrar, bendecir y llorar a los padres. Recuerdo la infancia contada por Juan Cruz Ruiz. Recuerdo Desgracia insuperable, de Peter Handke. Acabo de leer Mi madre, de Richard Ford. La familia se vuelve novela de misterio, viajes y aventuras en Vida familiar, de John Lanchester. En las memorias coinciden lo universal y lo particular: Antonio Mu?oz Molina relat¨® su servicio militar obligatorio para contar el casi inmortal franquismo posfranquista. A veces las memorias se comprimen y miniaturizan hasta lo ¨ªntimo de masas, como en I remember, de Joe Brainard, y Je me souviens, de Georges Perec, centenares de recuerdos at¨®micos y compartibles.
Hoy las memorias son novelas que no se atreven a confesar su identidad, quiz¨¢ porque la ficci¨®n agoniza, o porque todo es ficci¨®n. Estamos tan acostumbrados a ser confundidos por los gobiernos constructores de realidad que nos rendimos a la aleaci¨®n entre mito e historia, como pas¨® en otros tiempos con las leyendas de los dioses griegos y evang¨¦licos.
Babelia
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