Vibra Sud¨¢frica, respira M¨¦xico
La selecci¨®n anfitriona se recupera de su angustia inicial y se queda a un paso de una victoria truncada al final por el barcelonista M¨¢rquez - La efervescencia popular inunda Johanesburgo y se dispara en un estadio de fiesta mayor
"Es la hora de ?frica", proclam¨® el presidente sudafricano, Jacob Zuma, a pie de campo instantes antes del bautizo mundialista. A su lado estaba Joseph Blatter, en realidad presidente de la FIFA, en su subconsciente, jefe de un estado redondo. Se comporta como tal y m¨¢s en un pa¨ªs como Sud¨¢frica, donde se siente un mes¨ªas. All¨ª estaba, saludando con el brazo en alto junto a Zuma, y luego junto a Felipe Calder¨®n, presidente mexicano. Pero el f¨²tbol, mal que le pese a algunos que se ven jerarcas a su costa, no tiene due?o. La pelota rueda en la calle, no en palacio. Por eso Johanesburgo era el epicentro de la efervescencia de toda una naci¨®n volcada ante el mayor escaparate de su historia. Desde primera hora, la capital era un trueno permanente. Las calles, una cabalgata incesante en medio de un tr¨¢fico ca¨®tico, de una colmena de coches, camionetas o algo parecido. Hasta el aire parec¨ªa amarillo verdoso. Caretas, pelucas, banderitas y las inefables vuvuzelas que incomunican por completo y revientan o inmunizan los t¨ªmpanos, qui¨¦n sabe.
El equipo de Parreira tiene m¨²sculo y mucha fibra, pero le falta talento
Los de Aguirre fueron incapaces de imponer la mayor graduaci¨®n de sus jugadores
En medio del jolgorio, lleg¨® la hora del bal¨®n, donde la pirotecnia es otra. Y Sud¨¢frica resisti¨® ante M¨¦xico tras pasar por todos los estados de ¨¢nimo: se vio tan perdida como ganadora. Para la selecci¨®n azteca result¨® una tarde decepcionante, incapaz de imponer la mayor graduaci¨®n de sus jugadores, la mayor¨ªa cuajados en Europa, donde prevalece el gotha de este deporte.
No es f¨¢cil para ning¨²n anfitri¨®n cargar en la mochila con ilusi¨®n de todo un pueblo. Menos para una selecci¨®n como la sudafricana, una telonera, con solo dos Mundiales en su curr¨ªculo, una Liga dom¨¦stica sin pedigr¨ª y apenas media docena de futbolistas alineados en la vieja Europa. Y la mayor¨ªa en clubes de fogueo. Esto es f¨²tbol, no rugby, y nadie espera en Sud¨¢frica que los bafana bafana lleguen al altar de los springboks de 1995, cuando de la mano de Nelson Mandela se proclamaron campeones del mundo en Johanesburgo ante el frenes¨ª de los blancos y la complicidad mandelina de los negros. Pero el arrastre popular de los jugadores de Carlos Alberto Parreira es a¨²n mayor. Una losa, como se advirti¨® en el primer tramo.
De entrada, M¨¦xico gobern¨® el juego con extraordinaria suficiencia. Con un sistema muy abierto, un 3-4-3, se adue?¨® de la escena ante el agonismo local. Sud¨¢frica se acurrucaba junto su portero, como si hubiera interiorizado su inferioridad de antemano. El barcelonista M¨¢rquez ejerc¨ªa de mariscal para dar salida al juego, siempre a la b¨²squeda de su ex compa?ero en el Bar?a Giovani o de Carlos Vela, dos promesas: una a punto de descarrilarse en Turqu¨ªa tras sus err¨®neas cavilaciones en Barcelona y otra a la que desde hace tiempo espera Ars¨¨ne Wenger en el Arsenal. Sin apenas oposici¨®n, M¨¦xico dispuso de media docena de ocasiones de gol. Por fuera, no hab¨ªa ant¨ªdoto africano para Giovani o Vela; por dentro, El Guille Franco sosten¨ªa a los centrales y en cada jugada a¨¦rea no hab¨ªa techo para los de Javier Aguirre. Solo el infortunio dej¨® seca a la selecci¨®n tricolor, contrariada por lo visto. Nada que ver con lo sucedido tras pasar los jugadores locales por el div¨¢n, all¨¢ en el descanso.
Extirpada esa inc¨®moda bicha que anuda a los anfitriones novatos, Sud¨¢frica reapareci¨® con mayor determinaci¨®n. De repente irrumpi¨® ese equipo vitalista y atl¨¦tico que se esperaba. Le falta talento y esa sabidur¨ªa barrial que permite a tantos extraer crudo de muchas situaciones, pero es un equipo con m¨²sculo y mucha fibra. En cuanto se quit¨® la tenaza ambiental explot¨® su mejor veta, la velocidad de jugadores como Tshabalala. Este le tom¨® la matr¨ªcula a Rodr¨ªguez, uno de los tres centrales mexicanos, y se plant¨® ante ?scar P¨¦rez, al que fusil¨® sin miramientos con remate angulado desde la v¨ªa izquierda del ataque. Entonces, las vuvuzelas parecieron los ca?ones de Navarone.
El equipo visitante se vio ante un precipicio imprevisto, y frente a un adversario enaltecido. Padeci¨® entonces, al igual que al principio, la que puede ser la indigesta constante de este campeonato: el bal¨®n. Para quien en este Mundial desee dirigir el juego o precise un arrebato se comprob¨® ayer que el Jabulani no ser¨¢ su mejor aliado, no ser¨¢ la mejor receta para el buen f¨²tbol. En el partido inaugural se multiplicaron todas las sospechas. Esta pelota no bota, brinca. Cuando M¨¦xico, ensanchada por sus extremos, quer¨ªa ejecutar cualquier cambio de orientaci¨®n, el recibidor no ten¨ªa otro remedio que abanicar de primeras el bal¨®n. Si bota antes, burla a cualquiera.
A la vista del marcador, Aguirre envid¨® con Cuauht¨¦moc Blanco, un dinosaurio, y El Chicharito Hern¨¢ndez, un aprendiz. No le quedaba otra alternativa que empujar, por m¨¢s que Sud¨¢frica, ya s¨ª, intentara ser una amenaza en cada posesi¨®n, no el equipo arr¨ªtmico del primer acto. Al borde del colapso, M¨¢rquez caz¨® una pelota en ¨¢rea africana, un sencillo centro de Guardado p¨¦simamente defendido por los zagueros de Parreira. Una cruz para Sud¨¢frica, que en el vaiv¨¦n alocado del encuentro a punto estuvo de la victoria en un remate de Mphela al poste izquierdo de P¨¦rez. Con el partido cuesta arriba y cuesta abajo se cerr¨® el tel¨®n.
En Sud¨¢frica, la fiesta contin¨²a. En M¨¦xico, el alivio final ser¨¢ un peque?o consuelo. Y el bal¨®n, quiz¨¢ la burla de todos.
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