Prueba y error
El paro de ayer aconseja no canalizar la irritaci¨®n de los ciudadanos hacia la huelga general
Si la convocatoria de huelga de funcionarios de ayer fue planteada por los sindicatos como una forma de tantear el ambiente social con vistas a una posible huelga general, el resultado invitar¨ªa a buscar otra forma de expresi¨®n de la protesta. Fue un ¨¦xito en cuanto a la tranquilidad de la jornada, pero no se percibi¨® ambiente favorable a una movilizaci¨®n general, pese a que la funci¨®n p¨²blica (que incluye ense?anza y sanidad) es un sector fuertemente sindicalizado.
Prueba de la seriedad de fondo de la situaci¨®n, pero tambi¨¦n de la inadecuaci¨®n de la respuesta, fue que, seg¨²n recog¨ªan ayer los medios en caliente, bastantes empleados p¨²blicos dec¨ªan abiertamente que no se hab¨ªan sumado a la huelga para evitar que se les descontara de su salario la jornada de ayer. Esto no hab¨ªa ocurrido en similares convocatorias de paro anteriores. Seguramente tambi¨¦n influy¨® la evidencia de la falta de entusiasmo de los convocantes: los l¨ªderes de las principales centrales llevan semanas diciendo que no desean llegar a una huelga general, pero que su convocatoria es cada d¨ªa m¨¢s inevitable. Un juicio tan contradictorio resulta poco motivador.
La huelga de ayer se convoc¨® en protesta por los recortes del gasto p¨²blico anunciados por el Gobierno en respuesta a las exigencias de la UE de una reducci¨®n eficaz del fuerte d¨¦ficit p¨²blico que permita recuperar la confianza de los mercados de deuda. Es sencillamente impensable que, como consecuencia de la de ayer o de la eventual futura huelga general, el Gobierno renunciara a ese ajuste, a riesgo de acentuar la desconfianza de las instituciones y mercados internacionales. Se trata por tanto de movilizaciones puramente expresivas de descontento, no ligadas a un objetivo posible.
Esto conecta con un problema del sindicalismo moderno: las huelgas se plantean contra el Gobierno, del que depende en buena medida su financiaci¨®n, y en t¨¦rminos que con frecuencia agravan aquello que invocan como causa. Es el caso de la situaci¨®n actual: solo de manera colateral puede considerarse al Gobierno responsable de la crisis actual, y en todo caso lo ser¨ªa por resistirse en su momento a recortar el gasto social, no por lo contrario. Al respecto resulta un como m¨ªnimo hip¨®crita, si no irresponsable, la actitud de algunos portavoces del PP, como Gonz¨¢lez Pons, que tras meses exigiendo al Gobierno acabar con el exceso de gasto p¨²blico, declar¨® ayer que, si fuera funcionario, estar¨ªa participando en la huelga.
Si el Gobierno retirase las medidas de austeridad empeorar¨ªa la situaci¨®n del d¨¦ficit, obligando a medidas a¨²n m¨¢s dr¨¢sticas, como las de Grecia, en pocas semanas o meses. Y en ese pa¨ªs ya hay datos de una fuerte ca¨ªda del turismo a causa de las repetidas huelgas. En estas condiciones, el ensayo de ayer no pod¨ªa ser un ¨¦xito. El m¨¦todo de prueba y error para orientar movimientos futuros aconsejar¨ªa a los sindicatos no correr el riesgo de un fracaso mayor y con peores consecuencias.
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