El takat¨¢ y la paella
Durante a?os me llam¨® la atenci¨®n un bar que hab¨ªa en la calle de Robadors, el Takata. Su nombre era un enigma para m¨ª. ?Se trataba del sonido onomatop¨¦yico de unos tacones flamencos al golpear sobre el escenario? ?O acaso exist¨ªa una sutil relaci¨®n entre el Jap¨®n imperial y el chino barcelon¨¦s? Tiempo despu¨¦s -cuando el Ayuntamiento lo desaloj¨®, en bien de la nueva y biempensante imagen de la ciudad-, supe que hab¨ªa sido uno de los prost¨ªbulos de m¨¢s categor¨ªa de esa calle. Un bar de larga barra en la que las mujeres se apoyaban teatralmente como si fuese a empezar la funci¨®n de un momento a otro, y con una discreta puertecita al fondo por la que se acced¨ªa a las habitaciones del piso superior. Conocer el pasado de aquel local no resolvi¨® el misterio. Hasta que hace unos d¨ªas, que, haciendo tiempo para ir a comer a un restaurante de la Barceloneta, me top¨¦ con unas personas que en la playa practicaban un curioso deporte. ?A qu¨¦ juegan?, le pregunt¨¦ a un se?or mayor que parec¨ªa enfrascado en la evoluci¨®n del partido. Y ¨¦l me respondi¨® benevolente: al takat¨¢.
?Euskera!, pens¨¦ para m¨ª. Seg¨²n pude averiguar, este es el ¨²nico deporte inventado en Barcelona; una mezcla entre el tenis y el voleibol, que se juega en parejas y que naci¨® all¨¢ por la posguerra. En los a?os sesenta lleg¨® a haber una competici¨®n anual que duraba 24 horas seguidas, organizada por el Club Nataci¨®n Atl¨¦tico. Y fue pasatiempo favorito para aquellos que utilizaron heroicamente nuestras playas cuando Barcelona parec¨ªa no tener mar. Mi amable informante me aclar¨® que la supremac¨ªa se la disputan un pu?ado de aficionados de la Barceloneta y de Badalona, que se reparten su origen.
Por supuesto, saber la historia de este juego no resolvi¨® totalmente la inc¨®gnita del bar prostibulario de mi juventud, pero, al menos, le dio una explicaci¨®n m¨¢s que satisfactoria. No saben ustedes lo a gusto que com¨ª ese d¨ªa. A veces, lo que nos vincula de forma m¨¢s ¨ªntima a nuestro origen son esos peque?os rompecabezas, que, en ocasiones especiales, somos capaces de descifrar. Eso y las paellas de Can Ros...
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