Obama trata de aprovechar la crisis de BP para lanzar la reforma energ¨¦tica
El presidente se dirige a la naci¨®n con su gesti¨®n en juego por la marea negra
Barack Obama abord¨® anoche, finalmente, el vertido de petr¨®leo en el golfo de M¨¦xico como la gran crisis pol¨ªtica en la que se ha convertido y se puso cara a cara frente a la naci¨®n desde el Despacho Oval, como en las m¨¢s c¨¦lebres ocasiones, para asegurarle que los da?os causados ser¨¢n reparados, que las v¨ªctimas ser¨¢n compensadas y que Estados Unidos debe aprovechar esta lecci¨®n para dise?ar una nueva estrategia energ¨¦tica.
La m¨¢xima de esta Administraci¨®n ha sido siempre, por consejo del jefe de Gabinete de la Casa Blanca, Rahm Emanuel, la de no perder ocasi¨®n de convertir una crisis en una oportunidad. Se aprovech¨® la crisis econ¨®mica para lanzar las reformas sanitaria y financiera. Se quiere aprovechar ahora la marea negra para acelerar la reforma de la energ¨ªa. "Esta es la hora de asumir una pol¨ªtica de energ¨ªas limpias. No podemos esperar m¨¢s para poner fin a la adicci¨®n al petr¨®leo", dijo Obama.
Por primera vez en su presidencia, habla al pa¨ªs desde el Despacho Oval
La Casa Blanca pretende reducir la dependencia de EE UU del petr¨®leo
Para cumplir ese objetivo, el presidente tiene que recuperar antes al menos parte del cr¨¦dito perdido desde el accidente de la plataforma de BP. Para eso recurri¨® a la inusual comparecencia nocturna.
Los discursos desde el Despacho Oval tienen, hasta en su puesta en escena, un dramatismo especial. El hombre que dirige los destinos del pa¨ªs se sit¨²a, desde la soledad de su escritorio de trabajo, frente a la c¨¢mara por la que se asoman millones de compatriotas en busca de orientaci¨®n. La mayor parte de los presidentes utilizan ese m¨¦todo en momento de particular gravedad. George Bush habl¨® desde el Despacho Oval tras los atentados del 11-S. John Kennedy lo hizo en medio de la crisis de los misiles de 1962. Ronald Reagan, tras el accidente del Challenger. Richard Nixon anunci¨® desde el Despacho Oval su dimisi¨®n por el esc¨¢ndalo del Watergate.
En opini¨®n de Obama, esta es la primera vez en su a?o y medio de ejercicio en que se enfrenta a una crisis que merece un tratamiento similar. Su presidencia est¨¢, ciertamente, en suspenso mientras no se le encuentre una soluci¨®n al vertido; toda su gesti¨®n puede verse comprometida si no consigue salir airosamente de esta cat¨¢strofe.
Obama tiene medios limitados para lograrlo. Tecnol¨®gicamente est¨¢ en manos de los ingenieros de BP, los ¨²nicos que disponen de los sistemas para reparar la ruptura de su plataforma. Pol¨ªticamente, sin embargo, el presidente pretende poner en marcha medidas para recuperar la iniciativa.
Obama defendi¨® anoche su causa a favor del desarrollo de energ¨ªas alternativas que reduzcan la fuerte dependencia que EE UU, el mayor importador del mundo, tiene del petr¨®leo. La raz¨®n ¨²ltima del accidente de BP es esa adicci¨®n. Es la demanda creciente de combustible la que obliga a incrementar las explotaciones y llevar las prospecciones a reservas m¨¢s profundas y m¨¢s arriesgadas.
Ese es el marco en que se explica este desastre y la soluci¨®n ¨²ltima al problema. Pero antes, Obama deb¨ªa tambi¨¦n ofrecer respuesta a los problemas inmediatos de los pescadores, los hosteleros y toda la poblaci¨®n de los Estados del golfo de M¨¦xico que se han visto afectados econ¨®micamente por el vertido. Para ello, exigi¨® a BP la creaci¨®n de un fondo de compensaci¨®n administrado de forma independiente, sin participaci¨®n de la empresa, y de una cuant¨ªa suficiente como para responder a las reclamaciones m¨¢s evidentes.
Horas antes de su discurso, en un nuevo recorrido por las playas que esperan la llegada de la mancha de petr¨®leo, Obama prometi¨® ayer que todas esas costas quedar¨¢n mejor de lo que estaban antes del accidente. Ser¨¢ una prueba de su credibilidad. Bush prometi¨® lo mismo despu¨¦s del Katrina y nadie le crey¨®. ?Creer¨¢n esta vez los norteamericanos a Obama? Las se?ales actuales no son muy optimistas. EE UU eligi¨® un presidente cerebral, desapasionado, fr¨ªo y ahora quiere a un presidente teatral, c¨¢lido, visiblemente afectado por el dolor ajeno. EE UU eligi¨® un presidente que inspiraba a una naci¨®n y ofrec¨ªa profundas transformaciones y ahora reclama esa inspiraci¨®n y esa audacia. La respuesta est¨¢ en manos de Obama.
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