Trama
Seg¨²n el fil¨®sofo espa?ol Jos¨¦ Luis Pardo, en su libro titulado Nunca fue tan hermosa la basura. Art¨ªculos y ensayos (Galaxia Gutenberg / C¨ªrculo de Lectores), la "urdimbre" es la naturaleza y la "trama", el relato que el hombre construye para explicarse qu¨¦ lugar ocupa en el cosmos y qu¨¦ sentido da a su ef¨ªmero paso por ¨¦l, una vez que se encuentra arrojado ah¨ª. Utiliza estos dos t¨¦rminos en uno de los ensayos recopilados en su antolog¨ªa de escritos publicados, Ensayo sobre la falta de argumentos, dedicado a reflexionar sobre qu¨¦ es y qu¨¦ significa el arte hoy, dando a la actualidad toda la profundidad hist¨®rica que requiere la cuesti¨®n, pues no en balde nos enfrentamos con ella en un contexto tan amplio como el del desarrollo de nuestra revolucionaria ¨¦poca, cuya extensi¨®n temporal podemos aproximadamente cifrar en unos dos siglos y medio, que es, m¨¢s o menos, el periodo durante el cual el hombre ha tenido que ir asimilando el indeclinable proceso de su "secularizaci¨®n"-"modernizaci¨®n" rampantes. En cierta manera, por tanto, nada de lo que nos ocurre hoy al respecto es estrictamente algo que nos coja por sorpresa, pero la dificultad para gestionar esta novedad heredada nos causa un creciente agobio.
Tomando como referencia los escritos sobre arte de tres pensadores del siglo XX, Heidegger, Ortega y Gasset y Walter Benjamin, Jos¨¦ Luis Pardo hace una s¨ªntesis admirable de un problema crucial, que nos resulta tanto m¨¢s atosigante en la medida en que no somos capaces de argumentarlo con convicci¨®n, como s¨®lo puede hacerse cuando se piensa a partir de una creencia muy arraigada. Intuimos, eso s¨ª, que la importancia que el arte ha adquirido en nuestra ¨¦poca se debe a que constituye quiz¨¢ el ¨²ltimo asidero de un sentido trascendente antes articulado mediante la religi¨®n, pero nuestra subjetiva concepci¨®n art¨ªstica se hace refractaria a la verdad, cuyo papel ha sido ocupado por una ca¨®tica algarab¨ªa de opiniones o, si se quiere, para el caso, de inanes gustos, que cambian al aleatorio ritmo de las modas, pautado por el mercado.
?Qu¨¦ hacer entonces cuando la naturaleza ya no es la naturaleza, sino precisamente la forma artificiosa con la que el hombre se protege de ella y la correspondiente urdimbre aislante que nos permite sobrevivir lo hace al alto precio de nuestra disgregaci¨®n como part¨ªculas separadas? ?Qu¨¦ trama podr¨¢ conjugar dicha dispersi¨®n anonadante? La ardua senda que rastrea Pardo para dotar de sentido a un arte en estado de disoluci¨®n es restituirlo al desfiladero de su vocaci¨®n original: un af¨¢n de veracidad casi olvidado, porque ha devenido impracticable e incorrecto. En vez de seguir el curso de las cosas, salirse de madre: errar. O, si se quiere, sacudirse el error en que se ha convertido el arte para que rinda su indagatorio fruto primordial. Re-inventarlo, re-encontrarlo, re-tramarlo, si es que la enredosa urdimbre que nos encierra nos lo permite.
Al final de su ensayo, Pardo afirma que "la persistencia degradada y degenerada de la necesidad de un juicio (imposible de satisfacer) es quiz¨¢ un s¨ªntoma de que esa extra?a belleza (o fealdad), en donde la trama consiste en la ausencia de trama, se levanta como el s¨ªmbolo de una exigencia ¨¦tica, porque quiz¨¢ esa no menos extra?a comunidad es la ¨²nica en la que nosotros, supervivientes de la cultura, podemos tener algo que contar". Defendamos, as¨ª, pues, esa exigencia, esa necesidad de lo imposible, aunque s¨®lo sea para que el arte vuelva a ser real.
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