El empate tr¨¢gico
Mandela, talism¨¢n de Sud¨¢frica, se perdi¨® la inauguraci¨®n por la muerte de su bisnieta
La vuvuzela, palabra que ya ha entrado en el l¨¦xico planetario, no tuvo el impacto prometido. Un sudafricano tras otro lo dec¨ªa antes del partido: los mexicanos no podr¨¢n resistir el poder de nuestra vuvuzelas (trompeta rudimentaria de pl¨¢stico), en manos de pr¨¢cticamente la totalidad de la afici¨®n en el Soccer City, que emite un ruido endemoniado, como el de una cabra en el acto de parir. El entrenador de la selecci¨®n de Sud¨¢frica, el brasile?o Carlos Alberto Parreira, hab¨ªa pedido antes del partido que los aficionados juntaran los labios y soplaran sus instrumentos como nunca, convencido ¨¦l tambi¨¦n de que marcar¨ªan la diferencia.
Pero hubo otro factor externo al campo que jug¨® en contra de Sud¨¢frica. Durante las euf¨®ricas celebraciones que se llevaron a cabo en las calles de Johanesburgo incluso antes de que comenzara el primer partido, nadie cont¨® con la tr¨¢gica mala suerte que impidi¨® que Nelson Mandela, talism¨¢n de todas las selecciones sudafricanas en todos los deportes, acudiera ayer al partido inaugural. A la "Mandela Magic" [la magia Mandela] se le hab¨ªan atribuido las victorias de Sud¨¢frica en los dos grandes torneos internacionales que se han disputado en el pa¨ªs: el Mundial de rugby de 1995 y la Copa Africana de Naciones, de f¨²tbol, en 1996. En cada caso el ex presidente sudafricano hab¨ªa estado presente para el primer y el ¨²ltimo partido.
Cuando sali¨® la noticia, el golpe lo sinti¨® todo el pa¨ªs. Si Mandela sufre, el pueblo sufre
Pero esta vez fue muy diferente. La muerte en un accidente de coche la noche antes del Mundial de una bisnieta de Mandela, de 13 a?os, fue, seg¨²n un amigo cercano consultado ayer, un golpe muy duro. Mandela, que siempre ha sentido culpa por no haber podido atender a las necesidades familiares durante sus 27 a?os de c¨¢rcel, adora a sus nietos y bisnietos; son la luz y la alegr¨ªa de su vida. Cuando sali¨® la noticia, el golpe lo sinti¨® todo el pa¨ªs. Si Mandela sufre, el pueblo sufre tambi¨¦n. Mandela -as¨ª lo ven sus compatriotas, negros y blancos- encarna lo mejor de su pa¨ªs.
La selecci¨®n de Sud¨¢frica sali¨® al campo ayer apagada, nerviosa, sin confianza ni contundencia. Y si tuvo la suerte de no ir al vestuario en el descano perdiendo por tres goles de diferencia, tal vez hubo alg¨²n vestigio del factor Mandela, o quiz¨¢ incluso las vuvuzelas cumplieron. Pocas veces se hab¨ªa visto tanta desproporci¨®n entre la energ¨ªa y la pasi¨®n de una afici¨®n y la calidad del juego del cansino equipo local.
La superabundancia de entusiasmo en las gradas, la confianza general en el pa¨ªs, no se manifest¨® en el campo hasta el segundo tiempo, cuando se impuso la fe y la fuerza de voluntad de todo un pueblo y, sorprendentemente e injustamente, Sud¨¢frica se adelant¨® en el marcador con Siphiwe Tshabalala, de la tribu zul¨² del presidente Jacob Zuma.
Medio M¨¦xico, parec¨ªa en las calles, se hab¨ªa trasladado a Sud¨¢frica para seguir a su selecci¨®n y tuvieron su premio con un m¨¢s que merecido empate, con gol de Rafa M¨¢rquez poco despu¨¦s. Hab¨ªa decepci¨®n en el estadio y en el resto de Sud¨¢frica ante la incapacidad de su selecci¨®n, aunque casi lleg¨® a conseguir el gol de la victoria. Pero las mentes fr¨ªas reconocer¨¢n que el resultado fue bueno para el pa¨ªs anfitri¨®n, como tambi¨¦n tendr¨¢n que reconocer las mentes menos fr¨ªas que el poder de la vuvuzela es, al final de cuentas, m¨¢s limitado de lo que se imaginaban.
Una derrota para Sud¨¢frica hubiera sido causa, junto a la muerte de la bisnieta de Mandela, de luto nacional. Hoy tienen el consuelo -por m¨¢s poco valor que tenga para la familia Mandela- de que la selecci¨®n de f¨²tbol sigue viva en el primer Mundial disputado en tierras africanas.
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